AÑO 1790--1890: EL OCCIDENTE

EL OCCIDENTE (1790–1890)

Tomás Campbell; Una “Declaración y Afirmación”; Alejandro Campbell; La Iglesia en Brush Run; El bautismo; Un sermón sobre la ley; Los metodistas Republicanos adoptan el nombre de “cristianos”; Los bautistas adoptan el nombre de “cristianos”; Barton Warren Stone; Acontecimientos extraños en cultos de avivamiento; El Presbiterio de Springfield, fundado y disuelto; La iglesia en Cane Ridge; La Conexión Cristiana; Separación de los reformistas de los bautistas; Unión de la Conexión Cristiana y los reformistas; La naturaleza de la conversión; Walter Scott; El bautismo para el perdón de pecados; El testimonio de Isaac Errett. Un ministro de una de las ramas separatistas de la iglesia presbiteriana,

TOMÁS CAMPBELL

Tomás Campbell, dejó su hogar en el norte de Irlanda, a causa de su salud, y vino a los Estados Unidos (1807).1 Él fue bien recibido por el Sínodo que para entonces se reunía en Filadelfia, y fue enviado al occidente de Pensilvania, donde sus dones poco comunes y su carácter espiritual lo hicieron admisible. Sin embargo, algunos pusieron en tela de juicio su lealtad al “Testimonio de Separación” ya que él enseñaba que sólo las Escrituras proveen el verdadero fundamento de fe y conducta, y desaprobaba el espíritu partidario predominante en las iglesias.
Al ser enviado a visitar un distrito escasamente poblado en las Montañas Allegheny, él recibió en la Cena del Señor a un grupo de creyentes que, aunque eran presbiterianos, no pertenecían a este grupo en específico. Por esto fue censurado y, al alegar que había actuado conforme a las enseñanzas de la Escritura, fue tratado de manera tan hostil como para inducirlo a separarse del cuerpo separatista de la iglesia presbiteriana.
Muchos cristianos de diferentes denominaciones continuaron asistiendo a su ministerio. Estaban insatisfechos con el estado dividido de la religión. Simpatizaban con su enseñanza de que la unión sólo se podría lograr por medio de un regreso a la Biblia, y que un mejor entendimiento de la diferencia entre la fe y las opiniones conduciría a una tolerancia que probablemente haría mucho por detener las divisiones.
En una casa entre Mount Pleasant y Washington se celebró una reunión (1809) en que los presentes conferenciaron sobre cuál sería el mejor medio para poner en práctica estos principios. Tomás Campbell habló acerca de la maldad de las divisiones, demostrando que estas no son inevitables, ya que Dios ha provisto en su Palabra un estándar y una guía suficiente para suplir las necesidades de las iglesias en todos los tiempos. Los conflictos y las disensiones surgen cuando se inventan teorías religiosas y sistemas fuera de las Escrituras. Por tanto, es sólo por medio de un regreso a las enseñanzas de la Palabra de Dios que se puede recuperar la verdadera unidad.
Como una regla para su dirección, él propuso que “donde las Escrituras hablan, nosotros hablamos; y donde estas callan, nosotros también callamos”. Un presbiteriano que estaba presente, dijo: “Si adoptamos semejante regla como un fundamento, el bautismo de infantes es asunto concluido”. A lo que Tomás Campbell contestó: “Si el bautismo de infantes no aparece en la Escritura, nosotros no podemos tener nada que ver con él”.
Otro se puso de pie y bajo una fuerte emoción, llegando incluso a llorar, exclamó: “Espero no tener que ver nunca el día en que mi corazón renuncie a ese bendito pasaje de la Biblia que dice: ‘Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos’”. Un destacado independiente contestó: “En el pasaje de la Escritura que usted ha citado, no hay referencia en absoluto al bautismo de infantes”.
A pesar de esta evidencia inmediata de su divergencia de opinión, la mayoría de los presentes se unieron en la formación de “La Asociación Cristiana de Washington” y nombraron a Tomás Campbell para que preparara una declaración de sus objetivos. Esta, con la cual todos estuvieron de acuerdo, adoptó la forma de una “Declaración y Afirmación”, en la cual ellos expresaban su opinión de que como ningún hombre puede ser juzgado por su hermano, asimismo ningún hombre puede juzgar por su hermano; cada cual debe juzgar por sí mismo y dar cuenta a Dios de sí mismo. Cada uno está cercado por la Palabra de Dios, pero no por ninguna interpretación humana de ella.
Cansados de los conflictos partidarios, ellos deseaban adoptar y recomendar medidas que les dieran reposo a las iglesias. Habían perdido la esperanza de encontrar esto en una continua disensión entre los grupos o en el intercambio de las opiniones humanas. Esto sólo puede encontrarse en Cristo y en su Palabra inalterable. Por tanto, regresemos (escribieron en la declaración) al modelo original y adoptemos sólo la Palabra de Dios como nuestra regla. No tenían intención alguna de fundar una iglesia, sino solamente una sociedad para la promoción de la unidad cristiana y de “una reforma evangélica pura por medio de la predicación sencilla del Evangelio y la administración de sus ordenanzas en conformidad precisa con su norma divina”.

ALEJANDRO CAMPBELL (1788–1866)

Cuando Tomás Campbell se trasladó a los Estados Unidos, dejó atrás a su familia para que luego lo siguieran. Su esposa era descendiente de los hugonotes, y su hijo Alejandro se encontraba preparándose para ser ordenado ministro en la “iglesia presbiteriana separatista”. Mientras se quedaba en Glasgow, Alejandro Campbell se encontró con la enseñanza y la obra de los hermanos Haldane. Esto suscitó dudas en su mente en cuanto al carácter bíblico del control de las iglesias por medio de los Sínodos y lo llevó a aceptar el sistema congregacionalista por considerarlo un sistema conforme a la práctica y la enseñanza apostólica.
Sin embargo, su unión a la iglesia separatista y su respeto por los deseos de su padre le impidieron manifestar cualquier expresión externa de sus pensamientos, aunque en su interior ya se había separado del sistema presbiteriano. Cuando llegó el tiempo de la comunión semestral de los separatistas, él pasó los exámenes requeridos y recibió la autorización para participar de la Cena del Señor con una gran cantidad de comulgantes. No obstante, se abstuvo de hacerlo al sentir que esto indicaría su aprobación de un sistema que ya no podía aceptar.
Cuando llegó el tiempo en que la familia de Tomás Campbell partiera rumbo a los Estados Unidos, Alejandro se hizo cargo de su madre y sus hermanos menores. Llegaron a Nueva York y viajaron hacia el interior en carretas, quedándose en las grandes y cómodas posadas que encontraban en el camino. Tomás Campbell, al enterarse de su venida, viajó desde Washington para reunirse con ellos. Se encontraron a medio camino y, al viajar juntos, se relataron mutuamente todo lo sucedido durante su separación.
Ni Tomás Campbell ni su hijo sabían que cada uno de ellos por su parte había dejado el cuerpo separatista de la iglesia presbiteriana y a los dos les preocupaba cómo el otro recibiría la noticia. Cuando se dieron cuenta de que cada uno por separado y de diferentes formas había llegado a la misma conclusión, ambos se fortalecieron y se colmaron de acciones de gracias por las direcciones manifiestas del Señor.
Cuando Alejandro vio la “Declaración” que su padre había escrito y escuchó los principios sobre los cuales él estaba actuando, se percató de que estos expresaban las mismas convicciones a las cuales él mismo había llegado. Fue así que decidió dedicarse por entero a la causa de lograr la unidad de la iglesia por medio de un regreso a las Escrituras.

LA “ASOCIACIÓN CRISTIANA”

Temiendo que la “Asociación Cristiana” pudiera transformarse en un nuevo partido o convertirse en una iglesia, Tomás Campbell decidió probar si a los miembros de la Asociación les permitieran los privilegios de la comunión cristiana y ministerial entre los presbiterianos. El Sínodo de Pittsburg se reuniría en octubre de 1810 y Tomás Campbell presentó una solicitud. Él explicó los principios de la Asociación, y preguntó si el Sínodo estaría de acuerdo “a la unión cristiana sobre los principios cristianos”.
La sugerencia fue rechazada y las actividades de la Asociación fueron tajantemente condenadas. Alejandro Campbell aprovechó esta oportunidad para hacer una explicación mucho más detallada en defensa de los objetivos de la Asociación. Para él quedaba muy claro que unirse a cualquier partido sería contrario al principio de regresar a las enseñanzas de la Escritura.
En 1811, Alejandro Campbell se casó y se unió a su suegro en las labores agrícolas, en las cuales resultó ser activo y exitoso. Tomás Campbell también se fue de Washington y adquirió una finca cerca del pueblo de Mount Pleasant. Su finca fue administrada principalmente por sus amables vecinos debido a que su tiempo mayormente lo dedicaba a visitar y predicar. Pero el vigor y las habilidades de su hijo eran tan poco comunes que él pudo ganar lo suficiente por medio de la agricultura sin dejar sus labores espirituales.
La hostilidad de todos los cuerpos religiosos hacia la “Asociación Cristiana” poco a poco convenció a sus miembros de que no lograrían las ventajas ni cumplirían con los deberes de una iglesia a menos que ellos mismos adoptaran la posición de una congregación de creyentes, o sea, una iglesia neotestamentaria. Viendo que no podían transformar las iglesias existentes, guardaron la esperanza de que el ejemplo de una iglesia fuera de todos los partidos y que exhibiera los principios del Nuevo Testamento le daría mayor fuerza a la verdad que ellos creían, es decir, la unidad por medio de un regreso a las Escrituras.
Esta iglesia fue fundada solemnemente (1811) en Brush Run. Fueron elegidos un anciano, un evangelista y los diáconos. La Cena del Señor fue celebrada cada primer día de la semana. Había aproximadamente treinta miembros. Al rechazar todas las pretensiones sobre una sucesión apostólica, descubrieron que en cada una de las iglesias del Nuevo Testamento había varios ancianos (o obispos, o supervisores) y diáconos (o siervos) para la edificación de la iglesia, y también había evangelistas que eran enviados a predicar la verdad en el mundo.
La ordenación en sí no fue considerada como una autoridad conferida, sino como un testimonio de quelas ordenados tenían autoridad de parte de Dios. No había distinción entre el clero y el laicado.

LA IGLESIA EN BRUSH RUN (1811)

El tema del bautismo había sido pospuesto. Tanto Tomás como Alejandro Campbell creían que el bautismo de infantes había causado tanta polémica que era preferible ignorarlo. ¿Acaso era necesario que los que ya estaban en la iglesia salieran de ella “simplemente con el objetivo de volver a entrar por la forma normal y prescrita?” Ellos bautizaban por inmersión a aquellos creyentes que lo deseaban. Sin embargo, el nacimiento del primer hijo de Alejandro convirtió la pregunta en un asunto práctico, y él se vio obligado a examinar las Escrituras cuidadosamente en lo concerniente a este asunto.
Llegó a la conclusión de que en el Nuevo Testamento no se enseña otra cosa que el bautismo de creyentes por inmersión, que esto es un mandamiento del Señor y que era una práctica apostólica de tanta importancia que no debía dejarse a un lado.
En una charca profunda en Buffalo Creek, donde ya varios miembros de la iglesia en Brush Run habían sido bautizados, Alejandro Campbell y su esposa, su padre, su madre, su hermana y dos más fueron bautizados (1812).
Este paso, aunque aumentó la enemistad entre la mayoría de las denominaciones religiosas y ellos, agradó a los bautistas, quienes propusieron que la iglesia en Brush Run se asociara con ellos. Los bautistas en el distrito se habían agrupado en una Asociación de iglesias llamada “Redstone”, y a pesar de su creencia en la autonomía de las congregaciones, sus pastores, quienes controlaban la obra de las asociaciones, ejercían tanta influencia que la iglesia en Brush Run temió que su autonomía pudiera verse comprometida por una unión más estrecha con ellos.
Además, la Asociación Bautista había adoptado una Confesión de Fe promulgada en 1747 por una Asociación Bautista en Filadelfia, la cual contenía teorías inaceptables para la iglesia de Brush Run. Sin embargo, los bautistas vecinos eran gente devota, amantes de la Palabra de Dios, e insistieron en que Alejandro Campbell debía venir y ministrar entre ellos. La iglesia de Brush Run, luego de un análisis, presentó ante la Asociación Redstone un informe completo de su posición, su “protesta contra todos los credos humanos como vínculos de comunión o unión entre las iglesias cristianas” y expresaron su disposición de cooperar con ellos si se les permitía enseñar y predicar todo lo que aprendieran de las Sagradas Escrituras. Esta propuesta fue aceptada por una mayoría de la Asociación. No obstante, algunos que no estuvieron de acuerdo conformaron una marcada oposición.
Esta oposición se hizo más manifiesta cuando en una reunión de la Asociación en Cross Creek (1818) Alejandro Campbell predicó un “Sermón sobre la ley” en el cual él demostró claramente las diferencias de los pactos y que ya no estamos bajo la ley, sino bajo Cristo quien es “el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree”. Él demostró cuántas prácticas en el cristianismo se derivan del Antiguo Testamento, el cual condujo al Nuevo Testamento y es suplantado por él. En el Nuevo Testamento hallamos el Evangelio y la enseñanza para nuestro tiempo presente. Esto estaba tan en contra de la mayor parte de la enseñanza de aquel entonces entre los bautistas que algunos de sus púlpitos fueron cerrados para Alejandro Campbell.
A principios del siglo XIX hubo cierta cantidad de movimientos espirituales movidos por un deseo de liberarse de los sistemas teológicos y las prácticas tradicionales que por tanto tiempo habían predominado.
Eran impulsados también por la creencia de que un regreso a las Escrituras probaría que ellas contienen todo lo que se requiere para la fe y la conducta, tanto para el individuo como para las iglesias.

EL NOMBRE DE “CRISTIANOS”

Uno de estos movimientos se desarrolló entre los metodistas. La independencia americana los había liberado del control extranjero. Al considerar el asunto del gobierno de la iglesia, la mayoría estuvo de acuerdo con la idea de establecer un sistema episcopal. Otros se pronunciaron a favor del sistema congregacional y deseaban que sus iglesias fueran establecidas conforme al modelo del Nuevo
Testamento. Estos eran una minoría y, al ser incapaces de lograr el apoyo para sus creencias, se separaron de la gran mayoría (1793). Santiago O’ Kelly y otros predicadores en Carolina del Norte y Virginia fueron líderes en la formación de estas iglesias que al principio adoptaron el nombre de “Metodistas Republicanas”, pero pronto lo abandonaron y decidieron no adoptar ningún nombre excepto el de “cristianos”. Estas iglesias no reconocían a ninguna cabeza de la iglesia, sino sólo a Cristo, y no formulaban ningún credo ni reglas, sino que únicamente aceptaban las Escrituras para su dirección.
Poco después de esto se originó un movimiento similar entre los bautistas. Un doctor, Abner Jones, y un predicador bautista, Elías Smith, fundaron iglesias en los estados del este donde la fe y la piedad se convirtieron en el requisito de acogida para sus miembros, y no el hecho de ser miembro de cualquier secta en específico (desde 1800).
Otros predicadores de entre los bautistas se unieron a ellos y un grupo de hombres dotados se incorporaron a las nuevas iglesias y llevaron el Evangelio a lugares lejanos. Todas estas iglesias adoptaron únicamente el nombre de “cristianos” y aceptaron las Escrituras como su suficiente guía.

BARTON WARREN STONE (1772–1844)

En Cane Ridge, Kentucky, en la última década del siglo XVIII, los primeros colonos presbiterianos construyeron un edificio de troncos para su lugar de reunión. En 1801 su ministro fue Barton Warren Stone. Al relatar su propia historia, escribió:
Por este tiempo, mi mente fue constantemente sacudida por los movimientos de la teología especulativa, el tan absorbente tema de la comunidad religiosa en ese período En ese tiempo, yo creía y enseñaba que el género humano estaba tan completamente depravado que era incapaz de hacer algo aceptable ante Dios, hasta que su Espíritu Santo, por medio de algún poder físico, misterioso y todopoderoso, avivara, instruyera y regenerara el corazón, preparando de esa manera al pecador a fin de que creyera en Jesús para su salvación.
Comencé a ver claramente que si Dios no llevaba a cabo esta obra regeneradora en todos, era porque él decidía hacerlo así en algunos y en otros no y, además, que esto dependía de su propia voluntad soberana esta doctrina está estrechamente vinculada a la elección incondicional y a la reprobación Son prácticamente una sola; y fue precisamente por esta razón que yo admití los decretos de elección y reprobación, habiendo admitido la doctrina de la depravación total. Las dos son inseparables.
A menudo cuando me encontraba persuadiendo a los desdichados para que se arrepintieran y creyeran en el Evangelio, por un momento sentía que mi celo se enfriaba por la contradicción. ¿Cómo pueden creer? ¿Cómo pueden arrepentirse? ¿Cómo pueden hacer lo imposible? ¿Cómo pueden ser culpables al no hacerlo?  Cierta noche, al ocuparme en la oración privada y en la lectura de la Biblia, mi mente se llenó de consuelo y paz. Nunca antes recuerdo haber experimentado semejante amor ardiente y ternura por la humanidad, y sentir tanto deseo por su salvación durante varios días y noches me mantuve casi todo el tiempo orando por el mundo decadente Le expresé así mis sentimientos a una persona piadosa, y precipitadamente le comenté: “Mi amor por los pecadores es tan inmenso que si tuviera el poder, los salvaría a todos”.
Al escuchar aquello, la persona se horrorizó y me dijo: “¿Acaso usted los ama más que Dios? ¿Por qué entonces no los salva él? Sin duda, él es todopoderoso”.
En aquel momento sentí vergüenza, me hallé perturbado y acallado, por lo que rápidamente me retiré al bosque apacible para la meditación y la oración.
Me hice la pregunta: ¿Acaso Dios ama al mundo, a todo el mundo? ¿No tiene él todo poder para salvar? Si es así, todos deberían ser salvos, por cuanto, ¿quién puede resistirse a su poder? Yo estaba firmemente convencido de que según la Escritura no todos llegan a ser salvos. La conclusión, pues, era que Dios no amaba a todo el mundo, y de ser así, el espíritu en mí, que amaba al mundo con tanta vehemencia, no podía ser el Espíritu de Dios, sino un espíritu de engaño Fue así como me postré ante Dios en oración, pero de inmediato se me vino a la mente que estaba orando en incredulidad y “todo lo que no proviene de fe, es pecado”. Se ha de creer, o de lo contrario no se recibirá nada bueno de la mano de Dios. Pero la fe me era tan imposible como crear un mundo.
Entonces serás castigado ya que “el que no creyere, será condenado”. ¿Pero acaso el Señor me condenará al castigo eterno por no hacer lo imposible? Todos estos pensamientos pasaron por mi mente, y surgió blasfemia en mi corazón contra un Dios como ese, y mi lengua se sintió tentada a proferirla. Comencé a sudar profusamente y los fuegos del infierno se apoderaron de mí en este estado poco común me mantuve durante dos o tres días.
De este estado de perplejidad fui librado por medio de la preciosa Palabra de Dios. Al leer y meditar en ella, me convencí de que Dios amaba a todo el mundo, y que la razón por la cual él no salvaba a todos era debido a la incredulidad de ellos. También llegué a la conclusión de que la razón por la cual ellos no creían no era porque Dios no ejercía su poder físico y todopoderoso en ellos, sino porque ellos se negaban a recibir su testimonio dado en la Palabra con respecto a su Hijo. “Estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.”
De modo que me di cuenta de que el requisito de fe en el Hijo de Dios era razonable, ya que el testimonio dado era suficiente para producir fe en el pecador, y las invitaciones y el aliento del Evangelio eran suficientes, si se creía en él, como para conducirlo al Salvador a fin de obtener la promesa del Espíritu Santo, la salvación y la vida eterna.
Este vistazo de fe y verdad fue el primer rayo de luz divino que alguna vez encaminó mi mente afligida y confusa por el laberinto del calvinismo y el error en el cual me había mantenido desconcertado por tanto tiempo. Ese rayo de luz me llevó a los ricos pastos de la libertad del Evangelio.
En este tiempo Stone fue a cerciorarse por sí mismo acerca del avivamiento que, según escuchó, estaba teniendo lugar en Kentucky y Tennessee. La gente caía al suelo y entraba en una gran angustia o gozo espiritual. Todas las clases sociales fueron afectadas. Después de un examen abundante y meticuloso de las circunstancias, se convenció de que era un avivamiento dado por Dios.

AVIVAMIENTOS EN KENTUCKY Y TENNESSEE

Cuando Stone regresó a su casa en Cane Ridge y predicó, acontecieron las mismas cosas. En cierta ocasión llegaron a reunirse unas 20.000 personas, y dicho encuentro se extendió por varios días. Predicadores presbiterianos, metodistas y bautistas predicaron al mismo tiempo en distintas partes del campamento. El espíritu partidario desapareció. Cerca de 1.000 personas de todas las clases experimentaron estas manifestaciones extrañas. Incluso después que pasó la emoción, perduraron los buenos resultados. Esclavos fueron libertados y las iglesias aumentaron en número y en celo.
Por este tiempo varios ministros presbiterianos, incluyendo a Stone, predicaron la suficiencia del Evangelio para salvar a los hombres.
Predicaron también que el propósito del testimonio de Dios era de producir fe y que era capaz de hacerlo. El propio Stone relata: “La gente parecía despertarse de un letargo perpetuo. Todos parecían darse cuenta por primera vez de que eran seres responsables, y de que el rechazo a hacer uso de los medios brindados era un pecado que los condenaba.”
El celo partidario comenzó a avivarse después de un tiempo y el presbiterio de Springfield, Ohio trajo a uno de estos predicadores ante el Sínodo en Lexington. Esto resultó en la separación de cinco ministros, quienes fundaron el Presbiterio de Springfield. Declararon su abandono de todas las confesiones y credos y su aceptación únicamente de las Escrituras como la guía para la fe y la práctica.
Stone reunió a su congregación y les dijo que él no podría apoyar más a ningún sistema religioso, sino que trabajaría a partir de ese momento para la extensión del reino de Cristo y no para ningún grupo. Fue así como renunció a su salario y se esforzó en su pequeña finca mientras continuó predicando.
Después de un año, tiempo durante el cual él actuó de acuerdo con el Presbiterio de Springfield, todos ellos llegaron a darse cuenta de que semejante organización no era bíblica, de manera que la dejaron. Sus razones están registradas en un documento titulado: “La última voluntad y testamento del Presbiterio de Springfield”. Ellos adoptaron el nombre de “cristianos”, el cual creyeron que había sido concedido por revelación divina a los discípulos en Antioquía.
Este grupo, reunido así en Cane Ridge en 1804, creía que era la primera iglesia en formarse sobre la base de los principios apostólicos originales. Creían que ningún grupo había hecho algo similar desde la época de Constantino cuando se dio la gran desviación.
Pronto se multiplicaron iglesias similares y cada congregación se consideraba una iglesia independiente. El bautismo de creyentes comenzó a ser enseñado entre ellos, fue aceptado, y se convirtió en su práctica.

LA “CONEXIÓN CRISTIANA”

El movimiento se propagó rápidamente a través de los estados del Oeste y se puso en contacto con los otros dos en el Este y Sur. Se unió a ambos para formar la “Conexión Cristiana”, dentro de la cual todos estuvieron de acuerdo con la idea de dejar el vínculo con los credos humanos, aceptar sólo la Escritura como su guía y andar en la sencillez delas iglesias primitivas.
Estos movimientos, al surgir cada uno de manera independiente y al descubrirse sólo posteriormente los unos a los otros, tenían mucho en común con aquellas iglesias donde los Campbell eran prominentes. Las iglesias de la “Conexión Cristiana” eran más activas en la predicación del Evangelio y, por tanto, aumentaron más rápidamente; en tanto las otras se ocuparon más de la enseñanza, de manera que avanzaron más en el conocimiento.
El talento sobresaliente y la actividad incansable de Alejandro Campbell como editor, autor, profesor, predicador, en los debates públicos, en la obra educacional, en la revisión del Nuevo Testamento y en otras áreas, llevó a una amplia aceptación de su enseñanza.
Las comunidades bautistas fueron influenciadas por la enseñanza de Campbell. Pero aquellos que no estaban dispuestos a aceptar la reforma poco a poco organizaron una oposición que comenzó a mostrarse en diferentes lugares por medio de una separación entre los bautistas y los reformistas. Con el tiempo, la acción de una de las Asociaciones Bautistas al excluir a varios predicadores reformistas destacados que trabajaban entre ellos, y posteriormente, al aconsejar a las iglesias que excluyeran a todos los reformistas de su comunión, trajo como resultado una separación general (1832).
Al mismo tiempo, las congregaciones y los individuos relacionados a Alejandro Campbell, y otros relacionados al anterior movimiento en el que Stone era activo, al llegar a conocerse mutuamente, se percataron de que sus objetivos y principios eran en esencia los mismos. Donde ellos diferían más bien se complementaban en vez de oponerse, de modo que comenzaron a relacionarse. Ambos grupos opinaban que una unión formal, como de dos cuerpos de creyentes, sería perjudicial, pero en 1832 se reconoció el compañerismo de todas estas iglesias.
Desde hacía mucho tiempo en estos círculos había existido un debate en cuanto a la naturaleza de la conversión. Se había sostenido en sentido general que el hombre es incapaz de hacer algo por su propia salvación, que ni siquiera podía creer excepto mediante una intervención del Espíritu Santo. Por lo tanto, existía mucho anhelo por experiencias espirituales internas que fueran una evidencia de la obra del Espíritu Santo en el corazón. Luego algunos comenzaron a señalar que la voluntad del hombre debe ejercerse, que cuando él escucha el Evangelio es responsable de aceptarlo por fe y que la responsabilidad de rechazarlo o desatenderlo, con la consiguiente pérdida, también recae sobre él.

WALTER SCOTT (1796–1861)

Walter Scott, uno de los evangelistas más exitosos y devotos que trabajaba conjuntamente con Tomás y Alejandro Campbell, y quien, antes que ellos, mantuvo una relación estrecha de servicio en el Evangelio con amigos de Barton Warren Stone, fue influenciado fuertemente por esta cuestión. Él creía que mucha predicación resultaba en gran medida ineficaz debido a que no se graba lo suficiente en las mentes de los oyentes el hecho de que ellos son responsables de aceptar a Cristo por fe como su Salvador sobre el testimonio de la Escritura y aparte de cualquier sentimiento propio que pudieran considerar como evidencia de la obra del Espíritu Santo. Walter Scott observó en el Nuevo Testamento que aquellos que creían eran bautizados, y que no temían dar aquel paso tajante.
También consideró las palabras de Pedro narradas en Hechos 2.38: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, y comenzó a suplicar a sus oyentes que dieran un paso al frente y se bautizaran “para perdón de los pecados”, agregando estas palabras, cuando bautizaba, a aquellas encomendadas por el Señor en Mateo 28.19. Esto llegó a ser una práctica común.
Scott describió la conversión en cinco pasos:
(1) La fe,
(2) El arrepentimiento,
(3) El bautismo,
(4) El perdón de pecados y:
(5) El recibimiento del Espíritu Santo.
Este esfuerzo por explicar más claramente el Evangelio mediante la descripción de sus procesos como se describe en Hechos 2.38, cuando Pedro les predicó a los judíos y a los prosélitos por primera vez en Jerusalén en el Pentecostés, realmente ayudó a muchos a alcanzar la fe y la obediencia.
Con todo, de haberse escogido como el ejemplo la primera predicación de Pedro a los gentiles en Cesarea, el orden hubiera sido:
(1) La fe,
(2) El perdón de pecados,
(3) El recibimiento del Espíritu Santo y:
(4) El bautismo (véase Hechos 10.43–48).
Es difícil reducir a una fórmula las reacciones mutuas del Espíritu Santo y la voluntad humana cuando se trata de la conversión.
La hermandad de tantas iglesias y su ocupación con las Escrituras avivaron la predicación del Evangelio. Se levantaron muchos hombres de todas las clases sociales y fueron capacitados para el servicio. Predicaron a Jesucristo, y a este crucificado, por lo que su palabra llevó fruto. Miles de personas se convirtieron y se sumaron a las iglesias, las cuales crecieron y aumentaron con gran rapidez. A sus adversarios les gustaba llamarlos “los stonetistas” o “los campbelistas”, pero ellos rechazaron estos nombres junto con todos los nombres sectarios. Se referían a sí mismos como “cristianos”, “discípulos”, “iglesias de Cristo”.
Uno de sus líderes en la segunda generación, Isaac Errett (1820–1888), los describe de la siguiente manera:
Entre nosotros la divinidad de Jesús y la verdad de que él es el Cristo es más que un simple artículo de doctrina es la verdad central del sistema cristiano, y en un sentido importante es el credo del cristianismo. Es una verdad fundamental que protegemos celosamente para mantenerla intacta.
Si los hombres están en lo correcto acerca de Cristo, Cristo los llevará a estar en lo correcto acerca de todo lo demás. Es por ello que predicamos a Jesucristo y a él crucificado. No reclamamos ninguna otra fe, en cuanto al bautismo y la membrecía de la iglesia, que la fe del corazón en que Jesús es el Cristo, el Hijo del Dios vivo; tampoco tenemos ninguna relación o vínculo de hermandad, sino mediante la fe en el Redentor divino y obediencia a él. Todos los que confían en el Hijo de Dios y le obedecen son nuestros hermanos, por muy equivocados que puedan estar acerca de alguna otra cosa.
Sin embargo, los que no confían en el Salvador divino para la salvación ni obedecen sus mandamientos no son nuestros hermanos, por muy inteligentes y excelentes que puedan ser en el resto de las cosas. En cuanto a posiciones que son básicamente deducciones, llegamos a conclusiones lo más unánimemente posible, y cuando no lo logramos ejercemos tolerancia, con la confianza que Dios nos guiará hacia una unión final.
En asuntos de opinión o sea, en temas sobre los que la Biblia guarda silencio, o menciona muy poco como para no poder uno arribar a conclusiones definitivas nosotros damos la mayor libertad, siempre y cuando nadie juzgue a su hermano, insista en que los demás acepten su opinión, o convierta dichos temas en un motivo de conflicto.
Estas iglesias se propagaron ampliamente en Australia, se establecieron en el Reino Unido, y alcanzaron muchos otros países. Como era de esperar, con el paso del tiempo aparecieron tendencias hacia el desarrollo de un sistema denominacional. Algunos llegaron a abogar por una obra misionera subordinada a una organización central.
La influencia del racionalismo popular de la época se hizo sentir en algunos círculos. En ocasiones los debates en cuanto a la interpretación o aplicación de la Escritura resultaban en divergencias de práctica. Todas estas experiencias demuestran la importancia del “testimonio de restauración” original. El regreso a la Escritura es el único camino hacia la verdadera unidad de las iglesias y hacia el poder necesario para difundirse en el mundo, pues sólo así pueden estas presentarle al mundo toda la Palabra de Dios.

RUSIA (1788–1914 850–1650 1812–1930)

La emigración menonita y luterana hacia Rusia; Los privilegios cambian el carácter de las iglesias menonitas; Wust; Avivamiento; Los “hermanos menonitas” se separan de la Iglesia Menonita; Avivamiento de la Iglesia Menonita; Prohibición de las reuniones entre los rusos; Autorización de la circulación de las Escrituras rusas; Traducción de la Biblia; Cyril Lucas; Los estundistas; Distintas vías por medio de las cuales el Evangelio llegó a Rusia; Gran incremento de las iglesias.
Los acontecimientos políticos en Rusia conducen a un aumento de la persecución; Los exiliados; Ejemplos de exilio y de la influencia del Nuevo Testamento; Decreto del Santo Sínodo contra los estundistas; Los cristianos evangélicos y los bautistas; Desorden general en Rusia; Edicto de tolerancia; Incremento de las iglesias; Fin de la tolerancia; La revolución; La anarquía; Auge del gobierno bolchevique; Esfuerzos por abolir la religión; Sufrimiento e incremento de las iglesias; Los comunistas persiguen a los creyentes; J. G. Oncken; Una iglesia bautista fundada en Hamburgo; Persecución; Tolerancia; La escuela bíblica; Los “bautistas alemanes” en Rusia; Las donaciones procedentes de los Estados Unidos; Los nazarenos; Frohlich... avivamiento por medio de su predicación.
Su exclusión de la iglesia; Los artesanos húngaros conocen a Frohlich; Reuniones en Budapest; Propagación de los nazarenos; Sufrimientos por negarse a prestar el servicio militar; La enseñanza de Frohlich.
Los descendientes de aquellas iglesias en Holanda que habían sido avivadas por medio de los esfuerzos de Menno en el siglo XVI prosperaron bastante cuando, bajo el liderazgo del Príncipe de Orange, se derrotó el poder de España y su tiranía fue sustituida por una libertad de conciencia y de culto sin precedentes.

EL PERÍODO DE1788–1914

Ya para el siglo XVIII los menonitas se habían convertido en un grupo muy próspero. Sin embargo, en Prusia, en parte por negarse a prestar servicio militar, ellos fueron sujetos a tales desventajas que se convirtieron en un grupo pobre y abatido. De modo que cuando llegó una oferta de la Emperatriz Catalina II de Rusia de ocupar una tierra en las regiones recién ocupadas al sur de Rusia, con libertad de culto y exención del servicio militar, esta fue acogida como un acto de liberación dado por Dios.
Los más pobres fueron los más dispuestos a emigrar, y en 1788 tuvo lugar el primer éxodo de 228 familias o unas 1.500 almas, quienes ya para el siguiente año se habían establecido en la provincia de Ekaterinoslav, en el distrito de Chortitza, a orillas del río del mismo nombre, que desemboca en el Dniéper. Al principio lucharon para poder subsistir, pero otros grupos los siguieron, entre ellos algunos que estaban mejor provistos de recursos.
Pronto la diligencia trajo prosperidad. La expectativa del gobierno ruso de que estos agricultores elevaran el estándar de la agricultura y el nivel de vida en general fue muy pronto satisfecha. A medida que la tierra negra, rica y fértil fue rindiendo sus cosechas abundantes de granos, se levantaron poblados bien organizados con calles amplias bordeadas de casas de construcción sólida. Fue así como los rusos y los tártaros vecinos vieron las posibilidades de riqueza de su tierra como nunca antes habían soñado.
No obstante, los menonitas no fueron los únicos emigrantes. Una gran cantidad de luteranos, principalmente de los círculos pietistas perseguidos en Wurttemberg, también vinieron a labrar la tierra y a edificar poblados por toda la región. Estos fueron los inicios de una colonización que aumentó sobremanera.
Con el transcurso del tiempo los asentamientos se propagaron a lo largo del sur de Rusia, hacia Crimea, especialmente por la cuenca más baja del Volga, hasta el Cáucaso y más allá hacia la Siberia e incluso hasta el Turkestán y llegando hasta las fronteras de China. Sin dejarse absorber por las poblaciones circundantes, los colonos mantuvieron su propio idioma, religión y costumbres, formando grupos bien íntegros, dispersos como islas rodeadas por el mar de los eslavos ortodoxos y otros pueblos del vasto Imperio.
Los privilegios dados por el gobierno pronto cambiaron el carácter de las iglesias menonitas, por cuanto, a fin de compartir estos privilegios, los hijos no tenían más opción que hacerse menonitas. Por eso eran recibidos en la iglesia, no, como antes, sobre la base de su confesión de fe en Cristo y las evidencias de su nuevo nacimiento, sino que eran bautizados y se hacían miembros cuando alcanzaban cierta edad o cuando se casaban.
De modo que la iglesia se convirtió en una Iglesia nacional, teniendo en sus filas lo mismo a miembros convertidos como no convertidos. Su nivel moral rápidamente degeneró. Familias que al llegar a Rusia se habían distinguido por su sobriedad y piedad cayeron en evidentes pecados de toda clase, de manera que la borrachera, la inmoralidad y la codicia pronto predominaron. Siempre se mantuvo un remanente piadoso que luchaba contra estos males y lamentaba profundamente, a nombre de sí mismos y de su pueblo, el fracaso de su testimonio.

EDUARDO HUGO OTTO WUST (1817–1859)

Sus oraciones fueron escuchadas y su ayuda llegó de un lugar inesperado. El dueño de una posada en Murrhard, Wurttemberg tuvo un hijo, Eduardo Hugo Otto Wust, a quien envió a estudiar teología.
A pesar de su vida pecaminosa en la Universidad de Tubingen, el joven aprobó los exámenes requeridos yen 1841 empezó a ejercer sus funciones clericales en la Iglesia nacional de Wurttemberg en Neunkircheny Riedenau. Wust se entregó a su obra con todo su vigor natural, mantuvo relaciones amistosas con los pietistas, los moravos y los metodistas, y al cabo de tres años después de su ordenación experimentó un cambio de corazón y pudo renunciar a sus hábitos y costumbres pecaminosos. Fue entonces, mientras esperaba el amanecer del año 1845, que recibió el pleno gozo del conocimiento del perdón de pecados y la certeza de ser un hijo de Dios.
Sus predicaciones y lecturas de la Biblia, tanto interesantes como eficaces, no sólo atrajeron a muchos a su alrededor, sino que, además, suscitaron la envidia y el odio de sus colegas del clero. Mientras sufría trabas y atrasos humillantes en su obra, recibió, por medio de la influencia pietista, una invitación para incorporarse a una iglesia “separatista” en Neuhoffnung en el sur de Rusia. A los 28 años de edad, Wust predicó su primer sermón en la iglesia allí. Era un hombre alto y corpulento con una voz potente y agradable, y su carácter afectuoso atrajo a aquellos con quienes entró en contacto.
En sus prédicas él mostraba a partir de las Escrituras lo que había experimentado en su propio corazón la suficiencia de la obra expiatoria de Cristo y la certeza de la salvación que pueden poseer aquellos que confían en él.
A su iglesia, ya atestada, llegaron oyentes adicionales de todos los círculos, entre ellos los menonitas. Wust no permitió que las diferencias denominacionales limitaran sus actividades, por lo que pronto se vio compartiendo lecturas de la Biblia en casas menonitas y predicando en sus lugares de reunión. Esto trajo consigo un gran avivamiento. Los pecadores fueron traídos al arrepentimiento y una gran cantidad de almas encontraron la paz al creer; hubo así un giro poderoso del pecado a la santidad.
No obstante, inmediatamente la oposición hizo su acto de presencia. A Wust se le prohibió el uso de los lugares de reunión menonitas, pero esto no frenó el progreso del avivamiento. Surgieron dificultades por medio de algunos que cedieron a expresiones de gozo trastornadas y extravagantes, confundiendo sus sentimientos con la dirección del Espíritu Santo. Pero este rasgo del movimiento, que sólo podía conducir a la locura y al pecado, fue superado con el tiempo y la buena obra persistió a pesar de los ataques tanto internos como externos.
Wust murió en 1859, apenas a los 41 años de edad. Durante su vida algunos de los menonitas convertidos participaron en la Cena del Señor junto con los miembros de su congregación.
Después de su muerte, en el mismo año, un grupo de creyentes menonitas, al sentir que ya no era debido tomar la Cena del Señor en su iglesia junto con los incrédulos, comenzaron a celebrarla de vez en cuando en casas particulares sólo con aquellos que confesaban la fe en Cristo.
Esto despertó un gran resentimiento, y aunque ellos habían deseado evitar las divisiones, varios fueron obligados a separarse de la Iglesia Menonita. Pronto otros se sumaron a ellos y en 1860 se fundó una congregación independiente de hermanos menonitas.

LOS “HERMANOS MENONITAS”

La antigua Iglesia Menonita ahora actuaba para con las iglesias de los “hermanos menonitas” recién fundadas de la misma manera en que habían actuado en épocas anteriores las Iglesias del estado para con sus antepasados; los condenaron y los entregaron a las autoridades civiles para que los castigaran. Pidieron que los privaran de todos sus derechos como menonitas, e incluso amenazaron a algunos con desterrarlos a Siberia.
Durante años este asunto fue un tema de constante negociación con el gobierno, tiempo durante el cual los “hermanos” sufrieron severamente. Finalmente el gobierno les concedió a todos los menonitas todos sus privilegios originales, aparte de cualquier cuestión referente a su pertenencia a una iglesia en específico.
Las reuniones de los “hermanos menonitas” aumentaron constantemente y, con su crecimiento, los dones del Espíritu Santo se manifestaron de manera abundante entre ellos. En su esfuerzo por seguir el modelo y la enseñanza del Nuevo Testamento en sus iglesias, se dieron cuenta de que el modo de bautizar en la Iglesia Menonita, por medio de la aspersión del agua, no era el de los apóstoles, de manera que introdujeron el bautismo de creyentes por inmersión.
Más tarde algunos comprendieron que su compañerismo debía ser con todos los cristianos y no sólo con los menonitas y, aunque no todos concordaban en este asunto, algunas de las iglesias tuvieron libertad para recibir a todos aquellos que según su conocimiento pertenecían a Cristo. Las visitas de hermanos ministros del extranjero, de distintos grupos de creyentes, ayudaron en esto.
Uno de los resultados de estos acontecimientos fue un gran cambio en la Iglesia Menonita. Aunque esta continuaba sumando tanto miembros creyentes como no creyentes, el avivamiento que había sacado de sus filas a tantos demostró ser eficaz entre muchos de los que permanecieron dentro de su hermandad. El Evangelio fue predicado por sus ministros con un poder salvador; la vida piadosa de los conversos fue un testimonio constante para los que se encontraban a su alrededor; el pecado fue censurado y la norma moral de la sociedad en sentido general, incluso entre los inconversos, mejoró. Además, el rencor que existía entre la “Iglesia” y los “hermanos” disminuyó poco a poco y los creyentes de ambos bandos llegaron a disfrutar de una hermandad en Cristo a pesar de sus diferencias de opinión.
La inmensa necesidad del mundo pagano y la responsabilidad de llevar el Evangelio entre aquellos que nunca antes lo habían escuchado comenzó a pesar en las conciencias de muchos, tanto así que misioneros fueron enviados a la India y otras partes. La riqueza que se incrementó rápidamente entre estos colonos se convirtió en una tentación para muchos de ellos, pues se vieron tentados a involucrarse demasiado en las cosas materiales.
No obstante, también hubo aquellos que aprovecharon bien su riqueza en el temor de Dios y para el avance de su reino. Una gran cantidad de ellos había emigrado a América, de modo que, en diferentes formas, sus intereses se extendieron más allá de su primer círculo limitado hacia las regiones lejanas del mundo.
Junto con los privilegios que los menonitas recibieron del gobierno ruso también adquirieron obligaciones y limitaciones. En lugar del servicio militar, sus jóvenes fueron empleados por cierta cantidad de años en los servicios forestales. Además, se les prohibió celebrar reuniones entre los rusos o de alguna forma “hacer propaganda” entre los miembros de la Iglesia Ortodoxa Griega, y sobre estos requisitos, los cuales ellos aceptaron y cumplieron, se les garantizó su propia libertad de reunión.
Con todo, hubo una actividad espiritual destacada y bendiciones en sus aldeas dispersas por las extensas estepas rusas. Muchos obreros rusos fueron empleados por los menonitas; algunos de ellos los acompañaban en la adoración familiar que tenía lugar diariamente en los hogares de los creyentes y allí escuchaban la Palabra de Dios. El Evangelio se convirtió en un tema de conversación popular entre los hombres al encontrarse ellos en la granja o en el mercado, y entre las mujeres al encontrarse en la casa o en los campos.

EL PERÍODO DESDE 850–1650

Los rusos no conocían las Escrituras porque eran leídas en sus iglesias en el antiguo idioma eslavo, el cual no comprendían. Como no había predicación en sus iglesias, sino que sólo se celebraban los rituales y se cantaban hermosas alabanzas, ellos permanecían, al igual que sus sacerdotes, en relativa ignorancia de la revelación divina.
Sin embargo, la Iglesia Ortodoxa no se oponía a la circulación de las Escrituras, sino que enseñaba a la gente a considerar la Biblia como un libro santo, el Libro de Dios. Por lo tanto, existía un interés sincero por parte del pueblo ruso un pueblo religioso por naturaleza de escuchar el contenido desconocido del libro que ellos veneraban. A medida que la maravillosa historia del Evangelio llegó a ellos, fue bien recibida en muchos corazones.

TRADUCCIÓN DE LA ANTIGUA BIBLIA ESLAVA

Al igual que sucedió en muchas otras naciones, entre los pueblos eslavos la Biblia también fue el comienzo de la literatura.  Fue a fin de llevarles la Biblia que Cirilo, en el siglo IX, creó el alfabeto cirílico  al combinar algunos caracteres griegos con el antiguo glagolítico para expresar los sonidos de los idiomas eslavos y tradujo así una gran parte del Nuevo Testamento. Su compañero, Metodio, se esforzó por preservar el derecho de usarlo cuando este se vio amenazado por los partidarios del latín.
Desde Moravia, donde se originó, este idioma eslavo antiguo de la Biblia eslava se difundió y llegó a convertirse, antes que el idioma griego, en el idioma de la iglesia de la mayoría de los países de la Iglesia Ortodoxa Griega. Al desarrollarse las diferentes ramas de los idiomas eslavos, el idioma antiguo llegó a ser desconocido por la gente, pero en el siglo XI el gobernante ruso de Kiev, Yaroslav, tradujo partes de la Biblia al idioma común.
Fue el estudio de las Escrituras lo que llevó a un pastor de ovejas y a un diácono en el siglo XIV a predicar en Pskov y luego en Nóvgorod donde multitudes de personas se congregaban en torno a la feria. Ellos demostraron que los sacerdotes de la Iglesia Ortodoxa no recibían el Espíritu Santo mediante su ordenación y que no había valor alguno en los sacramentos que ellos administraban. Además, demostraron que la iglesia es una asamblea de verdaderos cristianos que puede elegir a sus propios ancianos; que sus miembros pueden tomar la Cena del Señor entre ellos mismos y bautizarse, y que todo cristiano puede predicar el Evangelio. Como era de costumbre en Rusia, se podía leer las Escrituras pero no practicarlas, de modo que sus seguidores fueron reprimidos y dispersos.
En 1499, el Arzobispo de Nóvgorod recopiló varias traducciones eslavas y publicó toda la Biblia, la cual fue impresa en su forma completa en Ostrog en 1581.

CIRILO LUCAS (LUCAR) (1572–1638)

La Iglesia Ortodoxa Griega se diferenciaba de la Iglesia Católica Romana en que no había pasado por ninguna experiencia similar a la Reforma, aunque se hizo un intento por introducirlos principios de la Reforma  a ella, y esto en los rangos más altos. Cirilo Lucas, natural de Creta, fue conocido como el hombre más culto de su tiempo. Llegó a ser Patriarca de Alejandría (1602) y de Constantinopla (1621) sucesivamente. Fue él que descubrió en el Monte Athos un manuscrito del siglo V que para ese entonces era la Biblia griega más antigua de la que se tuviera conocimiento.
Desde Alejandría él se la envió a Carlos I, rey de Inglaterra, y se encuentra en el museo británico, conocida actualmente como el Códice Alejandrino.
Mientras aún era Patriarca de Alejandría, Cirilo comenzó a hacer una comparación cuidadosa de las doctrinas de las Iglesias Griegas, Romanas y Reformadas con las Escrituras y decidió abandonar el patriarcado para aceptar las Escrituras como su guía.
Al darse cuenta de que las enseñanzas de los reformistas eran más de acuerdo con las Escrituras que las enseñanzas de las Iglesias Griegas o Romanas, publicó una Confesión en la cual se declaraba en muchos aspectos partidario de los reformistas. “Ya no puedo soportar más” decía, “escuchar a un hombre decir que los comentarios de la tradición humana tienen igual peso que las Sagradas Escrituras.” Cirilo Lucas denunció enérgicamente la doctrina de la transubstanciación y la adoración de imágenes.
Enseñaba que la iglesia católica verdadera incluye a todos los fieles en Cristo, pero al mismo tiempo se manifiestan iglesias visibles en diferentes partes del mundo en distintas épocas. Estas no estaban exentas de errores y, por lo tanto, las Escrituras son dadas como una guía infalible y una autoridad a las cuales siempre se debe regresar. De manera que él recomendaba el estudio constante de la Escritura. El Espíritu Santo capacita a aquellos que son nacidos de nuevo para que la comprendan al comparar una parte de ella con otra.
Tales enseñanzas, provenientes de semejante fuente, suscitaron un gran debate y Cirilo Lucas se vio involucrado en un conflicto tenaz.
Cinco veces fue desterrado y la misma cantidad de veces se le pidió regresar. El Gran Visir del Sultán confiaba en él y lo apoyaba, pero esto, mientras le permitía mantener su posición, dañaba su testimonio, debido a que se consideraba incompatible que un maestro cristiano dependiera del apoyo de un político musulmán. En un Sínodo de la Iglesia Griega celebrado en Belén, se llegó a una confirmación de la antigua orden en la Iglesia Ortodoxa, la cual desaprobó la reforma.
Pero la oposición más eficaz a este reformista griego provino de la Iglesia Latina, la cual por medio de las intrigas de los jesuitas en reiteradas ocasiones obstaculizó su obra y finalmente, al calumniarlo en su ausencia ante el Sultán Amurath, quien se acercaba a Bagdad para sitiarla, obtuvo una orden apresurada para ejecutarlo. Cirilo Lucas fue estrangulado con la cuerda de un arco en Constantinopla y su cuerpo fue echado al mar. Después de su muerte, Sínodo tras Sínodo condenó sus doctrinas.

EL PERÍODO DESDE 1812–1930

En 1812, el Zar Alejandro I fomentó el establecimiento de la Sociedad Bíblica  Británica y Extranjera en Rusia, otorgándole privilegios especiales, por lo que una gran cantidad de filiales fueron inauguradas, extendiéndose hasta las regiones más remotas del Imperio. Había un deseo genuino de adquirir las Escrituras en los distintos idiomas hablados en el Imperio, especialmente entre los que hablaban ruso, y las ventas aumentaron constantemente.
El efecto de esta lectura de las Escrituras fue extraordinario; una gran cantidad de personas se apartó de la ignorancia y del pecado para convertirse en seguidores sinceros y diligentes del Señor Jesucristo. Por supuesto, esto produjo oposición y el Santo Sínodo desempeñó un papel activo al impedir por todos los medios posibles la divulgación de las Escrituras.
No obstante, hasta el establecimiento del Gobierno Bolchevique en aquel país existieron muchas facilidades para proveer la Palabra de Dios a este pueblo lleno de anhelo de recibirla.

LOS ESTUNDISTAS

A las reuniones de los colonos alemanes se les llamaba en su propio idioma Stunden, y como los rusos comenzaron a reunirse para la lectura de  las Escrituras y la oración, se les llamó a modo de reproche “estundistas”, o sea, aquellos que dejan su iglesia por las “reuniones”. Ellos mismos no usaban este nombre, sino que se llamaban hermanos los unos a los otros.
Para estos rusos la lectura de las Escrituras resultó ser una revelación y un poder extraordinario. Ellos se dieron cuenta de que el sistema religioso en el cual habían sido educados los había mantenido en ignorancia de Dios y alejados de su salvación en Cristo. El arrepentimiento por sus pecados, los cuales eran muchos, fue total y sin reserva.
Su aceptación de Cristo como su Salvador y Señor tuvo lugar en abundancia de fe y amor. Al percatarse del total desacuerdo existente entre la Iglesia Rusa y las enseñanzas de la Escritura, ellos abandonaron la primera y se aferraron a la última según todo su conocimiento.
El bautismo fue practicado de diferentes formas por los colonos alemanes, pero al principio ninguno de ellos bautizaba por inmersión; a cambio, en la Iglesia Griega el bautismo era por inmersión, pero era administrado a los infantes. Los creyentes rusos fueron directo a la Palabra de Dios y, sin dejarse influenciar por las prácticas que predominaban a su alrededor, llegaron en seguida a la convicción de que la enseñanza y el modelo del Nuevo Testamento era el bautismo de creyentes por inmersión.
Su costumbre de actuar con valentía hizo que de inmediato llevaran esto a la práctica, y se convirtió en una norma universal entre los creyentes.
También comprendieron que la partición del pan era un mandato del Señor limitado a los creyentes, por lo que también actuaron sobre esta convicción. El sistema clerical de la Iglesia Ortodoxa desapareció cuando ellos comprendieron a partir de las Escrituras la constitución de la iglesia y las iglesias, el sacerdocio de todos los creyentes, la morada del Espíritu Santo, los dones y la libertad de ministerio que él da para la dirección en las iglesias, para edificar a los santos y para divulgar el Evangelio entre todos los hombres.
Este movimiento, llamado estundista por los demás, rápidamente se hizo tan extenso (cada grupo de conversos se convirtió inmediatamente en una iglesia y en un centro desde el cual el testimonio se extendía a todas partes) que era evidente que la obra del Espíritu manifestado entre los colonos extranjeros no había sido otra cosa sino la introducción y el comienzo de una obra de mucho mayor alcance que se afianzaba entre las masas del pueblo ruso. Pero la libertad de culto garantizada a los colonos no fue concedida a los ciudadanos natales del país, y las iglesias rusas tuvieron que soportar la persecución desde el comienzo, aunque esta no pudo frenar su entusiasmo paciente.

BOHNEKAMPER Y LAS IGLESIAS RUSAS

Aunque los menonitas fueron un medio tan importante para introducir el Evangelio que predominaría a través de las extensas regiones de Europa y Asia, ellos no fueron el único medio empleado. Bohnekamper, enviado por la Misión de Basilea al Cáucaso y expulsado de esa región, ocupó el cargo de pastor en una colonia  alemana cerca de Odessa, donde él realizaba lecturas de la Biblia en ruso para los obreros que venían desde muchas partes a trabajar en las cosechas. Estos luego se llevaban a sus hogares la Palabra de Dios que habían recibido.
Miembros de la Sociedad de los Amigos, como Étienne de Grellet, Guillermo Allen y otros, visitaron a San Petersburgo y allí hicieron contacto con el Zar Alejandro I para influenciarlo a favor de la terminación de la traducción de la Biblia al idioma ruso. El Zar les relató a estos Amigos que no había visto una Biblia hasta que tuvo cuarenta años de edad, pero que cuando en ese tiempo fue instruido a leerla, la devoró al descubrir allí la expresión de todos sus problemas como si se los hubiera descrito él mismo.
También les comentó que de la Biblia él había recibido la luz interna y que había descubierto que esta era la única fuente de conocimiento que salva. Esta experiencia lo hizo estar dispuesto a apoyar la propuesta hecha por los Amigos y a ofrecerles las facilidades para la introducción y venta de las Escrituras en Rusia, las cuales resultaron ser de un valor incalculable.

“VASSILIJ IVANOVITCH” MELVILLE

Un escocés, Melville, conocido en Rusia como Vassilij Ivanovitch, representante de la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, dedicó sesenta años de su vida a la distribución de las Escrituras en el Cáucaso y en el sur de Rusia. No sólo se dedicó a la distribución de los libros, sino también a la aplicación de su contenido a las conciencias de aquellos que los compraban. Melville permaneció soltero e hizo de la divulgación de la Palabra de Dios su único objetivo, en el cual se destacó como líder y ejemplo a muchos distribuidores de Biblias devotos que seguirían sus pisadas.
La llegada de un Nuevo Testamento a un distrito ha sido a menudo el medio de la conversión de almas, la formación de una iglesia y la posterior divulgación del Evangelio; todo esto antes de descubrir la existencia de otros hermanos que también cumplen las Escrituras. Ejemplos de este tipo han sido corroborados en muchos lugares desde Siberia del norte hasta la costa sur del Caspio.
Procedente de otra región vino Kascha Jagub, un nestoriano de Persia que, con la ayuda de la Misión Americana, llegó a Rusia, desarrolló un gran talento para la evangelización, especialmente entre los pobres, y, bajo el nombre ruso de Jakov Deljakovitch, viajó y predicó por toda Rusia y Siberia durante casi treinta años, esto a finales del siglo XIX.

LORD RADSTOCK Y CORONEL PASCHKOV

Otra clase social fue alcanzada por medio de los esfuerzos de Lord Radstock (1833–1913) quien, partiendo de Inglaterra en 1866, visitó muchas tierras, dando a conocer el Evangelio, y llegó a San Petersburgo. Allí llevó a cabo lecturas de la Biblia en las casas de algunos miembros de la aristocracia y se manifestó una obra poderosa del Espíritu Santo.
Numerosas personas pertenecientes a los rangos más altos de la sociedad se convirtieron cuando escucharon sus sencillas y sinceras exposiciones de la Escritura, reforzadas con ejemplos ilustrativos. Muchas almas llegaron a conmoverse incluso en la casa y familia imperial. Estos creyentes llevaron a cabo las enseñanzas de la Palabra de Dios con la misma fidelidad que los granjeros y los obreros en el sur, con quienes ellos pronto desarrollaron relaciones fraternales.
Ellos fueron bautizados y cumplieron con la partición del pan. En sus palacios los cristianos más pobres e ignorantes se sentaron junto a las personalidades de mayor rango en el país, unidos por los lazos de una vida común en Cristo.
Entre estos conversos se encontraba un terrateniente rico, el Coronel Vassilij Alexandrovitch Paschkov, quien dispuso el salón de baile de su palacio para las reuniones. Vassilij predicó el Evangelio en todas partes, en las prisiones y en los hospitales así como en los lugares de reunión y en las casas. Usó su gran riqueza en la distribución de las Escrituras; publicó tratados y libros, ayudó a los pobres y de cualquier modo posible ayudó a extender el reino de Dios. Luego, se le prohibió celebrar reuniones en su casa (1880). Pero como no desistió, fue desterrado debido a la influencia del Santo Sínodo, primero de San Petersburgo y luego de Rusia. La mayor parte de sus propiedades fueron confiscadas.
Los “bautistas alemanes” se habían dispersado en Rusia procedentes de Alemania y se habían hecho numerosos en Polonia y en muchas otras partes, pero gozaban de cierta libertad sólo bajo la condición de que limitaran su ministerio a los alemanes o a otros no pertenecientes a la Iglesia Ortodoxa.
Sin embargo, con el tiempo su influencia condujo al establecimiento de congregaciones de “bautistas rusos” las cuales también se difundieron con gran rapidez. La principal diferencia entre estas y las otras iglesias era que las iglesias bautistas pertenecían a una determinada federación u organización de iglesias, mientras que las otras consideraban a cada iglesia como una congregación independiente; cada una dependía directamente del Señor.
Estas últimas mantenían la comunión entre las varias iglesias por medio del contacto personal y las visitas de los hermanos que ministraban. Además, entre los bautistas cada iglesia tenía, tanto como fuese posible, un pastor designado, mientras que entre las otras iglesias había libertad de ministerio y los ancianos eran elegidos de entre ellos mismos.
De modo que el Evangelio llegó a aquellos enormes territorios a través de diferentes medios, pero una vez recibido, fue adoptado por los propios rusos, y nunca fue una “misión extranjera” o una institución extranjera entre ellos. Ellos comprendieron desde un inicio que la Palabra de Dios era para ellos directamente, sin la mediación de ninguna Sociedad o Misión, y que la responsabilidad del ministerio de reconciliación recaía sobre ellos.
Esta responsabilidad la acometieron con todas las consecuencias y los sufrimientos que implicaba, con un celo sincero que nada ni nadie pudo detener. Como resultado de todo esto el Evangelio se difundió y continúa difundiéndose por todos esos continentes de una manera totalmente distinta de lo que sería posible donde la obra es mantenida y controlada por una Sociedad Misionera extranjera. En la actualidad las iglesias en Rusia se cuentan por miles y sus miembros por millones.
Desde sus comienzos estas iglesias fueron sometidas a una persecución irregular, pero con el paso del tiempo la persecución se generalizó y llegó a ser más severa debido a la evolución de los acontecimientos políticos.
La forma autocrática del gobierno, con su consecuente supresión violenta de la libertad individual, condujo a la formación de sociedades secretas cuyo objetivo era derrocar la tiranía existente, valiéndose de cualquier medio, sin importar cuán brutal. Los asesinatos y los atentados de estos nihilistas aterrorizaron tanto a la clase dominante que motivaron la aplicación de medidas de represión aun más drásticas. El Zar, Alejandro II, personalmente deseaba una reforma, aunque no se daba cuenta de la gravedad de la tormenta de resentimiento e indignación acumulada durante siglos de opresión desenfrenada.
Con todo, se encontraba seriamente ocupado a fin de traer cambios importantes en este sentido cuando, en 1881, fue despedazado por una bomba nihilista en las calles de San Petersburgo. Se produjo una reacción violenta hasta el más total despotismo. Sus sucesores, con sus consejeros, se dedicaron a aniquilar no sólo a los revolucionarios desesperados, sino también a toda clase de divergencia contraria a su ideal de una Rusia santa con un gobierno autocrático absoluto tanto en el estado como en la Iglesia.
Los disidentes políticos, los elementos no-rusos en la población del Imperio, especialmente los judíos, las universidades también y muchos otros cayeron bajo la opresión. Y era evidente que las iglesias de creyentes fuera de la Iglesia Ortodoxa no serían perdonadas.

EL AUGE DE LA PERSECUCIÓN DE CREYENTES

En Pobiedonóstsef, procurador general del Santo Sínodo, estas iglesias encontraron un adversario implacable y constante. El encarcelamiento, las multas y el exilio fueron su suerte, mientras que los sacerdotes incitaban a la gente a atacarlos, maltratarlos y destruir sus hogares y bienes. Sus reuniones fueron prohibidas, y cuando se les descubría reuniéndose secretamente para la oración y la lectura de las Escrituras, eran dispersados por la fuerza, seguidos por el arresto y el castigo. Cada vez más hermanos, especialmente de los ancianos y líderes de las iglesias, eran desterrados a Siberia o el Cáucaso.
Esto resultó ser un medio de difundir el testimonio, ya que adondequiera que estos exiliados iban, testificaban de Cristo.
En ocasiones los discípulos eran llevados ante las cortes y condenados y sentenciados formalmente; pero a menudo eran exiliados por medio de una orden administrativa y por lo tanto no se requería acusación ni juicio alguno. El destierro era un castigo demasiado cruel. Se ataban cadenas pesadas a los pies y las manos de los condenados.
Las cadenas de los pies eran tan largas que el prisionero tenía que levantarlas y cargarlas en las manos para poder caminar. Los cientos y cientos de kilómetros hasta los lugares de destierro eran recorridos a pie durante los primeros años. Más tarde, muchos fueron enviados en vagones de tren, dentro de los cuales el aire y la luz sólo entraban a través de una pequeña y bien enrejada ventanilla. Si había recursos, las esposas y los hijos de los exiliados podían acompañarlos al exilio.
Todos estaban a merced de los soldados violentos y brutales que encaminaban el espantoso tren de criminales mezclados con disidentes políticos y religiosos, y sumaban a su desgracia el cruel knout (un látigo usado para azotar) y todo capricho que se les antojara.
Las prisiones en el camino eran los lugares de parada. Allí se recogía a los grupos de personas hasta que se daba la orden de continuar la marcha, esperando a veces horas y en ocasiones meses. Estas prisiones estaban terriblemente atestadas; por las noches a menudo no había lugar para que todos se acostaran en el piso y se tenían que acostar unos encima de otros.
No había servicios sanitarios ni duchas, mientras que los piojos y otros bichos que venían en tropel sobre los prisioneros, quienes a menudo estaban cubiertos de llagas, se sumaban a sus desgracias. La comida era una porquería, y no existía refugio para ningún hombre, mujer o niño que quisiera protegerse de cualquier injusticia o ultraje que aquellos a su cargo quisiera imponerle. Entre los oficiales había uno que otro con un afecto humano, pero lograban poco en contra del sistema cruel del cual eran parte.
En los lugares distantes de su destierro, los exiliados subsistían como pudieran. No se les permitía abandonar la ciudad o el pueblo al que eran asignados. En ocasiones los desterrados no comprendían el idioma que se hablaba allí. Una gran cantidad de ellos moría sin llegar a su destino debido a las privaciones y el tratamiento cruel que recibían de camino. Cuando el destierro no era de por vida se establecía un término de años, pero a menudo sucedía que cuando este había expirado y el cautivo esperaba la libertad, se le imponía un término adicional. Año tras año, en un sinnúmero de ciudades y pueblos rusos, se llevó a cabo este conflicto.
Por un lado, siempre había una cantidad cada vez mayor de personas, de todas las clases sociales, quienes por medio de las Escrituras habían encontrado en Cristo su Salvador y Señor y se habían empeñado en seguirlo y en hacer de la Palabra de Dios su guía en todo. Por otra parte, todos los recursos y el poderío del vasto Imperio Ruso eran usados para imposibilitar esto, para obligar a estos cristianos a negar la fe y regresar a las formas muertas de religión y a las idolatrías de las cuales Cristo los había liberado. Todos estos poderes, tanto el imperial como el ortodoxo, sucumbieron ante la paciencia indómita y el celo ardiente de los santos.

FREDERICK BAEDEKER (1823–1906)

Al mismo tiempo que estas persecuciones se llevaban a cabo, se favorecía la venta del Nuevo Testamento. Hubo ocasiones en  que, por medio de la influencia personal en los más altos círculos, se obtuvo autorización para visitar las prisiones y distribuir el Libro. El Dr. Frederick W. Baedeker fue uno que se destacó como un hombre devoto e incansable en este servicio. Sin embargo, los que hicieron caso de los preceptos del Nuevo Testamento fueron tratados como criminales y sufrieron las consecuencias.
Entre los innumerables incidentes registrados, quizá unos pocos puedan dar una ligera impresión del panorama vivido en ese tiempo. En Polonia un joven asistió a unas reuniones donde escuchó la predicación del Evangelio y se convirtió a Cristo, dejando su vida pecaminosa y negligente. Este joven no pudo resistir contarles a los demás acerca de la salvación que había encontrado. Como resultado de esto, otros pecadores se volvieron a Dios. Con el tiempo, él formó parte de un grupo de catorce jóvenes que fueron exiliados a un lugar más allá de Irkutsk en Siberia.
De estos, siete murieron de camino, los que quedaron fueron encarcelados tres años y medio y luego fueron puestos en libertad. Seis de estos últimos murieron muy pronto de tuberculosis que contrajeron en la cárcel. El único que quedó, habiendo perdido todo contacto con sus conocidos en Polonia (a pesar de haberse casado allí y haber dejado atrás a su esposa e hijo bebé) y no teniendo recursos para emprender el largo viaje de regreso, consiguió trabajo como herrero y se quedó en Siberia. Nunca dejó de testificar por Cristo y en el lugar donde él se encontraba se fundó una iglesia que creció y prosperó.
Una joven que vivía con sus padres, familia de granjeros pudientes, se convirtió y fue diligente al hablarles a sus amigos y vecinos acerca del Salvador. Ella fue sentenciada a un destierro de por vida en Siberia. A ella se le posibilitó viajar en tren. Cuando el vagón de los prisioneros en el que iba María llegó a la estación cerca de su casa, una gran multitud de parientes y simpatizantes se encontraba allí reunida.
Ellos sólo lograron un vistazo de su rostro mientras ella lo apretaba contra los gruesos barrotes de la pequeña ventana, pero ella sí pudo verlos mejor. “Los amo” dijo, “Papá, Mamá, hermanos, hermanas, amigos, no los volveré a ver jamás, pero no piensen que estoy arrepentida de lo que he hecho. Me agrada sufrir por causa de mi Salvador que lo sufrió todo por mí.” El tren continuó su viaje, y no se volvió a escuchar nada más de ella, pero un muchacho que se encontraba en aquella multitud regresó a su casa llorando y al poco tiempo decidió seguir a Cristo. Él creció para convertirse en un predicador eficaz del Evangelio por medio de quien muchos fueron traídos a la obediencia de la fe.
Un campesino que vivía en un pueblo al norte de Omsk, donde los claros en el gran bosque de alerce y abedul plateado proporcionaban lugar para las siembras, fue llamado al servicio militar y tomó parte en la guerra japonesa. De un camarada, él obtuvo un Nuevo Testamento, y mediante la lectura del mismo se convirtió en un hombre nuevo. Sus hábitos anteriores de alcohol y perversidad fueron transformados en sensatez, honradez y paz al convertirse en cristiano.
Cuando aquel campesino regresó a su pueblo natal el cambio era evidente, pero sus amigos se impresionaron menos por su conducta cambiada que por la aparente falta de religión que ahora veían en él, pues ya no participaba en las ceremonias de la Iglesia Ortodoxa ni mantenía los iconos o cuadros sagrados en su casa. Él se dedicó a la lectura de su Nuevo Testamento con un vecino que también aceptó a Cristo por fe y lo demostró en su vida transformada.
Esto alarmó al sacerdote, y según su consejo el segundo campesino fue capturado y golpeado por su padre y hermanos hasta que lo dieron por muerto. Sin embargo, su esposa se lo llevó a rastras hasta su choza y lo cuidó hasta que recuperó la salud. Entre tanto, otros, al escuchar el contenido del Nuevo Testamento, decidieron seguir a Cristo, y los que creían en el Evangelio se reunían a cada oportunidad para la lectura del Libro.
A medida que fueron leyendo, se dieron cuenta de que era la práctica de los primeros discípulos bautizar a los creyentes, de manera que fueron hasta el Río Irtish el cual pasaba frente a su pueblo de chozas dispersas desordenadamente. Allí el ex soldado comenzó a bautizar, y él y los demás continuaron haciéndolo cada vez que fuera necesario. A medida que leían, comprendieron que ellos eran una iglesia como se describe en las Escrituras. Los dones del Espíritu Santo eran evidentes entre ellos: había ancianos capacitados para dirigir, maestros, evangelistas; en fin, de algún modo cada uno era útil para la iglesia en su conjunto. Cada primer día de la semana se reunían y recordaban la muerte del Señor en la partición del pan, habiendo encontrado también esto al leer las Escrituras.
El sacerdote y sus simpatizantes tomaron cualquier medida que consideraran adecuada para frenar el movimiento. Las ventanas y puertas de las casas de los creyentes fueron rotas, ellos fueron golpeados, y sufrieron la pérdida de su ganado. Se les impuso toda clase de castigo, el cual ellos soportaron con paciencia y valentía, convirtiéndolo en un motivo constante de oración. Cuando cerca de la mitad de los habitantes del pueblo habían sido añadidos a la iglesia, semejante violencia no pudo continuar. Para entonces el sacerdote había recurrido a la táctica de afirmar que la nueva religión sólo era la idea de un moujik o campesino ruso ignorante, y que ninguna persona inteligente creía en tales cosas.
Un día cuatro extraños se dirigieron a este pueblo lejano y se sorprendieron cuando su carruaje fue rodeado por personas que los llevaron a la casa, acosándolos de preguntas más rápido de lo que ellos podían contestarlas. Pronto se reunió todo el pueblo y cada uno de estos extraños, uno tras otro, declaró que había sido salvo por la gracia de Dios por medio de la fe en el Señor Jesucristo y que ahora su propósito era actuar en todas las cosas en obediencia a la Palabra de Dios.
Esto fue motivo de gran regocijo entre los hermanos en el pueblo. Si bien los hermanos no se habrían desanimado si estos visitantes hubieran dicho lo contrario, fue, sin embargo, una confirmación de su fe el darse cuenta de que ellos también eran hermanos, y muchos de los que aún dudaban confesaron a Cristo. Un suministro adicional de las Escrituras fue traído y mientras estos hermanos permanecieron allí el estudio de la Biblia fue la ocupación incansable de la iglesia casi de continuo, día y noche.
Cierto obrero del sur de Rusia era un colaborador fiel y diligente en la congregación de creyentes en el lugar donde vivía, y por eso tuvo que sufrir mucho. Una noche su choza fue rodeada por policías armados que irrumpieron en la vivienda y los maltrataron brutalmente a él, su esposa e hijos. Él fue arrestado y llevado. La esposa dio a luz un niño y murió; el niño también murió. Los cuatro niños quedaron huérfanos; la mayor era una niña de trece años. Ahora a ellos no les quedaba más que un propósito en la vida: el de encontrar a su padre y reunirse con él. Los niños se enteraron de que a su padre lo habían desterrado a Vladikavkas en el Cáucaso, y decidieron ir a buscarlo allí. Poco a poco cruzaron las extensas estepas, a veces ayudados por los hermanos y otras veces mendigando por el camino.
Al llegar a Vladikavkas, se enteraron de que a su padre lo habían enviado a Tiflis. Los creyentes de aquel lugar cuidaron de ellos y los alimentaron y luego los enviaron por el angosto camino montañoso que sube por el valle de Terek. Vieron el gran macizo de Kasbek y descendieron por las pendientes sureñas de las praderas del Cáucaso hasta Tiflis. Aquí ellos fueron bien recibidos por los hermanos rusos, armenios y alemanes pero les dijeron que a su padre justo lo habían enviado más lejos a un lugar remoto, entre los tártaros, cerca de la frontera persa.
Ellos no pudieron seguir, pero al ver su angustia dos hermanos se comprometieron a llegar hasta donde estaba su padre, llevarle suministros y asegurarle de que sus hijos estaban en buenas manos. Ellos llegaron al pueblo justo después de la llegada del padre, sólo para enterarse de que él, habiendo llegado finalmente a su lugar de exilio, enfermo y quebrantado de corazón, había fallecido.

SEPARACIÓN DE LAS FAMILIAS, DECRETO DE 1893

En 1893, se publicó un decreto que traía regulaciones aprobadas anteriormente por el Santo Sínodo que se había reunido bajo la presidencia de Pobiedonóstsef. Conforme al decreto, los hijos delos estundistas debían ser  separados de sus padres y entregados a familiares que pertenecieran a la Iglesia Ortodoxa, o ser puestos bajo la responsabilidad del clero local. Los nombres de los miembros de esta secta debían darse a conocer al Ministro de Comunicaciones quien colocaría las listas en las oficinas y los talleres de los ferrocarriles a fin de que no se les diera ningún empleo allí.
Cualquier patrón que tuviera a un estundista a su servicio estaría sujeto a una multa cuantiosa. A los estundistas se les prohibió tanto arrendar como comprar tierra. Se le prohibió a todos los “sectarios” mudarse de un lugar a otro.
Fueron declarados legalmente incompetentes para efectuar transacciones bancarias o comerciales. El apartarse de la Iglesia Ortodoxa debía ser castigado con la pérdida de los derechos civiles y con el exilio, a lo menos con un año y medio en un reformatorio. Los predicadores y los autores de obras religiosas debían ser castigados con ocho y hasta dieciséis meses de cárcel, y en caso de repetir la ofensa, con una sentencia de treinta y dos a cuarenta y ocho meses en una fortaleza. De incurrir en la falta por tercera vez el castigo sería el exilio.
Cualquiera que difundiera las doctrinas herejes o ayudara a los que lo hacían debía ser castigado con el destierro a Siberia, a Transcaucasia o a otros lugares distantes del Imperio.
Los bautistas, al ser un grupo organizado, a veces recibían cierta tolerancia no otorgada a los comúnmente llamados “cristianos evangélicos”, entre quienes cada congregación era una iglesia independiente. Estos últimos, al no tener ninguna cabeza o centro terrenal, no podían ser sometidos bajo la influencia del gobierno ni ser controlados ni siquiera en un menor grado como era el caso de la federación bautista. Una presión creciente se ejercía sobre ellos para organizarse y nombrar algún representante con quien el gobierno pudiera negociar.
Unos se rindieron a fin de obtener una tregua por parte del gobierno, pero otros se negaron a hacerlo sobre la base de que semejante rumbo los apartaría de su responsabilidad ante el Señor Jesucristo y de su necesidad de depender directamente de él.
Las medidas represivas en Rusia fueron en aumento, y a su vez fueron respondidas por nuevas atrocidades. La guerra japonesa no provocó entusiasmo y su fracaso despertó las esperanzas de una revolución exitosa. Las huelgas y los disturbios se desencadenaron en muchos lugares. Una huelga general de los obreros ferroviarios paralizó las comunicaciones.
Las pequeñas e insuficientes reformas sólo lograron incrementar el descontento, y los ataques de los tártaros sobre los armenios fomentados en el Cáucaso o de las turbas rusas sobre los judíos o de los pueblos bálticos sobre los germano-rusos que vivían allí, condujeron a masacres espantosas que de ninguna manera detuvieron las actividades revolucionarias. Pronto Rusia se encontraba en un desorden desde un extremo hasta el otro.

COMIENZO Y FIN DE LA LIBERTAD

Obligado por los acontecimientos, el gobierno poco dispuesto adoptó reformas significantes, entre estas un edicto del Zar en 1905 que garantizaba la libertad de fe y conciencia y, además, la libertad de congregarse. Pobiedonóstsef renunció y el Metropolitano de la Iglesia Rusa declaró: “La verdadera fe se obtiene por medio de la gracia de Dios, mediante la instrucción, la humildad y los buenos ejemplos; por ello, el uso de la fuerza le es negado a la Iglesia, la cual no considera que sea necesario obligar a los hijos herejes en contra de su voluntad. Por tanto, la Iglesia Ortodoxa no se opone a que se anule la ley que prohíbe separarse de la Iglesia Ortodoxa.”
La nueva libertad empezó a ser aprovechada inmediata y ampliamente. En todas partes se celebraban reuniones a las que concurrían muchos oyentes que tenían una tremenda sed de escuchar la Palabra de Dios.
Una gran cantidad de personas confesaron a Cristo. La predicación era a menudo interrumpida por las expresiones de los oyentes; muchos se arrodillaban o se postraban; cuando oraban no se podían esperar los unos a los otros, sino que muchos comenzaban a orar en voz alta al mismo tiempo, y esto a su vez se entremezclaba con las expresiones, las confesiones de pecado, las acciones de gracias por la salvación. Muchos grupos de creyentes ocultos salieron a la luz y se hizo evidente que la cantidad de los discípulos del Señor era mucho mayor de lo que se suponía.
Al eliminarse los obstáculos para el estudio de la Palabra de Dios, se incrementaron las lecturas de la Biblia y las exposiciones de las Escrituras por todas partes.
El mismo deseo anterior de llevar a cabo el mensaje de la Palabra de Dios a toda costa seguía en pie. Los dones del Espíritu Santo para el ministerio se hicieron manifiestos entre los creyentes de todas las clases sociales y todos los rangos.
No obstante, esta libertad no duró mucho tiempo. Al recuperar el poder que habían perdido, el gobierno y la Iglesia Ortodoxa eliminaron las concesiones que de mala gana habían otorgado, y la persecución comenzó nuevamente y de la manera acostumbrada. Al poco tiempo los creyentes y las iglesias se encontraban sufriendo como antes. Cuando estalló la guerra en 1914, que involucraría a una gran parte del mundo, varios de los hermanos ancianos entre los “cristianos evangélicos” y de los pastores bautistas fueron desterrados a Siberia y a las costas del Mar Blanco. En 1917 comenzó la Revolución ante la cual, en un breve período de tiempo, el Zar y sus ministros, la Iglesia Ortodoxa y toda la Rusia antigua cayeron, haciendo su entrada convulsa una nueva era.

LA REVOLUCIÓN RUSA (1917)

A principios de la Revolución Rusa se proclamó la libertad religiosa, pero el país, luego de tanta opresión y sufrimiento, sumados ahora a las pérdidas de la guerra, se vio envuelto en un desorden aun mayor motivado por las luchas de los partidos por alcanzar el poder. En distritos extensos existía una anarquía total, y los grupos armados de rufianes sometían a las personas indefensas a atropellos espantosos.
A medida que el partido bolchevique lograba mayor control, la introducción de sus principios se hizo acompañar por masacres, saqueos y destrucción. La hambruna pronto hizo acto de aparición, y este enorme país, antes tan rico en suministro de alimentos, se convirtió en un verdadero sepulcro. El gobierno bolchevique se dio a la tarea de destruir por completo todo tipo de religión, de manera que la Iglesia Ortodoxa, que una vez fue perseguidora, ahora era perseguida. Los Católicos Romanos también tuvieron que sufrir, así como los luteranos a su debido tiempo, y las congregaciones de creyentes junto con los demás.
En el sur de Rusia los grupos de bandidos a veces crecían hasta alcanzar el tamaño de un ejército. Se sentían atraídos por la riqueza de los menonitas, quienes sufrieron tan terriblemente a manos de ellos que muchos de los hombres, a pesar de sus tradiciones, siguieron el ejemplo de los demás y se unieron a los grupos formados para la protección de las mujeres y los niños. Las experiencias vividas por los hermanos se asemejaban a los primeros tiempos.
Como en aquel entonces cuando Jacobo fue asesinado a espada mientras que Pedro fue librado de la cárcel, así también ahora algunos experimentaron liberaciones milagrosas mientras que otros sufrieron todo lo que la maldad de los hombres les impuso. Muchos llegaron a creer que vivían en los días de “la gran tribulación”.

BENDICIONES A PESAR DE LA ANARQUÍA

Sin embargo, el Evangelio gozaba de un gran poder. Una gran cantidad de personas se convirtió al Señor, incluyendo a los pecadores más desesperados, los soldados del ejército rojo, tan degradados que no hallaban placer en ninguna cosa menos que en el derramamiento de sangre. Los cristianos sufridos fueron fortalecidos sobremanera. A menudo aquellos que habían atravesado por toda clase de miseria y atropello decían: “No se compadezcan de nosotros; más bien nosotros tenemos razones para compadecernos de ustedes, ya que hemos aprendido cosas acerca de Dios que ustedes no pueden comprender”.
Cuando concluyó la primera ola de asesinatos, y el pueblo comenzó a acomodarse lo mejor que podía a la nueva forma de tiranía que había sustituido a la antigua, las iglesias de creyentes se vieron confrontadas cara a cara con nuevas formas de tribulación. Por haberse multiplicado considerablemente, a veces ellas gozaban, en algunos lugares, de cierta libertad, y aumentaron más rápido que antes, aunque se encontraban siempre expuestas a sufrir de nuevo la represión despiadada.
La propaganda anticristiana del gobierno exigía dones y habilidades especiales por parte de los evangelistas y otros quienes tenían que enfrentarse a ella, pero estos les fueron concedidos abundantemente. Las congregaciones independientes fueron presionadas por medio de promesas y amenazas a unirse en un “Soviet” o una Federación con la cual el gobierno podría tratar de una manera que no podía con la infinidad de iglesias independientes. Muchas iglesias cedieron; en cambio, muchas otras decidieron continuar en el camino que en su opinión estaba conforme a la enseñanza de la Palabra de Dios y al ejemplo apostólico, aceptando las privaciones y las pérdidas que este camino implicaba.
El racionalismo ya había demostrado ser una fuerza perseguidora en Wurttemberg cuando los pastores pietistas fueron expulsados. Sin embargo, un desarrollo mucho mayor fue exhibido en Rusia bajo el gobierno soviético, donde el ateísmo le fue impuesto al pueblo por la fuerza. La violencia y la crueldad fueron usadas para hacerle creer al pueblo que no existe ningún Dios y obligar así a la gente honrada e íntegra a participar en la abolición de la propiedad y en la destrucción de la vida familiar. Aquí la conciencia individual fue tan violada por el estado comunista como lo fue por la Iglesia Rusa o la Romana, y floreció una Inquisición “Roja” en tiempos de entendimiento y ciencia, como lo hizo la Inquisición Romana en tiempos de la oscuridad medieval.
Lo que ha llegado a ser aceptado comúnmente como hechos históricos ha sido tan exitoso en lograr que aquellos hombres piadosos que practicaban el bautismo únicamente de creyentes sean confundidos con los promotores de las extravagancias pecaminosas de Münster en el siglo XVI, que cuando en 1834 unos diez hombres y mujeres que vivían en Hamburgo fueron bautizados como creyentes, por inmersión, de acuerdo con lo que ellos creían ser la enseñanza de la Escritura, el prejuicio en su contra fue tan fuerte que el bautismo tuvo que celebrarse secretamente, por la noche, a fin de evitar interrupciones que lo pusieran en peligro.

JOHANN ONCKEN (1800–1884)

Uno de los bautizados fue Johann Gerhard Oncken, y su inclusión en el grupo  fue de una importancia imprevista. Él creó iglesias bautistas que, luego de varios conflictos iníciales contra prejuicios crueles, se propagaron rápidamente  por toda Alemania y los países contiguos, hacia el sudeste de Europa y hacia el vasto territorio ruso, de modo que sus miembros llegaron a contarse por cientos de miles.
La vida de Oncken abarcó la mayor parte del siglo XIX; nació en 1800 y vivió hasta 1884. Él era natural del pequeño Ducado de Varel, gobernado por la familia Bentinck, parte de la cual cruzó las fronteras hacia Inglaterra con Guillermo de Orange y se hizo famosa allí. El padre de Oncken participó en una de las sublevaciones patrióticas contra Napoleón y tuvo que escapar a Inglaterra, donde murió, sin haber visto jamás a su hijo Johann Gerhard, quien nació justo después de la huida de su padre.
En este tiempo la iglesia Luterana en Varel había caído bajo la influencia del racionalismo y el joven Johann creció sin el conocimiento del camino de la salvación. Cuando tenía 14 años, le agradó a un escocés que se encontraba haciendo negocios en Varel, y este le preguntó si tenía una Biblia. “No” respondió, “pero he sido confirmado”. El escocés le regaló una Biblia y, además, lo llevó a Escocia.
Allí, en una iglesia presbiteriana, él escuchó por primera vez el Evangelio, y quedó impresionado. Más tarde, en Londres, convivió con una familia devota, y quedó influenciado aun más, especialmente por sus cultos familiares y por la predicación en la iglesia congregacionalista a la cual ellos asistían. Y finalmente, mientras escuchaba un sermón en el templo metodista de la calle Great Que en, Johann encontró la certeza de la salvación y un gozo en el Señor que lo llevaron desde el primer día a ser un testigo para Cristo y a procurar llevar a otros al Salvador.
En 1823, regresó a Hamburgo, nombrado como su misionero a Alemania por la “Sociedad continental” fundada poco antes en Londres para la obra evangélica en el continente de Europa. Él pronto demostró los dones como predicador que atraían a crecientes multitudes. Las conversiones tuvieron lugar a medida que él anunciaba el Evangelio en recintos y en varios lugares de un extremo a otro de la ciudad.
La oposición a lo que la gente llamaba “la religión inglesa” le acarreó multas y encarcelamientos, pero sus actividades continuaron.5 Johann inauguró una escuela dominical y, por haberse destacado siempre en la distribución de las Escrituras, en 1823 también se convirtió en representante de la Sociedad Bíblica de Edimburgo, cargo que ocupó durante cincuenta años, llegando a imprimir y distribuir en ese tiempo dos millones de Biblias.
Al estudiar las Escrituras personalmente, Oncken poco a poco llegó a la convicción de que el Nuevo Testamento enseña el bautismo de creyentes por inmersión, y al pensar en la cantidad de conversos y amigos con quienes él se relacionaba, en su mente surgió la idea de que estos debían agruparse en iglesias según el modelo del Nuevo Testamento. Dicho modelo, según lo que él entendía, no admitiría como miembros sino solamente a creyentes bautizados por inmersión. Aunque varios de ellos, después de estudiar juntos las Escrituras, habían decidido bautizarse, no pudieron hacerlo debido a que no había quién los bautizara.
Algunos de ellos sugirieron, mientras tanto, organizar iglesias, aunque sin practicar el bautismo, y luego tomar la Cena del Señor juntos. Oncken, sin embargo, creyó que esto sería un mal comienzo y que podría dañar todo el movimiento desde el principio. Después de esperar cinco años, se encontraron con un bautista americano, el Profesor Sears, quien los bautizó y al día siguiente los bautizados fundaron una iglesia y eligieron a Oncken como su pastor, a quien Sears luego ordenó.
Las autoridades civiles en Hamburgo pronto anunciaron su intención de no tolerar esta nueva “secta” en su ciudad, y Oncken y otros tuvieron que sufrir multas y encarcelamiento. Un lugar donde ellos estuvieron encarcelados fue en el Winserbaum, una prisión rodeada por agua a los dos lados, y caracterizada por ser un lugar insalubre y apestoso.
Un grupo de colegas capaces se unieron a Oncken, entre ellos Julius Kobner, hijo de un rabino judío en Dinamarca, un compositor de himnos y predicador, también Gottfried Wilhelm Lehmann, bautizado en Berlín junto con otros cinco por Oncken, quien luego los organizó como la primera iglesia bautista de aquella ciudad. La obra se difundió rápidamente y estuvo acompañada de persecuciones, principalmente multas y encarcelamientos impuestos por las autoridades, aunque a veces también se sufría la violencia por parte de la gente.
El grupo poco a poco se ganó la confianza de las autoridades y la persecución disminuyó. En 1856, se le concedió total tolerancia a la iglesia de Hamburgo y en 1866 se declaró que todas las denominaciones religiosas gozarían de igualdad en aquella ciudad.
Oncken y Kobner comenzaron a dar cursos breves en el estudio de la Biblia a jóvenes, esto a fin de prepararlos para convertirlos en pastores de las iglesias que surgían. De estos inicios se desarrolló el colegio bautista de Hamburgo, el cual daba un curso de cuatro años de entrenamiento a los que deseaban ser pastores. El creciente movimiento fue organizado en los países a los que se propagó, celebrándose conferencias anuales de delegados y nombrando a comisiones de “hermanos dirigentes” para ponerlos al frente de las diversas tareas.
Mucha ayuda financiera se recibió procedente de los Estados Unidos. Oncken se convirtió en misionero de la Sociedad Misionera Bautista Americana y por ello pudo viajar ampliamente; el colegio recibió apoyo, al igual que otras organizaciones y la obra en general. Al mismo tiempo, los conversos de distintas nacionalidades hacían su aporte.
A medida que las iglesias de los “bautistas alemanes” crecieron entre la numerosa población alemana de Rusia, estas entraron en contacto con otros grupos de creyentes rusos más antiguos que también practicaban el bautismo de creyentes. En muchos casos los “bautistas alemanes” lograron absorber a estos grupos dentro de su organización, de manera que las numerosas iglesias rusas llegaron a dividirse en dos grandes corrientes.
Las iglesias rusas originales mantuvieron la independencia de cada congregación, mientras que los bautistas formaron una federación afiliada a iglesias en Alemania y los Estados Unidos. Los bautistas aspiraban a tener un pastor en cada iglesia, y la administración del bautismo y la Cena del Señor quedaba principalmente en sus manos. Las iglesias rusas más antiguas tenían ancianos en cada iglesia y enfatizaban el sacerdocio de todos los creyentes así como la libertad de ministerio.
Las experiencias de las diferentes congregaciones se vieron afectadas por estos puntos. El gobierno, por su parte, era partidario del sistema bautista, ya que era más fácil tratar con pastores locales y con una organización en general que tenía un centro y una cabeza visibles, que tratar con los hermanos que mantenían su principio independiente y congregacionalista, porque estos no podían ser influenciados tan fácilmente por las presiones externas. Por esta razón las autoridades, que a menudo llamaban a estos últimos por el nombre de “cristianos evangélicos”, procuraron por varios medios obligarlos a organizar y nombrar un comité central y un presidente.
Además, el asunto relacionado a la aceptación de donaciones cuantiosas procedentes de los bautistas americanos fue considerado desde diferentes puntos de vista. Resultaba evidente que los bautistas rusos eran ayudados sobremanera en su obra por estas donaciones, y se hizo una propuesta para poder extenderlas a aquellas congregaciones de hermanos que no llevaban el nombre de bautistas.
La oferta bondadosa y liberal se hizo de manera que, de ser aceptadas tales donaciones, no se les impondría ningún nombre ni se les exigiría ningún cambio en el gobierno de su iglesia o de cualquier otro tipo, con la única excepción de que ellas fueran incluidas en la “Unión mundial de iglesias bautistas”.
Un sector de los hermanos y de las congregaciones a las que ellos pertenecían era partidario de aceptar esta ayuda importante, pero la mayoría la rechazaron. Aunque reconocían y agradecían el amor y la generosidad que motivaban la donación, ellos sentían que la aceptación de esta los colocaría bajo una obligación. Sentían también que alteraría sus circunstancias de una manera que con el tiempo no fracasaría en ejercer una influencia en su curso; influencia que tendería a apartarlos de su dependencia total y manifiesta de Dios. Consideraban, además, que la aceptación de las donaciones daría motivo a la acusación de que ellos representaban una religión extranjera y, por ende, un poder extranjero.
Ellos creían que los principios de la Escritura aplicaban a todos los países por igual y a todas las circunstancias, lo mismo a la pobreza de Rusia como a la riqueza de los Estados Unidos.
El que viaja a través de la parte central y sur de Europa no puede menos que sorprenderse por la cantidad de pueblos que ve, y hasta en ocasiones puede preguntarse qué sucede en estas agrupaciones de moradas humanas, a menudo tan toscas en su apariencia y tan distintas a los alrededores tan bien conocidos de los habitantes de las ciudades. Estos pueblos son a menudo el escenario de experiencias espirituales vivas, y aquí también se encuentran muchos que están seriamente conmovidos por la importancia de la obediencia individual y colectiva a la Palabra de Dios.
En Hungría, Yugoslavia, Bulgaria, y Rumania existen numerosas congregaciones de personas que se llaman a sí mismas “nazarenos”. Viven de una manera tan reservada, tan aislada, que de ellos difícilmente se escucha hablar a no ser por sus constantes conflictos con los distintos gobiernos debido a su total oposición a portar armas. Al referirse a sí mismos, ellos escriben:
Los apóstoles predicaban el arrepentimiento y la fe; los que creían eran añadidos al pueblo del Señor Sus hermanos en la fe habrían de existir en todos los siglos aquí y allá En la actualidad aún existe un pueblo propio de Dios cuyos miembros están dispersos por todo el mundo, viviendo en tranquilidad y apartados, lejos de la política, lejos de los placeres del mundo Aunque no están ligados por medio de la raza, el origen o el idioma, ni por medio de ningún vínculo económico, político o de cualquier otra clase, ellos sí se encuentran muy unidos por un poderoso vínculo espiritual, por medio del amor divino.
Ellos también se convirtieron en miembros de este pueblo, el de Dios, mediante un renacimiento espiritual Están casados con su Redentor y Salvador, Jesucristo, y le sirven en cuerpo y alma, porque él los ha comprado del mundo con su propia sangre Su enseñanza divina es su guía para la vida.
La gloria resplandeciente de la enseñanza de Cristo oscureció Fue entonces que Dios despertó en Suiza, en el año 1828, a un verdadero y fiel testigo en la persona del predicador S. H. Frohlich, quien entró en una “nueva vida en Cristo” por medio de su renacimiento Fue él quien encendió nuevamente las velas con la luz resplandeciente del Evangelio. Por esto fue suspendido de su cargo o parroquia, en 1830.
Frohlich comenzó a predicar el verdadero Evangelio y reunió en congregaciones a muchos creyentes. Él evangelizó desde Suiza hasta la ciudad de Estrasburgo, donde murió en el año 1857, siendo un fiel y verdadero siervo del Señor Los judíos llamaron al apóstol Pablo “cabecilla de la secta de los nazarenos” los “creyentes en Cristo” son llamados “nazarenos” en Austria, Hungría y en los Balcanes hasta el día de hoy.
Nacido en Brugg, Aarau, en el año 1803, Samuel Heinrich Frohlich estudió teología en Zurich y Basilea y se convirtió en un racionalista.

SAMUEL FROHLICH (1803–1857)

La incredulidad lo condujo al pecado y lo convirtió en un adversario de los “hermanos moravos” y de aquellos que sostenían lecturas de la Biblia para el estudio del Nuevo Testamento griego; en realidad, se opuso a todos aquellos que aspiraban a un avivamiento espiritual. Pero cuando tenía aproximadamente 22 años de edad se percató de su error.
Ahora él se dio cuenta de su incapacidad para su llamado como predicador. Hizo voto de fidelidad a Dios y se esforzó por vencer el pecado, sin embargo, sólo se vio involucrado aun más en el fracaso y la desdicha. En el bosque y en las montañas oró clamando a Dios por ayuda, pero no recibió ninguna, hasta que pudo poner su mirada en Jesús en quien encontró la paz que buscaba. En la casa de su padre se preparó diligentemente para el examen al que debía someterse.
Sus inclinaciones evangélicas desagradaron a sus examinadores, quienes retardaron su ordenación, la cual, sin embargo, tuvo lugar en 1827.
Durante períodos breves de estancia en diferentes parroquias, sus estudios de las Escrituras lo llevaron a una mayor libertad espiritual. Frohlich fue enviado a una congregación pecaminosa en Leutweil y allí su predicación del Cristo crucificado produjo un avivamiento. Esto suscitó la oposición del clero. Se le requirió que, antes de predicar sus sermones, los presentara a los ancianos de la iglesia así como al clero circundante.
Ellos tachaban de sus notas todos aquellos pasajes que hacían referencia a los hombres estando muertos en sus “delitos y pecados” o siendo justificados sólo en Jesucristo por medio de la fe. Estas enseñanzas traían vida y libertad a las almas cargadas, pero resultaban ser locura y tropiezo para los sabios.
Mientras enseñaba a sus catequistas, fue iluminado en cuanto al bautismo según el Nuevo Testamento. A pesar de la constante persecución, él continuó sus labores durante dos años hasta que, en 1830, con el apoyo del gobierno, las autoridades eclesiásticas sacaron de circulación todos los libros religiosos antiguos y los sustituyeron por otros de un carácter racionalista. Al negarse a aceptar estos libros, Frohlich fue llevado ante las autoridades tanto por esta ofensa como por otros comportamientos en los cuales él los había ofendido. Esto trajo como resultado su condenación y deposición. Las autoridades alegaron que él había actuado contrario a la ley.
Dos artesanos húngaros, cerrajeros, Johann Denkel y otro, en el transcurso de sus viajes vinieron de Budapest a Zurich, donde conocieron a Frohlich y fueron convertidos y bautizados. A su regreso a Budapest, Denkel fue diligente al hablarles a sus colegas acerca del Evangelio. Entre los que creyeron se encontraba Ludwig Hencsey, quien se convirtió en un siervo del Señor activo y exitoso, y llegó a fundar muchas congregaciones de los “nazarenos”. Alguien a quien él pronto fue capaz de guiar a Cristo fue Josef Kovacs, un noble quien se carteaba con Frohlich en latín (1840).
Una viuda, Ana Nipp, ofreció un espacio en su casa en Budapest, el cual llegó a ser el primer lugar de reunión. Hencsey escribió libros que explicaban los principios de la fe, los cuales, al ser reproducidos y distribuidos por los conversos, fueron un medio para sumar a muchos miembros (1840–1841). Un grupo salió de Budapest, tomando diferentes rumbos para publicar la fe, y las congregaciones se propagaron tan lejos como a las fronteras de Turquía; mientras que en los Estados Unidos también se fundaron muchas.

LOS NAZARENOS Y EL NO PARTICIPAR EN EL SERVICIO MILITAR

En cualquier parte que se encuentran los nazarenos, ellos reconocen las autoridades legales y las sirven lealmente. Pero en lo que respecta a portar armas y prestar juramentos han sido inflexibles en su negativa. A pesar de su buena voluntad de servir en cualquier posición excepto en combate, no se les ha mostrado ninguna consideración por parte de las autoridades militares.
Por otra parte, el hecho de que son muy numerosos no ha hecho otra cosa que intensificar los esfuerzos para vencer su oposición. Ellos han sido tratados con mucha severidad. Una gran cantidad de ellos siempre ha estado en prisión, donde muchos han pasado la mayor parte de sus vidas bajo condiciones deplorables, separados de sus familiares y amigos.
Su paciente sumisión cuando han sido llevados a la corte, grupo tras grupo, y cuando han sido sentenciados a largas condenas de prisión (rara vez menos de diez años) ha ganado la admiración de muchos que no comparten sus convicciones. Sin embargo, su martirio continúa. Muchos han sido maltratados salvajemente, además de su encarcelamiento, y hay casos en los que, habiendo cumplido casi todo el término de su condena, se les ha otorgado (sin que ellos lo soliciten) un indulto, además del restablecimiento de su estado civil y militar. Luego, inmediatamente se les ha exigido portar armas, y al negarse nuevamente, han sido condenados a otro término completo de encarcelamiento, sin tomar en cuenta lo que ya habían sufrido.
Debido a sus propias experiencias, Frohlich, mediante sus escritos, condenó de manera desmedida la religión formal que prevalecía en las grandes Iglesias, lo mismo la Católica que las Protestantes, y los nazarenos por lo general son incansables en su denuncia de lo que en su opinión es contrario a la enseñanza del Nuevo Testamento. Entre ellos una iglesia Luterana puede ser descrita como una “cueva de ladrones”, mientras que muchos de ellos apenas creen en la posibilidad de salvación fuera de sus propios círculos. Esta exageración se puede apreciar en la enseñanza de Frohlich.
Al escribir sobre El misterio de la piedad y el misterio de la iniquidad (1 Timoteo 3.16; 2 Tesalonicenses 2.7), él plantea que lo que el género humano ahora sufre no es el resultado de la transgresión de Adán, la cual fue borrada por la muerte de Cristo. Al contrario, dice él, es por causa de la incredulidad del hombre hacia Cristo que se le ha permitido a Satanás traer sobre el mundo un segundo engaño y una segunda caída, de manera que los miembros de la así llamada Iglesia Cristiana han venido a considerar su cristianismo como algo que se recibe por nacimiento, lo cual afirman a través de su bautismo de infantes y otras formas de religión, sin que haya una conversión verdadera ni un arrepentimiento de sus pecados e ídolos y del poder de Satanás.
Las tradiciones sin poder del servicio y la misericordia divina son el segundo y peor engaño de Satanás, el cual trae consigo la segunda muerte. Sólo aquellos que son llamados de Dios, quienes han hecho firme su vocación y elección por medio de una total santificación, son librados de este.
Estos hermanos, dispersos por el amplio valle y las llanuras del Danubio central y llegando hasta los Balcanes, se distinguen entre sus coterráneos por su solemnidad y su diligencia discreta. La persecución ha forjado en ellos una firme resistencia que no ha podido ser vencida.
Sin embargo, a pesar de tener cierta vena de legalismo severo, ellos demuestran una paciencia y benignidad ante tratamientos crueles e injustos, sin resistir al que es malo. Y por la simplicidad y el carácter bíblico de su adoración y de su vida cristiana, son un testimonio a aquellos que los rodean.

GROVES, MULLER, CHAPMAN (1825–1902)

A. N. Groves; Fundación de iglesias en Dublín; Groves parte con un grupo rumbo a Bagdad; Comienzo de la obra; La peste y la inundación; Muerte de la señora Groves; Llegada de los colaboradores procedentes de Inglaterra; El Coronel Cotton; Groves se traslada hacia la India; Propósitos de su estancia allí: llevar la obra misionera de regreso al modelo del Nuevo Testamento y reunir nuevamente al pueblo de Dios; Jorge Muller; Henry Craik; Fundación de una iglesia en la Capilla de Bethesda, Bristol, para llevar a cabo los principios del Nuevo Testamento; Visita de Muller a Alemania; Fundación de instituciones y los orfanatos para el aliento de la fe en Dios; Roberto Chapman; J. H. Evans; La conversión de Chapman; Su ministerio en Barnstaple y sus viajes; Un conjunto de iglesias aceptan las Escrituras como su guía.
A principios del siglo XIX varias personas estaban convencidas tanto de la importancia como de la posibilidad de volver a las enseñanzas de la Escritura, no sólo en lo relacionado a la salvación personal y la conducta, sino también en lo concerniente al orden y al testimonio de las iglesias. Fue por ello que se hizo un serio intento por poner en práctica tales convicciones.

A. N. GROVES (1795–1853)

Antonio Norris Groves, un dentista que vivía en Plymouth, Inglaterra se encontraba de visita en Dublín, Irlanda, en 1827. Esto debido a unos estudios en el Colegio Trinidad. En una conversación con Juan Gifford Bellett, abogado y natural de Dublín, con quien estaba relacionado en el estudio de la Biblia, Groves comentó que a él le parecía, a partir del análisis de las Escrituras, que los creyentes que se reunían como discípulos de Cristo podían libremente partir el pan juntos como su Señor les había exhortado, y que si ellos se guiaran por la práctica de los apóstoles se reunirían cada día del Señor para de ese modo recordar la muerte del Señor y obedecer su mandamiento de despedida. No pasó mucho tiempo para que ellos encontraran un grupo de creyentes en Dublín que se reunía de esta manera.

REUNIONES EN DUBLÍN (SEGUNDA DÉCADA DEL SIGLO XIX)

Uno de los primeros miembros de este grupo fue Eduardo Cronin. Al principio era Católico Romano, pero luego se unió a los independientes.
Al darse cuenta de la unidad esencial que debe existir entre el pueblo de Dios, adoptó la costumbre de tomar la Cena del Señor de vez en cuando con distintos cuerpos de las iglesias no conformistas. Al establecerse en Dublín, se percató de que le exigían convertirse definitivamente en miembro de uno de estos cuerpos, de lo contrario no se le permitiría más partir el pan con ninguno de ellos.
Al ver que esto era una contradicción de la propia unidad que él procuraba reconocer, Cronin se negó a someterse, después de lo cual fue denunciado públicamente desde el púlpito de uno de estos grupos. Contra esto se elevó una protesta encabezada por uno de los miembros de la Sociedad Bíblica y con el tiempo él y Cronin comenzaron a reunirse en su casa para la oración y la partición del pan.
Posteriormente se les sumaron otros creyentes, y trasladaron las reuniones a la casa de Cronin. Pero, poco después (1829), al incrementarse el grupo, Francis Hutchinson, que era uno de ellos, les prestó un local amplio en su casa en la Plaza Fitzwilliam.
Otro grupo similar fue fundado casi al mismo tiempo, también en Dublín. Aproximadamente en el año 1825, Juan Vese y Parnell (conocido después como Lord Congleton) y dos amigos, al estar preocupados por el hecho de que su hermandad los unos con los otros durante la semana se veía aminorada debido a su separación los domingos para participar con sus distintas denominaciones, trataron de encontrar algún circulo en el cual sus diferencias de criterio sobre temas eclesiásticos ya no les impidiera expresar su unidad como hijos de Dios.
Al fracasar en su intento de encontrar algún grupo como el que buscaban, y estando conscientes de que no necesitaban de ningún edificio consagrado ni ningún ministro ordenado, comenzaron a reunirse y a partir el pan en una de sus propias casas.
Poco después, uno de sus miembros se encontró el domingo con un miembro del círculo en que se encontraba Bellett, a quien él consideraba un cristiano. Durante la breve conversación que sostuvieron, ambos se sorprendieron por el hecho de que, aunque eran uno en Cristo, cada cual andaba por diferente camino. Esto a la larga llevó a la unión de estos dos grupos. Groves había partido hacia Inglaterra, pero Ballet y los que estaban con él habían sido unidos por un clérigo joven, Juan Nelson Darby.
Estos pronto comenzaron a reunirse con el grupo en la casa de Francis Hutchinson. Celebraban sus reuniones en horarios que no interferían con los servicios en las iglesias o en las capillas de los disidentes, de modo que todo el que quisiera pudiera asistir a ellos.
Debido al incremento en la cantidad de sus miembros, resultaba inconveniente celebrar las reuniones en una casa particular, de manera que se decidió rentar un gran salón de subastas en la calle Aungier, donde a partir de ese momento se celebraron las reuniones. Había gran gozo en el hecho de que se percibía la presencia y las bendiciones del Señor.
Cronin escribió sobre este tiempo: “¡Ay, las benditas temporadas con mi alma, que también conocieron Juan Parnell, Guillermo Stokes y otros, cuando apartábamos los muebles y poníamos la mesa simple con su pan y vino en las noches de los sábados, temporadas de gozo para no olvidarlas jamás, porque sin duda nos sonreía el Maestro y contábamos con su aprobación en el comienzo de un movimiento como lo fue aquel!”
De vez en cuando ellos se enteraban de que grupos de creyentes se estaban reuniendo en otras partes de las islas británicas y en otros sitios, sin saberlo entre sí, creyentes en cuyos corazones y conciencias se había grabado que el pueblo de Dios debía regresar a una obediencia literal a su Palabra, convirtiéndola en su guía en tanto que la comprendieran.
Hubo también muchos individuos que, tan pronto se enteraron de que otros estaban llevando a cabo lo que ellos hasta entonces tan solamente habían deseado, se asociaron con ellos.
Antonio Norris Groves, cuyas palabras en Dublín habían resultado tan fructíferas, aún siendo muy joven, había prosperado grandemente en su profesión. Él tenía un matrimonio feliz, tenía tres hijos pequeños, una casa confortable en Exeter y un círculo agradable de amigos y parientes. Antes de su conversión en su adolescencia, él creía que ser misionero era el camino ideal para el cristiano, de manera que cuando se convirtió se consagró al Señor con aquella visión en mente.
Sin embargo, su joven esposa, quien se convirtió casi al mismo tiempo y a quien él estaba unido devotamente, se opuso a todo lo que tuviera que ver con la idea de convertirse en misioneros, a pesar de que ella estaba de acuerdo con él en el deseo de servir al Señor.
Ambos habían llegado al acuerdo de apartar un diez por ciento de sus ingresos y distribuirlo entre los pobres. Esto pronto se incrementó a una cuarta parte, y al darse cuenta con el tiempo de que todo lo que ellos tenían pertenecía al Señor, renunciaron a toda idea de ahorrar dinero o de guardar dinero para sus hijos y, tras reducir sus gastos por medio de simplificar lo más posible su propio estilo de vida, donaron el resto de sus ingresos.
Groves se abstuvo de decirle algo más a su esposa acerca de su interés insaciable por la obra misionera al ver que ella estaba en contra. No obstante, ella tuvo sus propias experiencias, avivadas al entrar en contacto con los pobres y sufrientes en sus distribuciones, por lo que después de algunos años y de manera independiente ella llegó a la misma conclusión a que su esposo había llegado años atrás.
Ahora a ambos les parecía que lo más correcto sería que él fuese ordenado y que ambos pudieran viajar al extranjero con la ayuda de la Sociedad misionera de la iglesia. Fue precisamente pensando en esto que él visitó de vez en cuando el Colegio Trinidad en Dublín, y en una de estas ocasiones tuvo una conversación con su amigo Bellett la cual llevó a su encuentro con otros para la partición del pan.
En una visita posterior, al darse cuenta a partir de la lectura de la Escritura de la libertad que el Espíritu Santo da para el ministerio de la Palabra de Dios, él entendió que no era necesario que él fuese ordenado por la Iglesia Anglicana, y al hablar con Bellett sobre esto le dijo: “No tengo duda de que este es el propósito de Dios para nosotros debemos reunirnos en toda sencillez como discípulos, sin esperar algún púlpito o ministerio, mas confiando que el Señor nos edificará a todos al ministrar, como a él le agradó y le pareció bien, lo que salga de nosotros mismos”.
Bellett relata: “En el mismo instante en que él dijo aquellas palabras, tuve la seguridad de que mi alma había recibido la idea correcta; recuerdo aquel momento como si fuera ayer y puedo señalarle el lugar. Aquel fue el día del nacimiento de mi mente.
Aún deseando viajar al extranjero bajo la “Sociedad de iglesias misioneras”, Groves fue a Londres para hacer los arreglos pertinentes a fin de viajar como laico, pero al enterarse de que no se le permitiría celebrar la Cena del Señor, incluso al no haber ningún ministro ordenado disponible, él retiró su solicitud. Él había sido bautizado en Exeter, pero cuando se le dijo: “Por supuesto, tienes que ser bautista ahora que estás bautizado”, él contestó: “No, yo deseo seguir en todas aquellas cosas en que ellos sigan a Cristo, pero no deseo, por el simple hecho de unirme a un grupo, aislarme de los demás”.
En 1829, Groves y su esposa, con sus dos hijos de nueve y diez años y Kitto, el tutor de los niños (luego famoso erudito de la Biblia), así como otros más, viajaron a través de San Petersburgo y Tiflis hacia Bagdad.

GROVES Y EL GRUPO SE TRASLADAN A BAGDAD

Mientras sus vagones atravesaban el sur de Rusia, ellos se encontraron con algunos de los creyentes menonitas. Al viajara través de la región montañosa de Transcaucásea, vieron a lo lejos, en la cima imponente de una de las innumerables montañas, la ciudad de Shusha, una ciudad bien construida. Luego escalaron la pendiente abrupta para llegar a una gran casa, a una de las primeras que llegaron, en los límites de la ciudad. Allí les abrieron la puerta y fueron recibidos por los misioneros de la Sociedad Misionera de Basilea, por Pfander y el Conde Zaremba, quienes llevaron a cabo una obra importante en aquellos lugares hasta que fueron expulsados del país.
Pfander acompañó al grupo hasta Bagdad y se quedó con ellos allí por un tiempo. Su experiencia y conocimiento de idiomas les permitió a ellos comenzar a trabajar más pronto de lo que hubiera sido posible sin él. Las necesidades del viaje fueron suplidas de diferentes formas y Groves escribe al respecto: “Siento que soy feliz al no tener que apoyar ningún sistema, al moverme lo mismo entre cristianos profesos que entre mahometanos.
A los primeros, una persona en mi situación puede decirles en verdad: “No deseo llevarlos a ninguna iglesia, sino a la simple verdad de la Palabra de Dios”; y a los demás: “Nos gustaría que leyeran el Nuevo Testamento para que aprendan a discernir la verdad de Dios, no por medio de lo que ven en las iglesias a su alrededor, sino por medio de la misma Palabra de Dios”.
Se estableció así el pequeño grupo en Bagdad y comenzaron el estudio del idioma, mientras que el tratamiento de los enfermos les dio acceso a muchos, y se inauguró una escuela que prosperó desde el principio. Los armenios resultaron ser accesibles, y se abrieron algunas puertas entre algunos de los judíos y sirios; los musulmanes eran a menudo hostiles, pero fue posible conversar con algunos.
“Los dos grandes objetivos de la iglesia en los últimos tiempos”, escribió Groves, “son, en mi opinión, la publicación del testimonio de Jesús en todos los países y el llamado a las ovejas de Cristo que puedan estar encarceladas en todos los sistemas babilónicos que existen en el mundo”.

LA PESTE Y LA INUNDACIÓN

El segundo año de su estancia allí comenzó con mucho porque alentarse, pero los rumores de la guerra y la peste eran cada vez más amenazantes, y cuando la peste realmente llegó a la ciudad la cuestión de irse o quedarse se tornó urgente. Muchos se estaban marchando, pero al pensaren la obra prometedora ya comenzada, y en la escuela, teniendo en cuenta, además, que un grupo de colaboradores procedentes de Inglaterra ya había llegado a Alepo, ellos decidieron quedarse.
La peste comenzó a propagarse, las multitudes de personas que pudieron escapar lo hicieron, pero el avance y asedio de un ejército impidió la retirada de muchos. El agua escaseó y los ladrones se aprovecharon de una autoridad débil para saquear. La peste se propagó rápidamente, y aunque la mitad de la población se había ido, entre los 40.000 habitantes que se quedaron la mortalidad pronto llegó a los 2.000 fallecidos diarios. Luego el caudal del río aumentó, y después de varios días de angustia, guardando la esperanza de que el río pudiera contenerse, el agua se comenzó a meter en la ciudad.
Las murallas fueron socavadas por el agua y cayeron. Una gran inundación destruyó miles de casas. La gente afligida por la peste se encontraba apiñada en áreas reducidas; los alimentos se agotaron. En un mes habían perecido 30.000 almas en la más extrema miseria. La cosecha, lista para ser recogida, fue destruida 50 kilómetros a la redonda.
En cuanto al pequeño grupo misionero, sus corazones fueron desgarrados por los horrores indescriptibles que tenían lugar a su alrededor; sin embargo, Groves pudo escribir en este tiempo lo siguiente:
El Señor nos ha concedido una gran paz en la confianza segura en su tierno cuidado, y en la verdad de su promesa de que no nos faltarán nuestro pan y agua. Pero desde luego que nada excepto el servicio a semejante Señor como lo es él me mantendría en las escenas que estos países exhiben, y tengo la certeza que continuarán así hasta que el Señor haya concluido sus juicios sobre ellos por su desprecio del nombre, la naturaleza y posición del Hijo de Dios. Sin embargo, no me marcho porque guardo la esperanza de que él tenga un remanente incluso entre ellos para cuya manifestación estos tiempos convulsos están preparando el camino.
El Señor ha detenido el agua justo a la altura de nuestra calle, gracias a un pequeño saliente de un terreno alto, de manera que hasta ahora todos estamos secos y libres de la espada del ángel destructor.
Al analizar la ruina de la obra prometedora ya comenzada, él escribió: Se requiere gran confianza en el amor de Dios, y mucha experiencia en el mismo, para que el alma permanezca en paz y se apoye en el Señor en un país de semejantes cambios, sin tener ni siquiera a ninguno de nuestros coterráneos cerca, sin vía de escape en ninguna dirección; rodeados por la peste más desoladora y la inundación más destructiva, obligados a presenciar escenas de miseria que desgarran los sentimientos, y para las cuales uno no puede suministrar ningún alivio.
No obstante, hasta en estas circunstancias, el Señor nos ha mantenido en paz y tranquilidad personal por medio de su misericordia infinita, y estamos confiando bajo la sombra de su ala Todopoderosa; él nos ha permitido reunirnos diariamente sin que ninguno de nosotros falte cuando decenas de miles han estado cayendo a nuestro alrededor. Pero esto no es todo, por cuanto él nos ha hecho saber por qué nos quedamos en este lugar y por qué nunca se nos permitió sentir que era nuestro deber abandonar el puesto en el que nos encontrábamos.

MARÍA DE GROVES SUCUMBE ANTE LA PESTE

El nivel de las aguas disminuyó; la virulencia de la peste pasó. Entonces María, la madre y esposa, la guía de la casa, cuyo amor, gracia y fe inagotable habían sido un sostén sobre el cual todos se habían apoyado, enfermó de la peste, como pronto todos pudieron ver. Su esposo y una enfermera fiel cuidaron de ella. Ella había estado completamente segura  de que ellos debían quedarse en Bagdad, y ahora, al enfrentarse a la posibilidad de dejar a su esposo e hijos y a la pequeña bebé nacida allí, en semejante lugar, ella dijo: “Estoy asombrada por los caminos del Señor, pero no más que por mi propia paz en semejantes circunstancias”.
Ella murió. Su esposo lloró de dolor mezclado con adoración: Cuán difícil es para el alma ver el objeto de sus más duraderos y arraigados afectos terrenales, sufriendo sin poder suministrarle alivio, sabiendo también que el Padre celestial que ha enviado el sufrimiento puede aliviarlo y, sin embargo, parece hacerse el sordo ante los lamentos de uno. Al mismo tiempo, sentí en lo más profundo de las afecciones de mi alma que, a pesar de todo, él es un Dios de infinito amor. Satanás me ha probado gravemente, pero el Señor me ha mostrado, en el Salmo 22, un lamento más maravilloso aparentemente desatendido, y el Espíritu Santo me ha dado la victoria, y me ha permitido conformarme con la voluntad de mi Padre, aunque ahora no veo el fin de sus benditos y santos caminos.
Luego la pequeña bebé enfermó y, a pesar de la mayor dedicación de su padre, fue arrebatada de ellos. Groves mismo fue el próximo en ser atacado, y parecía que dejaría a sus hijos desamparados, pero se recuperó.
A medida que la peste y la inundación disminuyeron, el enemigo externo avanzó, la ciudad fue asediada y en toda la ciudad imperó la ley de la calle. La casa de Groves fue atacada y robada en varias ocasiones, pero aunque desarmados e indefensos, sus moradores no sufrieron ningún daño corporal. Los proyectiles pasaban sobre el techo donde ellos dormían y el hogar fue estremecido por las balas de cañón. La violencia prevalecía en las calles, y en particular los hijos de la población cristiana sufrían un tratamiento abominable. Finalmente, la ciudad fue tomada; sus captores se comportaron con una moderación inesperada, y la tranquilidad y el orden fueron restaurados.

LLEGAN LOS COLABORADORES PROCEDENTES DE INGLATERRA

En el verano de 1832, llegaron los tan esperados colaboradores de Inglaterra. Ellos eran el Dr. Cronin, ahora viudo, con su hija pequeña y la madre de él, Juan Parnell y Francis W. Newman (cuyo hermano posteriormente se convirtió en el famoso Cardenal). Groves y todos los que lo acompañaban se alegraron sobremanera por esta llegada, y todo el grupo, ahora mayor, entró en un período no sólo de actividad en estudio y trabajo, sino, además, de una hermandad útil y gozosa, y avance hacia un conocimiento más amplio de Dios y la santidad.
Ellos tenían todas las cosas en común; los viernes ayunaban y oraban juntos. Hubo mucho estudio de la Palabra de Dios; varias conversiones tuvieron lugar. Estos fueron tiempos que ellos nunca pudieron olvidar, a partir de los cuales se inició para varias personas, de varias nacionalidades, el comienzo de una nueva vida en Dios.
La hermana de Cronin se había casado con Parnell en el camino, cuando estuvieron en Alepo, pero había sido rápidamente arrebatada de él por la muerte, y ahora su madre también había fallecido. En este mismo año Newman y Kitto viajaron a Inglaterra en busca de nuevos colaboradores, y al año siguiente los que estaban en Bagdad fueron visitados por el Coronel Cotton, cuyas habilidades ingenieras y cuidado cristiano por el pueblo de la India acabaron con las terribles hambrunas periódicas del Delta Godaveri y trajeron prosperidad a su inmensa población. Groves siguió con él hasta la India, dejando a los demás en Bagdad por un tiempo.
Uno de los objetivos en ir a la India, escribe Groves, era “para llegar a unirnos verdaderamente más de corazón con todos los grupos misioneros allí, y demostrar que, a pesar de todas las diferencias, somos uno en Cristo; solidarizándonos en sus penas y regocijándonos en su prosperidad”.
Las profundas experiencias por las que él había atravesado lo capacitaban para esto de una manera especial, también su notable humildad, sin fingimiento, la cual le permitía ver rápidamente cualquier cosa positiva en los demás y le hacía lento para condenar. Además, su conocimiento de las Escrituras y su conocimiento de la obra misionera lo capacitaban para dar consejo sabio, de manera que él no viajaba simplemente elogiando todo lo que veía, sino que podía señalar posibilidades de mejoramiento.
Él vio de una manera tan palpable la necesidad de las enormes multitudes que seguían sin el Evangelio que consideraba que casi cualquier esfuerzo por alcanzarlas, sin importar cuán imperfecto fuese, era mejor que no hacer nada. Además, él estaba optimista de que, si en algún lugar por primera vez los verdaderos creyentes dejaran a un lado sus diferencias denominacionales para exhibir la unidad esencial de las iglesias de Dios en obediencia a las Escrituras y en la tolerancia del amor, sería en un país no cristiano, como en la India. Esto eliminaría el obstáculo principal para la propagación del Evangelio. Era una gran tarea la que se planteaba, y valía la pena llevarla a cabo a toda costa.
Ya fuese por medio de los amplios viajes por todo el país, al visitar a muchos misioneros de varias confesiones, o cuando se establecía en un distrito en específico, la gracia y el poder del ministerio de Groves, así como su amor desinteresado, ganaron muchos corazones y dieron abundantes frutos en las vidas y el servicio de muchos.
Sin embargo, cuando se trataba de aplicar los principios de la Palabra de Dios a personas y organizaciones que de alguna manera se habían apartado de ellos, surgía la oposición, y él sufría intensamente al ver que su deseo ardiente de servir era malinterpretado por misioneros y sociedades y a su vez era tomado como una crítica, una afectación de superioridad y como una amenaza a la estabilidad de las organizaciones existentes. Sus propias palabras son: Cuán lentos somos para aprender realmente a sufrir, y para ser humillados con nuestro amado Señor (Filipenses 2.3–10).
Sin embargo, creo que por lo general somos mucho más capaces de aceptar alegremente cualquier cantidad de prueba mental o corporal que aquella que nos degrada ante el mundo. Darnos cuenta de que nuestra humillación es nuestra gloria, y nuestra debilidad nuestra fortaleza, exige una fe extraordinaria: dondequiera que voy, percibo la mala influencia de principios contrarios.
Estoy convencido de que no seguir a nuestro Señor y bajarnos al nivel de las personas a quienes deseamos servir, destruye todo nuestro poder real; por otra parte, mientras permanezcamos por encima de ellas tenemos poder, pero es terrenal. ¡Oh, que el Señor levante a algunos para que nos muestren el camino! Cuando la verdad penetra la mente de una persona en la India, parece apoderarse de ella con un agarre más poderoso y tenaz que como sucede por lo general en Inglaterra. En la India las personas a menudo sólo tienen la Palabra de Dios, porque el círculo de religiosos profesos es muy pequeño.
Por lo tanto, las opiniones que ellos abrigan son mucho más bíblicas. Nunca hubo un momento en que fuese más importante que ahora hacer todo esfuerzo posible para que ellos no arraiguen en este país los males del dominio eclesiástico, o sea, la soberbia y la mundanería bajo las cuales las Iglesias establecidas en Europa han sufrido.
Groves nuevamente escribe: Nunca hubo un momento más importante para la India que el presente.
Hasta ahora todo en la iglesia ha sido tan libre como nuestros corazones pudieran desear. Las personas se han convertido, ya sea por medio de la lectura de la Palabra de Dios o por la influencia entre ellos mismos, y han bebido las aguas vivas dondequiera que las han encontrado abundantes y claras; pero ahora la Iglesia Anglicana procura extender su poder, y los Independientes y los metodistas tratan de cercar sus pequeños rebaños.
Mi propósito en la India es doble. En primer lugar, tratar de frenar las actividades de estos sistemas exclusivos al demostrar en la iglesia cristiana que ellos no son necesarios para todo lo que es santo y moral; y en segundo lugar, tratar de grabar en la mente de cada miembro del cuerpo de Cristo que a él le ha sido dado algún ministerio para la edificación del cuerpo y, en lugar de desalentar, animar a cada uno a dar un paso al frente y servir al Señor.
Yo abrigo en mi corazón el deseo, si el Señor me guarda, de fundar una iglesia sobre estos principios. Y mí deseo más sincero es remodelar todo el plan de las actividades misioneras a fin de llevarlas al estándar sencillo de la Palabra de Dios. El aliento que el Señor me ha dado es inmenso, más allá de todo lo que yo pude haber esperado. No tengo palabras para expresar cuán calurosamente he sido recibido, no sólo por un grupo, sino por todos.
En otra ocasión él escribe: Cuanto más lo analizo, más me convenzo de que la obra misionera de la India, llevada a cabo por los europeos, está totalmente por encima de los naturales. Tampoco veo cómo es posible que se pueda lograr una impresión duradera si no se mezclan con ellos de una manera que hasta ahora no se ha intentado. Cuando pienso en este asunto del sistema de castas, en relación con la humillación del Hijo de Dios, veo en dicho sistema algo muy diferente y particularmente contrario a Cristo.
Si el que es uno con el Padre en gloria se despojó a sí mismo y fue enviado en la semejanza de pecadores y se convirtió en el amigo de publicanos y pecadores para poder salvarlos, resulta realmente odioso que un gusano se niegue a comer o a mezclarse con otro gusano para no contaminarse. De qué manera tan sorprendente la revelación del Señor a Pedro reprueba todo esto: “Lo que Dios limpió, no lo llames tú común”.
Al hacer planes para vivir en la India, él dice: Proponemos que nuestros arreglos domésticos deben ser todos muy sencillos y muy económicos, y que nuestro plan debe ser estrictamente evangélico.
Nuestro gran propósito será derribar las barreras odiosas que el orgullo ha erigido entre los naturales y los europeos. Con este propósito en mente, sería recomendable que cada evangelista lleve consigo a dondequiera que vaya, de dos a seis alumnos nativos con quienes él podría comer, beber y dormir en sus viajes, y con quienes él podría hablar acerca de las cosas del reino al sentarse y al levantarse.
Es decir, de este modo ellos podrían ser preparados para el ministerio en la manera en que nuestro querido Maestro preparó a sus discípulos, renglón tras renglón, mandato sobre mandato, un poquito allí, otro poquito allá, a medida que ellos puedan asimilarlo, conscientes de principio a fin que nuestro deber no es el de hacer que los demás hagan lo que nosotros mismos no hacemos o que actúen sobre los principios que nosotros no actuamos, sino más bien que seamos ejemplos de todo lo que deseamos ver en nuestros amados hermanos. Y aún no pierdo las esperanzas de ver surgir en la India una iglesia que sea un pequeño santuario en los días oscuros y convulsos que se avecinan en la cristiandad.
Después de pasarse un tiempo en Inglaterra, donde se volvió a casar, Groves regresó a la India, llevando consigo a un grupo misionero que incluyó a los hermanos Bowden y Beer con sus esposas de Barnstaple quienes comenzaron a trabajar en la poblada zona del Delta Godaveri.

OTRO GRUPO LLEGA A LA INDIA

Groves mismo se estableció en Madrás donde se le unió el grupo que él había dejado atrás en Bagdad. Después de haber dependido por tanto tiempo de las donaciones que el Señor le había enviado por medio de sus siervos para sus provisiones, él ahora sentía, en Madrás, que las circunstancias eran tales que sería mejor para el testimonio que él siguiera el ejemplo de Pablo, quien estaba dispuesto, según las circunstancias, a vivir de las donaciones de las iglesias, o ganarse su propio sustento. Fue por ello que Groves volvió a ejercer como dentista y fue exitoso en esto.

TÁCTICAS DE GROVES EN EL EVANGELIO

Sus esfuerzos por ayudar a las distintas sociedades misioneras con el tiempo trajeron como resultado que algunos se le opusieran, que lo excluyeran de sus círculos y que hablaran en su contra, considerándolo un enemigo y un peligro para la obra. Esto él lo sintió intensamente y fue una de las razones que motivara su partida de Madrás y su traslado a Chittoor, lugar que pronto se convirtió en un centro de actividad y de bendiciones.
A fin de alentar a aquellos que estaban involucrados en la obra del Señor para que también se ganaran su sustento, cuando les fuera posible, y a los ocupados en los negocios para que igualmente fueran activos en la obra espiritual, Groves compró un terreno y desarrolló primero el cultivo de la seda y luego de la caña de azúcar, dándoles así empleo a muchos. A veces esto prosperaba, pero también hubo pérdidas, y la aceptación de un préstamo que se le ofreció en una ocasión para extender el negocio lo comprometió con mucho trabajo y preocupación antes que pudiera liquidar la deuda.
Una carta escrita a Inglaterra en este período explica su propósito: Aquello que hace que su generosidad sea doblemente apreciada es que demuestra la continuación de su amor por nosotros individualmente, pero sobre todo, por la obra del Señor en estas tierras desoladas y abandonadas.
Creo que todos sentimos un interés creciente en ese plan de las misiones que estamos siguiendo ahora; ya sea trabajando nosotros mismos o asociándonos con aquellos que tienen algún “negocio honrado”  y también dar un ejemplo a los demás de que al hacer esto ellos pueden apoyar a los débiles.
Últimamente nos hemos enterado de varios misioneros que están muy interesados en nuestras perspectivas de éxito. Ese querido joven natural, llamado Aroolappen, quien partió de entre nosotros hace algunos meses, se ha mantenido, en medio de tantas pruebas y tentaciones, fiel a sus propósitos. Él ha decidido comenzar sus labores en un vecindario muy poblado, cerca de las Montañas Pilney, en el distrito Madura, un poco al sur de Tiruchchirapālli.
Además, existe la probabilidad de que se le una un hermano natural que está dispuesto a salir a construir, con una pala en una mano y una espada en la otra la manera en que, en mi opinión, se construirá el muro en estos tiempos convulsos. Nuestro amado Aroolappen ha rechazado cualquier forma de salario, porque la gente, dice él, no dejaría de decirle que él predica porque es asalariado. Cuando él me dejó, yo quise asignarle algo mensualmente, como una remuneración por su trabajo de traducir para nosotros; pero él rechazó cualquier suma estipulada.
Los otros dos de quienes escribí son un inglés y un encuadernador natural, quienes están decididos a seguir el mismo camino.
Acerca del hombre inglés, él escribe más adelante: Él está habituado al clima y puede caminar sesenta y cuatro kilómetros diariamente sin fatigarse. Lee y escribe Tamil y Telugu con facilidad, y renuncia a treinta y cinco rupias al mes, un caballo y una casa para poder llevar a cabo la obra de Dios. Él viaja a través de las regiones de habla Tamil y Telugu en un pequeño carruaje lleno de libros, tratados y cosas para vender, predicando el Evangelio a los naturales en sus propios idiomas, a medida que pasa, y en inglés a todos los soldados en las estaciones militares. Él ya ha sido bendecido con la conversión de dos le aseguro que todos sentimos que, de no haber visto otro fruto de nuestro esfuerzo aparte de estos dos o tres hermanos que actúan sobre estos principios de servicio, habríamos dicho que realmente nuestro esfuerzo en el Señor no ha sido en vano.
Por tanto, creo que podemos considerar nuestra permanencia en la India, bajo Dios, como el medio para la introducción de esta forma de ministerio entre los cristianos naturales y los paganos, y la continuación de nuestra estancia aquí será, confío, por medio de la gracia de Dios, el medio de establecerla y extenderla. Los que conocen a los naturales, estoy seguro, opinarán al igual que yo, que este plan de misiones, por medio del cual el propio natural es dirigido a Dios, está planeado para desarrollar la individualidad de carácter, la ausencia de la cual se ha lamentado tanto, y cuyo remedio muy pocas veces se ha buscado.
Al natural, por naturaleza, le gusta contar con una provisión y la comodidad, y de ese modo es mantenido en dependencia del sistema. Por otra parte, al europeo le gusta mantener al natural subyugado y mantenerse a sí mismo al mando. Pero, debe quedar claro para todos que si las iglesias naturales no se fortalecen de manera que aprendan a apoyarse en Dios en lugar de depender del hombre, los cambios políticos en determinado momento pueden barrer con la situación presente, en lo que depende de los europeos, y no dejar ni siquiera un rastro.
La última visita de Aroolappen a su familia en Tinnevelly ha llevado a la discusión de estos principios entre el inmenso grupo de obreros allí; y aunque él no ha establecido su residencia entre ellos, él está lo suficientemente cerca como para que ellos lo observen, tanto a él como a los principios sobre los cuales él está actuando. Verdaderamente encomendamos estos brotes tempranos del poder del Espíritu Santo pues confiamos que eso es lo que son a sus muy fervientes oraciones, para que nuestros hermanos puedan continuar en el espíritu de una verdadera humildad y dependencia de Dios. El hecho de que nuestra posición aquí pone la obra pastoral y la hermandad en una igualdad cristiana sencilla con los naturales, de ninguna manera es el rasgo menos importante de nuestra obra.
Antes que nosotros llegáramos, a nadie excepto a un natural ordenado se le permitía celebrar la Cena del Señor o bautizar. Y cuando nuestros hermanos cristianos Aroolappen y Andrés participaron de la Cena del Señor con los cristianos naturales, esto provocó más interés y preguntas de lo que usted pudiera imaginarse. La referencia constante a la Palabra de Dios ha llevado, y continúa llevando, las cuestiones relacionadas con el ministerio y el gobierno de la iglesia a una posición completamente nueva en las mentes de muchos.
Sin embargo, todo esto no impidió que Groves comprendiera que existen personas que en ocasiones son llamadas a dedicar todo su tiempo al ministerio de la Palabra de Dios, y en este sentido escribe:
No tengo duda de que aquellos a quienes Dios ha llamado a ministrar deben esperar en su ministerio y entregarse totalmente a él hombres reconocidos como pastores y maestros son imprescindibles para el buen orden de todas las asambleas; por tal razón, son requeridos y encomendados por Dios. Y aunque no me opongo a reunirme con aquellos que no los tienen, si fuera el resultado de la providencia del Señor no concederles ninguno, sería incapaz de asociarme personalmente con aquellos que los rechazan por considerarlos innecesarios o no bíblicos.
Groves también escribió: “Es mi más sincero deseo, si el Señor quita de en medio las dificultades, dedicar el resto de mi corta existencia a un ministerio ininterrumpido”. Al escribir sobre dos miembros de la Iglesia Anglicana que ayudaron mucho a los hermanos Bowden y Beer en su obra en el Delta Godaveri, él dice: “Su sistema puede ser sectario, pero ellos no lo son. Y es diez veces mejor tener que ver con católicos en un sistema sectario que con sectarios que no pertenecen a ningún sistema.”
Estando de visita en Inglaterra en 1853, Groves enfermó y murió a la edad de 58 años, sufriendo, pero en paz, en la casa de Jorge Muller en Bristol.

JORGE MULLER (1805–1898)

Otro que llegó a convencerse de la importancia de una obediencia literal a las Escrituras fue Jorge Muller. Él era natural de Prusia y nació, en 1805, cerca de Halberstadt. Aunque él estudió para el ministerio, creció llevando una vida pecaminosa y disoluta, e incluso fue encarcelado en una ocasión por el delito de estafa. Encontrándose en un estado muy infeliz, Muller fue llevado por un amigo, cuando tenía veinte años, a una reunión en una casa particular en Halle. Allí escuchó la lectura de la Biblia. Aunque él había estudiado mucho, esto era nuevo para él. Él se sintió inmediata y poderosamente conmovido por ello, y no tardó mucho para que el amor de Jesús por su alma y la suficiencia  su sangre expiatoria ganaran la respuesta del amor y la fe de su corazón.
Muller tuvo mucho conflicto espiritual como resultado de la crisis por la cual había atravesado, pero su costumbre diaria y constante de leer las Escrituras y orar lo llevó a un conocimiento cada vez mayor de la voluntad de Dios.
Él deseaba muchísimo convertirse en misionero entre los judíos. Por lo tanto, fue enviado a Inglaterra a estudiar en la Sociedad Judía de Londres en preparación para dicho ministerio. Poco después de su llegada a Inglaterra, él escuchó con regocijo lo que A. N. Groves estaba haciendo al renunciar a un buen sueldo y marcharse como misionero a Persia, confiando en el Señor en lo concerniente a suplir sus necesidades. Muller fue enviado a Teignmouth por motivo de su salud, y estando allí conoció a Henry Craik, quien había sido un miembro de la casa de Groves. Este fue el comienzo de una amistad de por vida.
Aquí él recibió una nueva bendición espiritual, especialmente al darse cuenta más claramente que la Palabra de Dios es el único estándar del creyente y que el Espíritu Santo es su único maestro. Al contar con mayor entendimiento, también surgieron dudas en su mente en cuanto a su relación con la Sociedad Misionera, y con el tiempo, por medio de un acuerdo amistoso con el Comité, esta relación llegó a su fin.

MULLER DEJA LA SOCIEDAD MISIONERA

Sus motivos para dejar la Sociedad fueron: él se dio cuenta de que no era conforme a la Escritura el requisito que se le pedía de ser ordenado en la Iglesia Luterana o en la Iglesia Anglicana; también se dio cuenta de que cualquiera de las Iglesias establecidas, al ser una mezcla del mundo y de la verdadera iglesia, contienen principios que inevitablemente llevan a una desviación de la Palabra de Dios, y el hecho de que son instituciones impide que sus costumbres puedan ser alteradas, sin importar cuánta nueva luz puedan recibir de las Escrituras.
Muller también se oponía, por razones de consciencia, a ser dirigido por los hombres en sus labores misioneras. Como siervo de Cristo, él sentía que debía ser guiado por el Espíritu Santo en cuanto al tiempo y el lugar. Y aunque amaba a los judíos, él no podía limitarse a trabajar casi exclusivamente entre ellos. Él le había causado algunos gastos a la Sociedad y, por tanto, estaba comprometido con ellos, pero él logró arreglar este asunto satisfactoriamente, y la Sociedad lo trató con mucha consideración.
Una nueva duda surgió en cuanto a cómo podrían ser suplidas sus necesidades temporales. Pero esto no le preocupaba, ya que él se apoyaba en las promesas del Señor como las que aparecen en Mateo 6.25–34; 7.7–8; Juan 14.13–14, y al darse cuenta de que si él realmente buscaba primero el reino de Dios y su justicia, sus provisiones temporales le serían suplidas.
Al haber abandonado su puesto el ministro de la Capilla Ebenezer en Teignmouth, Muller fue invitado por toda la iglesia de dieciocho miembros para que se convirtiera en su ministro. Esto con un salario anual de £55. Él aceptó y ministró con regularidad entre ellos, pero también visitó y predicó en muchos lugares en el vecindario. Él se percató de que su ministerio era más eficaz cuando consistía en la exposición de las Escrituras.
Al escuchar un día una conversación entre tres hermanas en el Señor sobre el tema del bautismo, Muller se dio cuenta de que, aunque había sido un fuerte partidario del bautismo de infantes, él nunca había escudriñado seria y devotamente las Escrituras con relación a ese tema, de manera que se dedicó a hacerlo, y se convenció de que sólo el bautismo de creyentes, y específicamente por inmersión, es la enseñanza de la Escritura. Muchas objeciones surgieron en su mente en cuanto a poner en práctica esta ordenanza, pero al tener la seguridad de que era la voluntad del Señor que él actuara literalmente sobre la base de sus mandamientos, Muller fue bautizado.
Poco después de esto, él comprendió que, aunque no es un mandamiento, los apóstoles nos han dado el ejemplo de partir el pan todos los días del Señor. Él también se dio cuenta conforme a la Escritura que el Espíritu Santo debe tener libertad para obrar por medio de los hermanos a quienes él desee usar, de modo que todos puedan beneficiarse de los dones que el Señor ha derramado entre ellos. A medida que estas cosas fueron analizadas y consideradas por la iglesia, pasaron a ser parte de su práctica.

MULLER SE CASA CON LA HERMANA DE GROVES

En este mismo año (1830) Muller se casó con la hermana de A. N. Groves, en quien él encontró una esposa totalmente de acuerdo con él en lo referente a procurar aprender y cumplir la voluntad de Dios como se manifiesta en las Escrituras. Ella se interesó de manera especial en las próximas medidas que ellos tomaron, pues ahora comprendían que no era correcto que él recibiera un salario fijo derivado de la renta de los bancos y contribuciones regulares de miembros de la iglesia, de manera que renunciaron a ello.

LA DEPENDENCIA TOTAL DE DIOS

Lo que en realidad les costó más que renunciar al salario fue su determinación de obrar sobre una conclusión a la que ellos habían llegado ante Dios, que ellos nunca pedirían ayuda ni tampoco darían a conocer sus necesidades a ningún hombre, sino que verdaderamente acudirían al Señor y confiarían en él para que él supliera todas sus necesidades. En este mismo tiempo, ellos recibieron la gracia para obrar literalmente sobre el mandamiento del Señor: “Vended lo que poseéis, y dad limosna”.
Más de cincuenta años después, él escribe: No nos arrepentimos en lo más mínimo de la medida que tomamos.
Nuestro Señor también nos ha dado, en su tierna misericordia, la gracia para continuar pensando de la misma manera en cuanto a los puntos anteriores, tanto en lo referente al principio como a la práctica. Y este ha sido el medio de hacernos saber el tierno amor y el cuidado de nuestro Señor por sus hijos, hasta en lo más insignificante, de una manera nunca antes conocida por nosotros y esto ha hecho, en especial, que conozcamos más completamente al Señor de lo que lo conocíamos antes, como un Dios que escucha las oraciones.
En 1832, la familia Muller y Henry Craik se trasladaron a Bristol, donde los dos hermanos eran pastores de la Capilla de Gedeón por un tiempo, pero también alquilaron la Capilla de Bethesda, al principio sólo por un año. Allí un hermano y cuatro hermanas se unieron a ellos en una hermandad “sin ninguna regla,” según dijeron, “deseando sólo actuar según al Señor le agrade mostrarnos la luz por medio de su Palabra”. Esta iglesia creció rápidamente y desde el comienzo fue muy activa en las buenas obras.
Después de unos cinco años, surgió una duda que los hizo escudriñar la Escritura diligentemente para encontrarle una solución al problema. Cuando la iglesia se había fundado, todos sus miembros eran creyentes bautizados. Luego tres hermanas solicitaron pertenecer a la hermandad, de cuya fe y santidad no se tenía ninguna duda, pero ellas no habían sido bautizadas como creyentes ni tampoco, cuando se les explicaron las Escrituras, comprendieron que este era el camino correcto que ellas debían tomar. La mayoría en la iglesia, incluyendo a Muller y a Craik, opinaba que debían ser recibidas, pero a varios miembros la conciencia no les permitía concebir la idea de recibir como miembros a creyentes no bautizados. Luego de mucho análisis de las Escrituras, la cantidad de los que se oponían se redujo a unos pocos.
Algunos recibieron ayuda por medio del consejo de Roberto Chapman de Barnstaple. Él era de un carácter tan santo, de tanto conocimiento de la Palabra de Dios y de un juicio tan sano, que ganó el respeto de todos los que se ponían en contacto con él. Chapman presentó el asunto de la siguiente manera: O bien los creyentes no bautizados entran dentro del tipo de personas que andan desordenadamente, y en ese caso debemos apartarnos de ellos (2 Tesalonicenses 3.6); o no andan desordenadamente.
Si un creyente anda desordenadamente, no sólo debemos apartarnos de él en la Cena del Señor, sino que nuestro comportamiento hacia él, en todas las ocasiones en que tengamos contacto con él, indudablemente tiene que ser diferente de lo que sería si anduviera ordenadamente. Sin embargo, evidentemente este no es el caso en la conducta de los creyentes bautizados hacia sus hermanos creyentes no bautizados.
El Espíritu Santo no permite que así sea, sino que él testifica que el hecho de que ellos no hayan sido bautizados no implica que anden desordenadamente y, por lo tanto, puede existir la más hermosa comunión entre los creyentes bautizados y los no bautizados. El Espíritu Santo no nos permite negarnos a la hermandad con ellos en la oración, en la lectura y escudriñamiento de las Escrituras, en la hermandad social e íntima y en la obra del Señor.
No obstante, este tiene que ser el caso si ellos andan desordenadamente. Se llegó a la conclusión de que “tenemos que recibir a todos a quienes Cristo ha recibido (Romanos 15.7), sin tomar en cuenta el límite de gracia o conocimiento que ellos hayan alcanzado”. Algunos dejaron la iglesia al escuchar de semejante posición, pero la mayoría de ellos regresó y después no hubo jamás discrepancia alguna sobre este asunto.
Ciertas dudas en cuanto a los ancianos y en cuanto al orden y disciplina de la iglesia vinieron luego a preocupar las mentes de los hermanos, y hubo un largo y minucioso análisis de las Escrituras sobre estos asuntos. Ellos llegaron a darse cuenta de que el mismo Señor asigna ancianos en cada iglesia en el cargo de supervisores y maestros, y que esto debe continuar ahora, a pesar del estado caído de la Iglesia, como en los tiempos apostólicos.
Esto no implica que los miembros asociados en la hermandad de la iglesia deban elegir a los ancianos conforme a su propia voluntad, sino que ellos deben esperar en el Señor a fin de nombrar a los que reúnan los requisitos para instruir y dirigir en la iglesia del Señor. Estos toman posesión del cargo por medio del nombramiento del Espíritu Santo, el cual es dado a conocer a los que han sido nombrados y a aquellos entre quienes ellos van a servir, mediante el llamado secreto del Espíritu Santo a través de su posesión de las cualidades requeridas y mediante la bendición del Señor sobre sus obras.
Los hermanos deben reconocerlos y someterse a ellos en el Señor. Las cuestiones relacionadas a la disciplina de la iglesia deben ser finalmente resueltas en la presencia de la iglesia, siendo el acto de todo el cuerpo. “Con relación a la acogida de los hermanos en la hermandad, este debe ser un acto de simple obediencia al Señor tanto por parte de los ancianos como por parte de toda la iglesia. Sentimos el deber y la obligación de recibir a todos aquellos que hagan una profesión convincente en Cristo, conforme a la Escritura que dice: ‘Recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios’”.
Estas y otras conclusiones no eran reglas de la iglesia, sino que expresaban lo que los miembros habían comprendido así como la manera en que habían determinado actuar hasta que pudieran recibir una nueva luz de la Escritura.
En cuanto a la Cena del Señor se comprendió que: aunque no poseemos ningún mandamiento expreso con relación a la frecuencia de su cumplimiento, el ejemplo de los apóstoles y de los primeros discípulos nos guiaría a cumplir esta ordenanza todos los días del Señor.
En esta ordenanza manifestamos nuestra participación común en todos los beneficios de la muerte de nuestro Señor, así como nuestra unión con él y los unos con los otros; por lo tanto, también se debe dar oportunidad para el ejercicio de los dones de enseñanza y exhortación, así como para la comunión en oración y alabanza.
La manifestación de nuestra participación común en los dones de cada uno no puede darse completamente en tales reuniones si toda la reunión es, como es inevitable, conducida por un individuo. Sin embargo, esta manera de reunirse no quita, de aquellos que tienen los dones de enseñanza y exhortación, la responsabilidad de edificar a la iglesia cuando se ofrezca la oportunidad.
Durante una visita a Alemania en 1843, Jorge Muller pasó algunos meses entre un grupo que estaba complacido de tener su ministerio y que le había invitado, pero que no le permitiría partir el pan con ellos cuando llegara el momento, ya que él estaba dispuesto a hacerlo con cristianos en la Iglesia del estado, o con los que no habían sido bautizados como creyentes. Ellos incluso trataron de que él se comprometiera a nunca partir el pan con creyentes que, aunque bautizados, no evitaban el compañerismo con aquellos que no lo eran.
Al comentar sobre estos hechos, Jorge Muller dice: Estos hijos de Dios habían estado en lo cierto al considerar bíblico el bautismo de creyentes y separarse de la Iglesia del estado. Pero sobre estos dos puntos ellos habían puesto un énfasis indebido. Aunque el bautismo de creyentes es la verdad de Dios, y aunque la separación de las Iglesias del estado por parte de los hijos de Dios que saben que una iglesia es una congregación de creyentes es correcta, porque en las Iglesias del estado ellos no ven otra cosa que el mundo mezclado con algunos creyentes verdaderos, no obstante, si se hace un gran asunto de estos puntos, si se toman fuera de proporción, como si lo fueran todo, habrá pérdida espiritual por parte de aquellos que lo hacen.
Mejor dicho, cualquiera de las partes de la verdad que se enfatice demasiado, aunque tenga que ver con las verdades más preciadas relacionadas con nuestra resurrección en Cristo o nuestro llamado celestial, o la profecía, tarde o temprano, los que hacen esto y, por tanto, les dan un lugar demasiado importante, terminarán perdiendo en sus propias almas y, si son maestros, perjudicarán a quienes enseñan. Ese fue el caso de Stuttgart. El bautismo y la separación de la Iglesia del estado finalmente se han convertido en lo único para estos queridos hermanos.
“Nosotros somos la iglesia. La verdad sólo puede encontrarse entre nosotros. Todos los demás están en error y en Babilonia.” Estas fueron las frases usadas una y otra vez por nuestro hermano. Que Dios en su misericordia les dé a ellos y a mí un corazón humilde.

EL INSTITUTO DE CONOCIMIENTO BÍBLICO

Ambos hermanos, Craik y Muller, sentían profundamente que cada creyente tiene el deber, de una manera u otra, de ayudar en la causa de Cristo, pero que para ello se debía buscar cualquier medio necesario, no de parte de los hombres, en particular no de los incrédulos, sino de parte del mismísimo Señor en oración llena de fe. En el ejercicio de esta convicción ellos fundaron en 1834 “El Instituto de Conocimiento Bíblico para el País y el Extranjero”, con el objetivo de ayudar a las escuelas primarias, las escuelas dominicales y las escuelas de adultos por medio de impartir en ellas clases sobre el modelo bíblico, hacer circular las Sagradas Escrituras y ayudar a aquellos misioneros cuyo proceder parecía estar más conforme a las Escrituras.
El motivo de fundar una nueva institución cuando ya existían tantas sociedades religiosas fue que, si bien ellos reconocían las buenas obras hechas por las otras, había algunos puntos en los que sus conciencias no les permitían unirse a estas sociedades. El propósito, decían ellos, que estas sociedades religiosas proponen para sí mismas es el mejoramiento gradual del mundo hasta que todos lleguen a convertirse. En cambio, la enseñanza de la Escritura es que la conversión del mundo no tendrá lugar hasta la venida del Señor, que en esta época presente el mundo empeorará espiritualmente, pero que el Señor está reuniendo a un pueblo de entre todas las naciones.
Además, estas sociedades mantienen muchas relaciones con el mundo, de manera que mediante el pago de una suscripción una persona no convertida puede hacerse miembro; aparte de esto, a los inconversos a menudo se les pide dinero, y los patrocinadores y presidentes se eligen por preferencias de entre aquellos que son ricos e influyentes. Estas sociedades también contraen deudas. Todas estas cosas son contrarias tanto a la letra como al espíritu del Nuevo Testamento.
Por tanto, ellos se propusieron no pedir dinero nunca (aunque se les permitía aceptarlo de alguien que lo donara por cuenta propia); no aceptar a ningún incrédulo como colaborador en la dirección o ejecución de los asuntos de la institución; no incurrir en deudas para ampliar sus actividades, sino apoyarse en la oración privada para “presentar las necesidades de la institución al Señor, y actuar según los recursos que Dios provea”.
A partir de este pequeño comienzo, sin recursos iníciales, sin publicidad, fluyó siempre una constante corriente de bendiciones que crecieron constantemente en volumen. Los pobres fueron aliviados, se fundaron y continuaron escuelas en varios países, una gran cantidad de Biblias fueron vendidas o donadas, se envió ayuda a los misioneros en muchos países, y esto de una manera que no los controlaba ni limitaba su libertad, sino que sólo atendía sus necesidades y las relacionadas al trabajo que ellos hacían.
Todas estas amplias y crecientes actividades fueron llevadas a cabo en una simple dependencia de Dios. Una y otra vez ellos se quedaron sin fondos para atender las distintas necesidades que se les presentaban, ya fuese en su ministerio o en su propia vida. Pero siempre, en el momento indicado, recibían provisiones en respuesta a las oraciones, de manera que su propia fe en Dios y la comunión con él eran ejercitadas y fortalecidas, mientras otros también eran alentados en el camino de la fe.
En 1836, Jorge Muller inauguró su primer orfanato al alquilar una casa por un año en la calle Wilson, Bristol, donde recibió a 26 niños.
Él declara como sus motivos principales para emprender esta obra:
(1) Que Dios sea glorificado, si se digna concederme los recursos, para que se comprenda que no es en vano confiar en él; y que de esta manera la fe de sus hijos sea fortalecida.
(2) El bienestar espiritual de los hijos sin padre y sin madre.
(3) Su bienestar temporal.”

LOS ORFANATOS DE MULLER

Al ver que tantas personas del pueblo de Dios estaban agobiadas por las preocupaciones y las inquietudes, él deseó dar una prueba visible y tangible de que en nuestros días Dios escucha las oraciones y responde a ellas exactamente como siempre lo hizo, y que si confiamos en él y buscamos su gloria él suplirá nuestras necesidades. Muller había sido estimulado grandemente por el ejemplo de Franke de Halle en Alemania, quien, dependiendo sólo del Dios vivo, había construido y sostenido un orfanato grande. De modo que él tenía la certeza de que semejante obra en Bristol sería la mejor manera de testificar de la fidelidad de Dios en este país.
Todas sus expectativas fueron más que realizadas. Aunque a menudo él fue reducido a la más absoluta necesidad, sin embargo, el número creciente de huérfanos nunca disminuyó. La obra fue continuada hasta su muerte a los 92 años de edad, y desde entonces sus sucesores la han llevado a cabo en el mismo espíritu. La gran cantidad de huérfanos recibidos (de los cuales muchos se han convertido), los enormes edificios construidos, las masivas sumas de dinero recibidas y empleadas —todo esto representa un ejemplo sorprendente del poder triunfante de la oración de fe.
En 1837, Jorge Muller publicó la primera parte de su libro, Un relato de algunos de los tratos del Señor con Jorge Muller, un libro que ha ejercido una influencia extraordinaria en las vidas de una gran cantidad de personas al alentarlas en la fe en Dios.
La ciudad de Barnstaple en Devonshire está relacionada con el nombre de Roberto Cleaver Chapman, quien ministró la Palabra de Dios allí durante unos setenta años y murió allí en 1902, próximo a cumplir sus cien años de edad. Chapman nació en Dinamarca, hijo de padres ingleses, y su madre, a quien estaba profundamente ligado, ejerció una gran influencia sobre él. Mientras aún vivía en Dinamarca fue instruido por un abad francés, y luego estudió en una escuela en Yorkshire. Él desarrolló marcados intereses y habilidades literarias, convirtiéndose, además, en un excelente lingüista.
Atraído por la Biblia a la edad de dieciséis años, Chapman hizo un estudio minucioso de todo el libro, llegando a conmoverse mucho por el mismo. Al dedicarse al estudio de derecho se convirtió en procurador, y se desempeñó bien en su profesión.
En este tiempo, Santiago Harrington Evans se encontraba predicando en Londres, en la Capilla de la calle John, Bedford Row, la cual había sido construida para él por un amigo. Él había sido un cura, pero al convertirse por medio de la lectura de unos sermones que su párroco le había prestado, comenzó a predicar la justificación por medio de la fe con una convicción sincera. Este fue el medio tanto para la conversión de pecadores como para el avivamiento de creyentes, pero fue resentido por su párroco, quien le pidió que se marchara.
Ahora él también tuvo dificultades con relación al bautismo de infantes, y se dio cuenta de que la relación existente entre la Iglesia y el estado impedía la santa disciplina en la Iglesia. Por lo tanto, él dejó la Iglesia. Poco después, él y su esposa fueron bautizados. Sin embargo, Evans no se convertiría en el pastor de una iglesia bautista, porque eso implicaría terminar su compañerismo cristiano con muchos creyentes, entre quienes, él creía, bien podía haber mejores personas que él.
En la Capilla de la calle John se celebraba la Cena del Señor cada domingo por la noche, y aquellos que de alguna manera demostraban estar capacitados para ayudar y edificar la iglesia fueron alentados a hacer uso de sus dones.
Fue precisamente a esta iglesia que, aproximadamente a los veinte años de edad, Roberto Chapman fue traído. Mientras caminaba una noche, vestido de etiqueta, cerca de la capilla, uno de los ancianos lo vio y lo invitó a pasar. Él entró, y al cabo de unos pocos días experimentó el cambio de la conversión. Al describir esto más tarde, dijo: ¡Señor, recuerdo tus tratos conmigo! Cuando me tomaste de la mano por primera vez y tu Espíritu Santo me convenció de pecado, mi copa estaba llena de amargura por mi culpa y el fruto de mis hechos todo en mi interior era un invierno monótono.
Me sentía harto del mundo, odiándolo con gran enojo, pero era incapaz de dejarlo y no estaba dispuesto a hacerlo. Me hablaste en el momento oportuno, diciendo: “Este es el reposo con que darás reposo al cansado; y este es el refrigerio”. Y ¡cuán dulces tus palabras: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”! ¡Cuán hermosa la visión del Cordero de Dios! ¡Y cuán gloriosa la túnica de justicia, ocultando del ojo santo de mi Juez todos mis pecados y corrupción! Entonces el cojo saltó como un ciervo, y cantó la lengua del mudo. En Jesús crucificado, en ti mi Señor, mi alma encontró descanso, y en el seno de tu amor.
Chapman fue bautizado y formó parte de la congregación de creyentes en la calle John. Estos pasos le ocasionaron la pérdida de muchos amigos y fueron también la causa de la desaprobación de sus parientes, pero desde el principio de esta nueva vida él se entregó por entero a seguir en las pisadas de Cristo. Las Escrituras se convirtieron en su creciente deleite, entró en una vida de oración de fe, y tuvo cuidado de ocuparse con las necesidades de los pobres y de todos aquellos que estuvieran en problemas.
Él sintió que había sido llamado de Dios para dedicarse al ministerio de la Palabra de Dios. Algunos dijeron que él nunca sería un predicador, pero él contestó: “Mi gran propósito es imitar a Cristo”. Roberto Chapman nunca se casó, y en 1832 se estableció en Barnstaple, ministrando la
Palabra de Dios en la Capilla Bautista Ebenezer. Harrington Evans siguió allí el curso de su ministerio con un interés constante, diciendo de él: “Él es una de mis estrellas. Lo considero uno de los primeros hombres de la época. Él no tiene altibajos.
Él se deshizo de todo cuanto poseía y vivió en una dependencia constante e inmediata del Señor para la satisfacción de sus necesidades diarias. Regaló a otros todo lo que recibía más allá de lo que era necesario para suplir sus modestas necesidades.
Acerca de su temprano ministerio en Barnstaple, él escribió: Cuando se me pidió abandonar a Londres e ir a ministrar la Palabra de Dios en la Capilla Ebenezer, entonces ocupada por una comunidad de “bautistas exigentes”, estuve de acuerdo, poniendo sólo una condición: que tendría la libertad de enseñar todo cuanto encontrara en las Escrituras. Esto fue lo que hice por un tiempo con la bendición del Señor.
Un hermano que me visitó en aquellos días me instó a que dejara la regla estricta de que nadie excepto los creyentes bautizados podían partir el pan. Yo le respondí que yo no podía forzar las conciencias de mis hermanos y hermanas; y continué mi ministerio, instruyéndolos pacientemente de la Palabra de Dios. En ese tiempo yo sabía muy bien que podía lograr el cambio porque la gran mayoría estaba de acuerdo conmigo, pero consideré que sería más agradable a Dios esforzarme por lograr que todos llegaran a un consenso.

EL MINISTERIO DE CHAPMAN EN BARNSTAPLE

Un poco después de esto, algunos cristianos residentes en Barnstaple, que apoyaban las opiniones estrictas que nosotros habíamos abandonado para ese entonces, nos exigieron que renunciáramos al uso de la capilla. Examiné minuciosamente la Escritura Fideicomisaria y me di cuenta de que no habíamos dejado a un lado ni una sola de sus provisiones. Sin embargo, les dimos la capilla, así como debo darle mi capa a quien me la pida. No es de extrañarse que les diga que no pasó mucho tiempo para que el Señor nos diera una capilla mucho mejor.
Fue por este tiempo que Chapman conoció a Jorge Muller, a Henry Craik y también a algunos de los creyentes que en Dublín y en otras partes se esforzaban por vivir las Escrituras.
Las dos casas modestas, en la 6ª y 9ª de New Buildings, Barnstaple, donde Roberto Chapman y su amigo Guillermo Hake vivieron en una hermandad ininterrumpida durante cincuenta y nueve años, hasta la muerte del segundo en el año 1890, se convirtieron en un lugar de peregrinación para personas de todo el mundo que iban allí en busca de consejo y ayuda sobre temas espirituales.
Roberto Chapman viajó a varios países. Sus visitas a España llevaron a varios siervos del Señor a dedicarse a la obra del Evangelio en ese país, con muy buenos resultados. La influencia de su vida piadosa parece haber afectado a todos los que entraron en contacto con él. Cuando otros trabajaron en España, varios años después de las visitas de Chapman a ese país, se encontraron un ejemplo tras otro de personas que se habían convertido y que mantenían un buen testimonio de Cristo, y esto como resultado de sus conversaciones con Chapman.
En cierta ocasión un viajero se encontró con un inglés que tenía negocios en uno de los puertos del Mar Negro en Rumania. Ambos conversaron sobre temas espirituales, y el inglés relató cómo había sido religioso antes de llegar a Rumania, pero que ahora él había renunciado a todo y estaba convencido de que todos los que profesaban ser cristianos eran hipócritas, “aunque”, agregó, corrigiéndose a sí mismo, “yo conocí a un cristiano auténtico; él acostumbraba a pasar por el lugar donde yo vivía en Devonshire. Su nombre era Roberto Chapman.”
Las tradiciones e instrucciones de los primeros tiempos de la iglesia antes que las Escrituras estuvieran completas, han tomado en el Nuevo Testamento una forma permanente destinada a la dirección continua y literal, tanto del cristiano como de las iglesias de Dios, y el esfuerzo por actuar conforme a ellas nunca ha cesado, aun cuando a veces sólo unos pocos lo han mantenido.
Algunos ejemplos de esto, en esta época, son la congregación en Edimburgo donde los hermanos Haldane trabajaron; las asambleas en Dublín con las cuales Groves, Cronin, Bellett y otros tuvieron que ver; la iglesia en Bristol fundada por Muller, Craik y los que estaban con ellos; los “hermanos menonitas” en el sur de Rusia; y los grupos de estundistas en distintas partes de Rusia. Pero estos son sólo unos pocos de los tantos movimientos en los distintos países, algunos limitados a pequeños grupos, otros llegando a formar amplios círculos.
En los principios más importantes todos ellos tenían una afinidad espiritual muy cercana con los de las iglesias bautistas e independientes que resistieron y permanecieron intactas ante el racionalismo popular de la época.

PERIODO DE SECULARIZACION GENERAL

(1789 HASTA EL PRESENTE)
INTRODUCCIÓN AL PERÍODO
Este fue un período de revolución. La nación americana fue organizada bajo una constitución en los primeros años de este período, después de despojarse del yugo político de Inglaterra. Francia entró en su revolución al mismo principio de este período, también. El Congreso de Viena (1815) se esforzó por restaurar las fronteras tradicionales, pero la revolución no había todavía terminado. Se estaban desarrollando nuevas naciones en Europa y en las Américas.
Hubo revoluciones en otras áreas, también. Los adelantos mecánicos e industriales crearon una nueva clase de vida económica y social. El adelanto científico del siglo XX ha hecho de casi cada década una era asombrosa y desafiante.
El moderno movimiento misionero ayudó a inaugurar este período. Su impacto en el enriquecimiento general de la vida y del humanitarismo general no puede ser medido completamente. Muchos grandes movimientos humanitarios de Inglaterra y América surgieron directamente de misiones y avivamientos religiosos de este período.
Este ha sido también un período de amplia secularización de la cultura. Esto significa, como lo expresó un escritor, el desarrollo de la “civilización religiosamente neutral”. Esta situación no es enteramente buena ni completamente mala, pero es esencialmente cierta. Hasta cierto punto esto describe la gran extensión del cristianismo denominacional. El divorcio de la iglesia y el estado (un aspecto de esta secularización) ha dado por resultado religión por convicción en vez de por coerción.
La segunda reforma en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XVII desarrolló numerosos tipos de política y doctrina. Estos fueron trasplantados a América por la inmigración. Los movimientos más antiguos del continente también se movieron hacia América, pero la tendencia ha sido hacia la diversidad en la organización, aun en los grupos que siguen un solo sistema de pensamiento teológico. El calvinismo, por ejemplo, fue organizado en América poco a poco por diferentes grupos.
Los calvinistas escoceses no sólo no se unieron a los calvinistas de otras naciones, sino que reprodujeron en América muchos otros cismas que habían tenido lugar en Escocia. Los calvinistas ingleses, franceses, holandeses, suizos, alemanes, y escandinavos, retuvieron sus propios tipos separados de organización, que reflejaban diferencias raciales y de lenguaje, cuando se trasladaron a América. Como resultado, el cristianismo en la América colonial fue sorprendentemente complejo y ha continuado desarrollando nuevas formas en los siglos que han seguido.
Indudablemente, una reacción contra la proliferación indebida dio impulso hacia movimientos ecuménicos y de unión eclesiástica que resultaron en considerable fuerza en la primera mitad del siglo XX.
En el pensamiento religioso, este período ha sido testigo del alto nivel de racionalismo, seguido por una reacción que intenta retener elementos del antiguo sobrenaturalismo. Durante la primera mitad del siglo XX ha habido vigorosos y numerosos ataques sobre el sobrenaturalismo tradicional. El efecto final de los acelerados ataques debe esperar su descripción por una pluma posterior.

PUNTOS DE ESPECIAL INTERÉS

El estudiante debe notar los ciclos recurrentes en el pensamiento religioso. Generalmente el péndulo oscila hasta un extremo, que depende en gran manera de las condiciones históricas, y después se aleja de él. Los conceptos extremos son básicamente autodestructivos. Este hecho trae algún consuelo en períodos de especulación y corrupción sin inhibición.
Una observación afín tiene que ver con la naturaleza del hombre. Como un ser autoconsciente y espiritual, el hombre nunca estará satisfecho con ningún sistema religioso que apele únicamente a su intelecto. El escolasticismo estéril no tiene más vitalidad en el siglo XX que la que tuvo en el segundo. Con frecuencia trae una reacción espiritual y de avivamiento.
La secularización de la cultura y la política, que ha ocurrido no sólo en Occidente sino casi universalmente, no es un mal simple. Un estado y una cultura “neutrales” quitarán los elementos de influencia dañina del cristianismo, eliminarán el cristianismo como un instrumento de bajas motivaciones, y reducirán la coerción religiosa. Debe hacer énfasis en la naturaleza espiritual y en el valor independiente del verdadero cristianismo.

CRISTIANISMO EUROPEO CONTINENTAL

Una descripción completa de cualquier aspecto de este último período es manifiestamente imposible. El progreso en el desarrollo tecnológico difícilmente puede ser creído o entendido, sin tratar de describirlo. El hierro, el acero, el aluminio y los plásticos, produjeron sucesivamente grandes impulsos en la manufactura de comodidades básicas. El carbón, el vapor (tanto en la tierra como en el mar), la electricidad, el petróleo, y la fisión atómica, han proporcionado fuerza para el transporte, la comunicación, la iluminación, la guerra, y para muchos otros usos.
La revolución industrial movilizó y explotó estos recursos. Se han hecho asombrosas investigaciones en todas las ciencias, desde la antropología hasta la zoología. El cuerpo, la mente, y el alma, se han convertido en sujetos de intenso estudio. Cada parte del hombre de este mundo se ha puesto bajo observación.
Fuertes corrientes intelectuales han acompañado este progreso físico. Carlos Darwin (1809-82), después de hacer primero suposiciones básicas en un esfuerzo por explicar el cambio y el progreso en la historia humana, desarrolló una teoría de evolución basada en la supervivencia del más apto.
La proyección de su teoría en las áreas de la religión y la filosofía produjo considerable controversia, que no ha terminado todavía. Carlos Marx (1818-83) presentó la creencia en la necesidad de la victoria final de un “socialismo científico”, la eliminación de todas las clases económicas, y el milenio final de una sociedad igualitaria. Sus ideas comunistas todavía son probadas en grande escala. Representando sólo una nube en el horizonte en el último tiempo, Hegel (1770-1831) idealizó el estado, y Nietzsche (1844-1900) la “super-raza”, poniendo las bases para los movimientos totalitarios del siglo XX.
La atmósfera política del mundo se refleja en la historia del cristianismo en Europa durante este período. En general, ha sido un período en que los estados nacionales han peleado por su autonomía y demandado autoexpresión. El Imperio Alemán se fundó en 1870; Italia se unificó y Francia se convirtió en república ese mismo año; China, Japón y el Oriente se abrieron a la cultura occidental; las colonias sudamericanas se convirtieron en repúblicas independientes; y por todo el sureste de Europa surgieron nuevos estados independientes.
El gobierno popular casi ha destronado universalmente a los soberanos hereditarios. Casi todo el mundo ha sido explorado, y el desarrollo de las comunicaciones y el transporte lo han hecho más pequeño.
Los principales grupos cristianos del Continente en este período fueron los católicos romanos, los luteranos, y los calvinistas. Estos tres considerados brevemente en las tres secciones cronológicas en que cae este período.

LA REVOLUCIÓN FRANCESA (1789-1815)

La historia de Europa está ligada a la Revolución Francesa durante la primera parte de este período. En el siglo XVIII apareció un creciente reconocimiento del pueblo común por toda Europa de que el absolutismo y la opresión del estado y la iglesia eran grandemente responsables de su depresión económica y su condición social. La corrupción y el lujo en los altos puestos de la iglesia y el estado contrastaban grandemente con la necesidad y sufrimientos de las clases bajas.
Esto era particularmente cierto en Francia. La Iglesia Romana poseía la mitad de las tierras de Francia, y era tan reprensible como el estado secular por su trato al pueblo. Había resentimiento general contra los diversos diezmos impuestos por la iglesia, contra la rigurosa represión de los disidentes religiosos, y contra las estériles órdenes monacales. La arbitraria política nacional y los disipados hábitos personales de los reyes Luis XIV, XV, y XVI (de 1643 a 1793) trajeron a Francia al borde de la bancarrota.
Para imponer impuestos adicionales, el rey se vio obligado a convocar una asamblea de los Estados Generales, un congreso formado del clero, la nobleza, y los comunes. Los representantes del pueblo común, conocidos como el Tercer Estado, se apoderaron del control y por su audacia y certera representación del estado de la época tuvieron éxito en iniciar una reforma radical. El 21 de septiembre de 1792, Francia se convirtió en República, y cuatro meses después el rey fue ejecutado.
Como reacción contra la intensa oposición de la Iglesia Romana, la nueva república se levantó sobre líneas ateístas al principio, pero gradualmente fue cediendo hasta permitir el culto religioso. Napoleón Bonaparte, un general francés, resultó victorioso al derrotar una coalición de otros poderes que intentaban echar abajo la Revolución Francesa.
En 1798 Napoleón invadió Italia y deshizo el estado papal, y puso prisionero en París al papa Pío VI, donde muy pronto murió. Napoleón fue coronado emperador en 1804. Sus victorias y diplomacias cambiaron el mapa de Europa. Sin embargo, finalmente fue derrotado por una coalición de poderes y exiliado a la Isla de Santa Elena en 1815. El Congreso de Viena (1815) se esforzó por restaurar el mundo que Napoleón había desarreglado. Se inició un período de conservatismo político reaccionario y de romanticismo en la literatura y la religión.

LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.

En Francia la misma revolución hizo trizas a la Iglesia Romana en sus propiedades, su establecimiento sus diezmos y sus impuestos papales, y su sistema monástico. La reorganización de la vida religiosa en Francia en 1790 por la Asamblea Nacional, ignoró en efecto las diferencias religiosas. En el reino del terror de los dos años siguientes, cientos, tal vez miles de fieles sacerdotes católicos romanos fueron asesinados.
En la reacción después de 1795, sin embargo, a los católicos y a los otros se les permitieron privilegios para tener cultos. En 1795 el papa Pío VI se unió con los dirigentes europeos para preparar un ejército contra Francia. Napoleón Bonaparte derrotó la coalición, capturó Roma en 1798, y puso prisionero al papa en Francia, donde murió en 1799.
En 1801 el nuevo papa, Pío VII (1800-20) consiguió un consentimiento de Napoleón de restaurar la Iglesia Romana en Francia bajo limitaciones radicales, pero Napoleón abrogó la mayor parte de esto con sus interpretaciones arbitrarias. En 1809 él anexó el estado papal a Francia.
Cuando el papa protestó, fue puesto prisionero. En 1813 él obligó al papa a firmar un acuerdo que permitiera la anexión, pero en el desastre en Rusia, Napoleón perdió su poder coercitivo. El papa repudió su firma y en 1814 restauró la orden jesuita. Aunque la supresión de esta orden en 1773 había significado teóricamente la total abolición, se encontró que estaba completamente organizada y en casi completa fuerza para entrar en batalla. El cardenal Consalvi representó al papado en el Congreso de Viena en 1815, y pudo conseguir la devolución de todo lo que Napoleón había quitado a la Iglesia Romana.

LUTERANISMO.

La Revolución Francesa afectó grandemente a los luteranos en los Estados Alemanes. La guerra y los sufrimientos revelaron que el escepticismo y la infidelidad no eran suficientes para hacer frente a las necesidades del espíritu humano, y las multitudes se volvieron una vez más a la fe religiosa. El Santo Imperio Romano se deshizo en 1806, estimulando el fortalecimiento de estados independientes como Austria, Prusia, y Bavaria. Más tarde en el siglo esto contribuyó a la unificación del pueblo alemán bajo el liderazgo de Prusia.

CALVINISMO.

El calvinismo en Europa también sintió el golpe de la Revolución Francesa. Ya el escepticismo había debilitado este grupo en Francia, Suiza, los Estados Alemanes, y los Países Bajos. Las inestables condiciones políticas que siguieron hasta el Congreso de Viena en 1815 trajeron desorganización e incertidumbre al calvinismo continental.

REACCIÓN Y CONTINUACIÓN DEL CONFLICTO (1815-70)

Durante una década después del Congreso de Viena, la reacción contra la revolución y los movimientos democráticos fue evidente en la diplomacia y la actividad de los grandes poderes. Los sentimientos nacionales, sin embargo, no pudieron ser suprimidos por mucho tiempo. Dos veces más Francia disparó explosivos movimientos nacionalistas en 1830 y en 1848, en su búsqueda de un gobierno sensible y estable. Holanda (1815), Bélgica (1830), y Grecia (1832) establecieron gobiernos autónomos, y otros iniciaron su camino hacia la existencia como estados.
Los Estados Alemanes dieron la clave para los importantes eventos de la última parte de este período. El Congreso de Viena había ayudado a la formación de una unión alemana (Bund) compuesta de treinta y cinco estados, y después se organizó una Unión Alemana del Norte encabezada por Prusia. En 1870 Prusia declaró la guerra a Francia, y la victoria trajo la organización de la moderna nación alemana. Por curioso que parezca, durante la guerra franco-prusiana, el gobierno francés dio el paso que llevó a la fundación de un estado italiano unificado.
La corte papal había empleado soldados franceses para proteger el estado papal. Cuando París estaba amenazado en 1870, Francia ordenó que estos soldados regresaran a su patria, y los patriotas italianos pudieron vencer a Roma y unificar las diversas secciones de la península.

LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.

La reacción contra los excesos de la Revolución Francesa produjo gran prestigio a la Iglesia Católica Romana como un factor de conservación y estabilización. León XII (1821-29) pudo negociar concordatos o acuerdos favorables con la mayoría de las naciones importantes, incluyendo estados protestantes. Los católicos recibieron completa libertad en Inglaterra el año de la muerte de León, y durante todo el período tuvieron lugar permisos de la Iglesia de Inglaterra para la Iglesia Romana.
Otra característica de este período fue la continuación de los estallidos anti protestantes del papado. En 1816 Pío VII denunció las sociedades bíblicas como instrumentos diabólicos para socavar la religión. En mayo de 1824, León XII publicó conceptos similares y llamó sus traducciones (de las sociedades) “evangelio del diablo”.
En 1826 él anunció que “cualquiera que estuviera separado de la Iglesia Católica Romana, sin importar cuán intachable pudiera ser en otros aspectos de su vida, por esta sola ofensa estaba separado de la unidad de Cristo, no tenía parte en la vida eterna, y la ira de Dios estaba sobre él”. Pío VIII (1829-30) también incluyó la libertad de conciencia y las sociedades bíblicas entre otros males. Gregorio XVI (1831-46) calificó la libertad religiosa de locura y demencia. Estas declaraciones formaron el fondo para el arrollador “Compendio de Errores” de Pío IX, que será considerado en breve.
En este período, el movimiento conocido como “ultramontanismo” también alcanzó su cumbre. La palabra es una referencia geográfica a la dominación papal. La restauración de los jesuitas en 1814 fue un gran paso en esa dirección. La reacción conservadora después del Congreso de Viena lo favoreció también. El movimiento llegó a su cumbre durante el pontificado de Pío IX (1846-78). De manera muy singular, sus victorias doctrinales dentro de la Iglesia Romana y sus derrotas políticas del exterior se unieron para exaltarlo a él y al papado hasta cumbres de aquí en adelante inaccesibles. Su estrategia en su victoria doctrinal fue planeada cuidadosamente y bien ejecutada.
Pío se convirtió en papa en 1846 durante un período político muy tormentoso. En 1849, aprovechando la general veneración católica (y en algunos casos verdadera adoración) de María, la madre de Jesús, Fío envió comunicados a todos los obispos católicos romanos preguntándoles si deseaban que el papa preparara una declaración autorizada con referencia a María que mostrara sus propias opiniones, diciendo, “Vosotros sabéis muy bien, venerables hermanos, que toda la base de nuestra fe está puesta en la santa Virgen.
Dios la ha revestido de la plenitud de todo bien, para que en adelante, si hay en nosotros alguna esperanza, si hay alguna gracia, si hay alguna salvación, debamos recibirla solamente de ella, según la voluntad del que nos dará la posesión de todas las cosas por María.”
Después de recibir la aprobación de la gran mayoría de los obispos, el 8 de diciembre de 1854, Pío definió el dogma oficial. Debe recordarse que un canon es una ley eclesiástica que puede ser cambiada subsecuentemente si las circunstancias lo autorizan, pero un dogma es una declaración oficial de la verdad que no puede ser cambiada o alterada y que debe ser creída por todos los fieles como una condición para la salvación.
Esta fue la primera ocasión que un dogma ha sido promulgado por un papa sin la autoridad del concilio general. Pío pretendía que este dogma había sido revelado por Dios y debía ser creído firme y constantemente por todos los fieles.
Afirmaba que “la muy bendita Virgen María, en el primer instante de su concepción, por una singular gracia y privilegio del Dios todopoderoso, por la intuitiva percepción de la raza humana, era guardada inmune de cualquier contaminación del pecado original”. La mariolatría fue llevada así un paso adelante. La tradición romana la ha declarado sucesivamente una virgen perpetua, enseguida la liberó de pecado después de la concepción de Cristo, después extendió esa libertad de pecado a su propio nacimiento, y este dogma la declaró sin pecado hereditario. Quedó para el siglo XX la proclamación de su ascensión corporal al cielo, a su muerte.
En 1846 Pío IX emitió su “Compendio de Errores”, que recapitulaba las encíclicas de los papas inmediatamente anteriores y ponía la lista al día.
Además de condenar las sociedades bíblicas, las escuelas públicas, y la libertad de conciencia, específicamente denunció la separación de la iglesia y el estado, insistió en que los pontífices romanos y los concilios ecuménicos nunca habían errado al definir la fe y la moral, y reclamó el derecho de usar la fuerza para llevar a cabo la política papal. El siguiente papa (León XIII) declaró que este compendio que denunciaba los llamados errores era emitido en condiciones de infalibilidad.
En 1870 se tuvo el que puede haber sido el último de los concilios ecuménicos de la Iglesia Católica Romana. Prácticamente Pío IX arregló todos los detalles antes que el concilio fuera convocado. Pese a vigorosas protestas de una respetable minoría de obispos que se rehusaron a ser obligados, el concilio aprobó cuatro decretos.
El primero afirmaba que Simón Pedro fue hecho por Cristo cabeza visible de la iglesia, tanto en honra como en jurisdicción. El segundo identificaba al obispo romano como el perpetuo sucesor de Pedro, dotado de todos los privilegios de Pedro. El tercero pretendía que el pontífice romano tiene inmediato y completo poder sobre toda la iglesia por todo el mundo.
El último afirmaba que cuando el papa habla excátedra (desde el trono) al definir una doctrina concerniente a la fe y la moral para ser sostenida por la iglesia universal, es infalible. La declaración terminaba con la afirmación de que cualquiera de tales definiciones del papa (sin un concilio) es irreformable.
La estrategia que había ocupado el pensamiento de Pío IX por muchos años ha sido cumplida. Mediante sagaz diplomacia él había declarado una enseñanza popular que tuviera fuerza dogmática, sin la concurrencia de un concilio ecuménico. Esto preparó el camino para continuar la dominación papal. Esta declaración de infalibilidad de 1870 volvió inútiles otros concilios ecuménicos. Todas las definiciones excátedra de fe y moral del papa romano tenían ahora la fuerza de dogmas. La declaración de esta infalibilidad es muy ambigua, lo que se ajusta exactamente al propósito de los proponentes jesuitas de la acción.
Cuando el siguiente papa “infalible” León XIII, declaró que el “Compendio de Errores” de 1864 era excátedra, el puede haber colocado, sin embargo, a la Iglesia Romana en tal posición que estará continuamente en aprietos, particularmente los católicos americanos que pretenden aceptar la doctrina de la separación de la iglesia y el estado, y algunos que defienden de dientes afuera la libertad de conciencia, ideales americanos básicos.
Todo este desarrollo doctrinal ocurrió durante un período de revolución política. El estado papal había separado por más de mil años las secciones norte y sur de la península italiana. Patriotas italianos como Víctor Emmanuel y Garibaldi deseaban fervientemente unificar toda la península y hacer de Roma la capital secular de la nación unificada. El papado resistió vigorosamente. Sin embargo, la revolución popular en la península ya había estallado cuando Pío IX llegó al trono papal.
En un esfuerzo por aplacar al pueblo, Pío concedió algunas reformas en el gobierno papal pero nada menos que la entrega total satisfarían a los patriotas del sur. Entre 1859 y 1866, mediante diplomacia y guerra, Víctor Emmanuel pudo conseguir cuatro quintas partes de las tierras papales, y dejó únicamente Roma y sus alrededores en manos papales. Cuando Francia fue obligada a retirar sus tropas de Roma para defender París, Emmanuel venció la resistencia que quedaba y capturó Roma, e hizo de ella la capital nacional de una Italia unida.
Los patriotas italianos trataron de aplacar a Pío, pero él nunca se reconcilió por la pérdida de la administración temporal, y se negó a dejar el Vaticano, que, aunque había sido derrotado, se le permitió retener. El conspiró por la devolución del estado papal hasta su muerte en 1878. Los papas siguientes mantuvieron la pretensión de ser prisioneros en el Vaticano hasta 1929.
A pesar de la humillación personal en su pérdida temporal, el papado fue impulsado grandemente por ella. Muchos amigos de la verdadera religión habían instado al papado por quinientos años a dejar la competencia temporal con otras naciones en bien de la influencia espiritual y el bienestar.
Los donativos empezaron a volcarse en las arcas del pontífice, y toda la maquinaria de la Curia se dirigió al adelanto eclesiástico en vez de a la administración secular, y las relaciones con los diversos estados nacionales mejoraron grandemente en vista del decreciente poder secular de un papado ambicioso y coercitivo.
Otro interesante resultado de la declaración papal de la infalibilidad fue la secesión de la Iglesia Romana de un gran partido que negaba la infalibilidad papal, que incluía a algunos eruditos muy capaces. El grupo tomó el nombre de Antigua Iglesia Católica, y alcanzó un número de miembros de tal vez cien mil, pero gradualmente ha disminuido en número y nunca ha obtenido la adhesión popular que muchos supusieron tendría.

LUTERANISMO.

La historia del luteranismo europeo a mediados del siglo XIX concierne principalmente con el movimiento hacia la unión de la iglesia y con los desarrollos filosóficos.
El deseo de unidad del rey Federico Guillermo III de Prusia después de la desolación causada por la Revolución Francesa lo llevó a escuchar con simpatía las sugestiones de Schleiermacher y otros clérigos dirigentes de que debería intentarse alguna clase de unión eclesiástica. La unión de luteranos y calvinistas en Prusia fue decretada en 1817 y tuvo la aprobación de la gran mayoría de prusianos. Por 1827 muchos de los Estados Alemanes habían seguido este ejemplo. Las Universidades de Wittenberg y de Halle se unieron en una institución en Halle.
Una ruidosa minoría protestó contra esta corriente general, particularmente entre los luteranos. Klaus Harms dirigió lo que fue conocido como Escuela Confesional, en oposición a la unión con la Iglesia Reformada, y en 1841 un número de luteranos se separaron de la iglesia del estado y organizaron la Iglesia Evangélica Luterana de Prusia. El luteranismo en otras partes de Europa, particularmente en los países escandinavos, continuó contagiado por el racionalismo.
Debe recordarse que el racionalismo había traído al escepticismo y al ateísmo al frente durante el último período del cristianismo europeo (de 1648 a 1789). Emmanuel Kant (1724-1804), aunque un producto de la Iluminación (como era llamado el racionalismo) modificó el craso intelectualismo de Wolff al limitar el área de los detalles filosóficos a los fenómenos, y al concebir al hombre como más que una mente.
Hegel (1770-1831) se fue por otras direcciones, pero, esencialmente, por su optimismo filosófico y su teoría del desarrollo dio gran ímpetu a una posición media. F. E. D. Schleiermacher (1768-1834) afectado profundamente muy temprano por el pietismo alemán, dio un gran paso para aliviar el antagonismo entre el racionalismo y el sobre-naturalismo al hacer de la religión una experiencia interior, la conciencia de absoluta dependencia de Dios. Su sistema dejaba mucho que desear para los que creían en la realidad objetiva de un Dios amante y personal, pero dio cierta respetabilidad a los credos del cristianismo. Soren Kierkegaard (1813-55), el “danés melancólico”, puso los fundamentos para una nueva formulación teológica durante este período, pero no fue descubierto por un siglo.

CALVINISMO.

Los lamentables efectos del racionalismo se ven en las luchas de las iglesias de este período, siguiendo las enseñanzas de Calvino. En la misma Ginebra, el lugar de nacimiento del calvinismo, la venerable compañía del clero se rehusó a ordenar candidatos en 1817 si ellos creían las mismas cosas en que Calvino hizo énfasis: la deidad de Cristo, el pecado original y la predestinación. El resultado fue un cisma, y los conservadores organizaron congregaciones libres e independientes. El movimiento se esparció por toda Suiza y más allá, por el resto del período.
Los dirigentes de este movimiento conservador en los cantones suizos fueron Alejandro Vinet (1797-1847) y Federico Godet (1812-1900).
Los calvinistas franceses tuvieron la misma experiencia. El liberalismo teológico prevaleció de tal manera en la Iglesia Reformada de Francia que Federico Monrod y el Conde Gasparin organizaron en 1849 la Iglesia Francesa Reformada Libre.
Una historia similar puede contarse de los Países Bajos. Antes de 1834 casi todas las iglesias reformadas estaban incluidas en la iglesia establecida. El liberalismo y el escepticismo religioso reinaban. Isaac da Costa (1798-1860), un convertido del judaísmo, se hizo evangelista del calvinismo ortodoxo. De 1834 en adelante, un gran número de iglesias dejaron la Iglesia Reformada establecida y se unieron con las congregaciones conservadoras, que finalmente fueron reconocidas en 1869 como la Iglesia Reformada Cristiana. Muchos calvinistas conservadores permanecieron dentro de la institución más antigua con la esperanza de hacerla retroceder.
Sin embargo, después de medio siglo de lucha, éstos también se separaron de la iglesia establecida y más tarde se unieron con el grupo de los cristianos reformados. Otro partido que surgió del racionalismo de este período fue conocido como la escuela Groeningen, que hacía énfasis en el amor como fundamental en la religión. Eran indiferentes a las doctrinas calvinistas ortodoxas.

EL NUEVO SIGLO (DE 1870 HASTA EL PRESENTE)

Este período final ha sido notable por el rápido ascenso de Alemania y Rusia hasta el frente como potencias mundiales. La Primera Guerra Mundial (1914-18) surgió directamente de las alianzas militares tan estrechamente entrelazadas, destinadas a mantener el equilibrio del poder.
El nacionalismo arrebatado, los antiguos odios y rivalidades, la carrera armamentista, y los impulsos irresponsables completaban el explosivo cuadro en 1914. La chispa surgió en un incidente en los Balcanes, y la guerra empezó el verano de 1914. Alemania y sus aliados fueron finalmente derrotados. Después de la guerra Alemania se convirtió en república por diez años.
Las manifiestas iniquidades del tratado de paz y la difícil depresión económica de los primeros años de la década de 1930 alentaron la ascensión de Adolfo Hitler y del partido nacional socialista en Alemania. La Segunda Guerra Mundial empezó en septiembre de 1939. La coalición alemana fue derrotada en 1945. El uso de bombas atómicas al final de la guerra marcó el principio de una nueva era.

LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA.

A pesar de que la Primera Guerra Mundial invalidó seriamente las más fuertes potencias continentales católicas romanas, a la iglesia le fue sorprendentemente bien en el conflicto y apareció más fuerte en algunos respectos después de la guerra que antes. La aparición del partido nazi bajo Hitler en 1933 marcó el principio de la represión de los católicos en Alemania, que continuó hasta el fin de este período. Al mismo tiempo, la amenaza del comunismo ruso apareció claramente a la vista. En el mismo fin del período Rusia envolvió a muchas de las pequeñas naciones eslavas vecinas en la esfera de su influencia, y reprimió en cada caso a la Iglesia Romana en favor de la Iglesia Ortodoxa Oriental.
Internamente la actividad de la Iglesia Romana puede recapitularse bajo tres títulos: lucha con el modernismo, censuras contra el protestantismo, y relaciones con estados seculares.
León XIII (1878-1903) sucedió a Pío IX y fue uno de los papas más capaces de este período. Aunque algunas veces él es calificado de “papa moderno” porque desplegó interés en estudios clásicos y científicos y permitió que los clérigos liberales dirigieran reformas sociales, un estudio cuidadoso de su vida sr su obra muestra que él continuó el dogmatismo medieval de sus predecesores. En 1897 él puso en marcha una encíclica que censuraba todos los libros condenados antes de 1600, aunque pudieran no haber sido incluidos en listas posteriores de libros prohibidos.
León permitió solamente estudios bíblicos y científicos que no impugnaran el dogma de la Iglesia Católica. Pío X (1903-14) fue elegido probablemente como reacción a León. Tenía poco aprecio por la erudición y la educación elevada. Mucha de la obra de León fue virtualmente destruida por la hostilidad personal y cultural de Pío X. En 1907 él publicó un nuevo compendio que condenaba el modernismo. Su encíclica del mismo año atacaba vigorosamente el modernismo dentro de la Iglesia Romana. Pío abogó por un regreso a la filosofía escolástica y demandó el rechazamiento de los que desearan estudiar derecho canónico, excepto a los que tenían un fondo escolástico.
Cualquier mancha de modernismo era suficiente para el rechazamiento de un maestro en seminarios o universidades católicos y la expulsión de los que ya estaban en estas instituciones. Los obispos debían esforzarse por impedir la publicación de libros modernistas y eliminarlos de las escuelas.
Todas las reuniones de sacerdotes debían ser investigadas para ver que el modernismo no tuviera lugar. Benedicto XV (1914-22) continuó la pelea contra el modernismo, como lo hicieron Pío XI (1922-39) y Pío XII (1939-1958).
Este ha sido un período de continuos ataques del papado contra el protestantismo. León XIII se excedió al aprobar la inquisición española de la edad media, al calificar las llamas como “benditas”. El alabó al infame Torquemada, el perverso director de la inquisición española, por su “muy prudente celo e invencible virtud”. En 1896 León denunció la ordenación y sucesión anglicanas, condenando tanto la forma como la intención.
El inició el punto de vista típicamente romano relativo a la tolerancia religiosa, que afirma que cuando los protestantes tienen el control de una nación, los católicos deben ser tolerados de acuerdo con la política general protestante de tolerancia religiosa; por otra parte, cuando los católicos tienen el control, debe seguirse la política católica de no tolerancia.
Pío X desaprobó vigorosamente toda lectura y estudio de la Biblia. Su ataque en 1910 contra los reformadores y sus seguidores como “enemigos de la causa de Cristo” levantó considerable antagonismo. Benedicto XV continuó la lucha papal contra el protestantismo.
El papa León XIII tuvo mucho éxito al establecer relaciones amistosas con algunos de los estados. Mediante diplomacia táctica y laboriosos esfuerzos de los jesuitas, el papado hizo amigos de Bélgica, España, Francia, Inglaterra, Rusia, y los Estados Unidos. Sus sucesores no fueron tan afortunados. Bajo Pío X y Benedicto XV Roma recibió severos golpes.
En 1905 Francia promulgó leyes que separaban la iglesia y el estado. La propiedad eclesiástica fue confiscada, y finalmente se retiró la ayuda financiera a la religión. Además, las revoluciones en Portugal y México redujeron el prestigio del papa. El golpe fue particularmente radical en la república de México. Su nueva constitución de 1917 separó la iglesia y el estado y confiscó las propiedades eclesiásticas. Todos los oficiales y sacerdotes católicos romanos fueron exiliados.
Se había esperado que el concordato de 1929 entre Pío XI y el gobierno italiano trajera relaciones pacíficas entre los partidos. Debe recordarse que en 1870 los patriotas italianos capturaron Roma, el último de los territorios papales fuera de los pocos acres que constituyen el Vaticano.
Desde entonces los papas se negaron a dejar esta área, llamándose prisioneros. En 1929 Mussolini convino en pagar al papado una indemnización de 87.500.000 dólares, añadir unos cuantos acres a los terrenos del Vaticano, y reconocer la ciudad del Vaticano como estado libre.
Sin embargo, la controversia más amarga se continuó después porque cada parte no estaba dispuesta a cumplir el acuerdo. En 1946 la monarquía fue derrocada y se adoptó un gobierno republicano.
Teóricamente la Iglesia Romana no era más favorecida que cualquier otro grupo religioso, pero en la práctica el fondo católico del pueblo dio a la Iglesia Romana un lugar favorito.
En 1931 en España también fue reemplazada la monarquía por una república, y la constitución estipuló la separación de la iglesia y el estado, dando esperanzas de que se practicaría la igualdad religiosa para todos los grupos. La Guerra Civil empezó en 1936, y en 1939 llegó a ser dictador el general Franco, pro-católico. La Iglesia Católica Romana se hizo dominante otra vez como religión establecida.
En Francia la Iglesia Católica Romana, la única religión de una gran mayoría del estado, es ignorada por la mayoría de sus adherentes, y tiene poca vitalidad.
Entre las dos guerras, la Iglesia Romana peleó valientemente contra los nazis, sin mucho éxito.

EL LUTERANISMO.

El luteranismo de Europa ha padecido severas pruebas este período. La reforma de Lutero fue plantada en un ambiente de granjeros y campesinos y había esperado que el benevolente príncipe de un estado comparativamente pequeño mantuviera la pureza y bienestar de la Iglesia Luterana en su área. Después de 1870 vinieron cambios radicales. La tardía unificación de Alemania en una sola nación requirió considerable reajuste, hasta el punto de la organización y el control luterano.
La rápida industrialización de Alemania y la revolución mecánica también lanzaron sobre el luteranismo europeo nuevas normas sociales y económicas que demandaron respuesta rápida y radical. Al mismo tiempo de este desafío, el militarismo y la guerra paralizaron o reclutaron el caudillaje luterano.
La Constitución de Weimar adoptada por la República Alemana después de la Primera Guerra Mundial estipulaba la separación de la iglesia y el estado, aumentando las penalidades del luteranismo tradicional. La vitalidad del movimiento de Lutero disminuyó lentamente en las primeras décadas del nuevo siglo. Se ha estimado que el 75 por ciento de los cristianos nominales de Alemania en los años veinte eran indiferentes a la religión.
La aparición de los Nazis en 1933 produjo problemas adicionales. Los esfuerzos de Hitler por gobernar tanto a las iglesias luteranas como a las reformadas en beneficio del estado produjeron el cisma y el conflicto. Se hicieron intentos de paganizar el cristianismo para exaltar factores raciales y nacionales. El mismo Hitler estaba deseoso de ver una iglesia nacional organizada por un grupo llamado Movimiento de Fe de Cristianos Alemanes, pero la oposición de hombres como Martín Niemoller, pastor de Berlín, ofreció firme resistencia. Se organizó un sínodo confesional opuesto a este Movimiento de Fe, que incluía a luteranos y a calvinistas.
La Segunda Guerra Mundial restringió drásticamente toda la obra cristiana. En los países escandinavos el luteranismo se ha mantenido como la religión de la mayoría.

EL CALVINISMO.

Los turbulentos años de las dos guerras y una casi continua contienda ideológica en Europa contribuyeron a la amarga lucha modernista confesional dentro del calvinismo europeo y minaron la vitalidad de las iglesias reformadas del Continente. Es cierto que el calvinismo estaba mejor preparado por su perspectiva general para hacer frente a las revoluciones industrial y mecánica del nuevo día que el luteranismo.
La separación de la Iglesia Romana del estado en Francia en 1905 también ayudó al calvinismo en esta lucha. Los mismos golpes que sacudieron al luteranismo cayeron sobre el calvinismo. La separación general de la iglesia y el estado ocurrió en los cantones de Suiza, parcialmente por la influencia católica romana; principalmente por causa de la indiferencia.
De Suiza, sin embargo, al fin de la Primera Guerra Mundial surgió una fuerte protesta contra el liberalismo teológico. Karl Barth (1886-1968), pastor de una pequeña iglesia reformada de Suiza, profundamente conmovido por la violencia de una guerra mundial, formuló un sistema teológico que algunas veces ha sido llamado la teología de la crisis porque interpretaba los problemas contemporáneos y las convulsiones mundiales como resultado de la confianza del hombre en sí mismo y del consecuente descuido de la voluntad de Dios; algunas veces llamada teología dialéctica, que se refiere a la total incapacidad del hombre de buscar a Dios y a la necesidad de permitirle a Dios, mediante su soberana gracia, hablarle al hombre; y algunas veces llamada neoortodoxia, que refiere el movimiento a la antigua ortodoxia cristiana. Barth exaltaba la soberanía de Dios como trascendente y el pecado del hombre como irresistible.
Aunque el sistema de Barth tenía elementos inaceptables para muchos sobrenaturalitas tradicionales, estaba en marcado contraste con el arrogante racionalismo de la generación anterior y ha sido grandemente influyente en la teología contemporánea.

COMPENDIO FINAL

El último período ha sido casi de constante guerra y revolución política en el Continente. La Iglesia Católica Romana ha sido golpeada duramente en lo que ha sido tradicionalmente el área de su fuerza más grande. La indiferencia y el secularismo han sido más grandes enemigos de Roma que el modernismo.
Los tumultuosos sucesos del período han hecho llover pesados golpes sobre el protestantismo continental. La decadencia interna por el racionalismo general tiene más que ver que las frecuentes guerras con la pérdida de la vitalidad. La neoortodoxia, una reacción contra el optimismo humanista y el agresivo nacionalismo teológico, ha provisto el punto de partida para nuevas fórmulas teológicas de varias clases.

EL CRISTIANISMO INGLES

El siglo XIX perteneció a Inglaterra. De la misma manera que Francia se convirtió en ama del Continente después de la Guerra de los Treinta Años por las severas pérdidas de los otros combatientes, Inglaterra alcanzó el caudillaje cuando Francia fue abrumada por el oleaje de su Revolución al fin del siglo. La reina Victoria (1837-1900), continuando la tradición de longevidad de Hanover, proporcionó el montaje para la elevación de Inglaterra a la dominación mundial en el siglo XIX. Una parte no pequeña de esta realización se hizo posible por la capacidad de Inglaterra de beneficiarse de la historia.
Las lecciones de su propia “Revolución Incruenta”, de la Revolución Americana (cuando una de sus colonias consiguió la independencia política), y de la Revolución Francesa (cuando sucedió una sublevación contra un gobierno no representativo) no fueron desperdiciadas por Inglaterra. Se inició un programa que produjera simpatía de la voz del pueblo. En 1832 se aprobó una vasta Ley de Reformas, una de cuyas estipulaciones era aumentar grandemente el número de los que podían votar.
La Segunda Acta de Reformas de 1867 doblaba el número de votantes, mientras que la legislación de 1918 y 1928 trajo casi el sufragio total al pueblo. Se estableció la política de gobierno doméstico para las posesiones coloniales, y en 1867 Canadá recibió la condición de práctica independencia en todos los asuntos domésticos; mientras, otras colonias se inclinaban en esa dirección. Irlanda e India fueron excepciones de este tratamiento liberal.
El siglo XX trajo serios problemas al imperio. Las mismas áreas a las que no se les concedió una medida de independencia tomaron los asuntos en sus propias manos. La India y las colonias adyacentes dieron grandes pasos hacia su completa independencia. La mayor parte de Irlanda se separó del imperio y por 1949 se separó completamente. Ya no era factible una política mercantil imperial para proveer abundantes y exuberantes frutos. Dos caras guerras mundiales trajeron pesadas y variadas cargas a la gente y a la nación.

EXAMEN DE LOS PRINCIPALES EVENTOS RELIGIOSOS

Hubo cuatro amplios movimientos religiosos que afectaron a Inglaterra durante este período.
MOVIMIENTO MODERNO DE MISIONES FORÁNEAS.
La momentánea victoria de Inglaterra sobre Francia en 1763 envió un torbellino de exploradores a encontrar nuevas playas tocadas por el océano ahora controlado por Inglaterra; hombres como el comodoro Byron, el capitán Wallis, y el capitán Cook entre 1764 y 1768. La predicación a campo raso de Wesley y Whitfield hasta cierto punto había divorciado el evangelio de los edificios y había movido a compasión los corazones de los cristianos por los que no tenían salvación. Hombres como David Brainerd en América estaban buscando a los indios para Cristo.
Le tocaba a Guillermo Carey, un joven zapatero remendón bautista, inaugurar y ejemplificar el moderno movimiento misionero foráneo. En 1792 se formó una sociedad bautista para misiones foráneas.
Carey y otros fueron enviados a la India. Inspirados por Carey, los ingleses independientes y la Iglesia de Inglaterra organizaron sociedades misioneras foráneas. En los siguientes dos siglos casi cada sección del mundo habitado recibió misioneros de todas partes del cristianismo inglés.

EL AVIVAMIENTO RELIGIOSO Y LOS MOVIMIENTOS HUMANITARIOS.

Los fuegos del avivamiento, disminuidos durante las guerras con las colonias americanas y con Francia, ardieron brillantemente por un breve tiempo después de la derrota de Napoleón en 1814. El fin de varias guerras agotadoras con peligro de invasiones inminentes fue marcado con el genuino reconocimiento de bendiciones divinas. Como sucedió un siglo antes, un avivamiento en los Estados Unidos precedió el énfasis espiritual en Bretaña.
De hecho, el alcance y los efectos del avivamiento en América en los primeros años del siglo XIX fueron mucho más grandes que lo que se hicieron evidentes en Inglaterra. Otra vez después de 1859 tuvo lugar un avivamiento en toda Bretaña, que recibió impulso con la predicación de Dwight L. Moody más de una década después, y con el influyente ministerio de Carlos Haddon Spurgeon en Londres.
Al lado de esta sensibilidad religiosa tal vez ocasionado por ella hubo un número de reformas morales y humanitarias. El gran aumento en número de estas dentro de denominaciones fuera de la Iglesia de Inglaterra, junto con la democratización general del proceso legislativo en Inglaterra y la ampliación de franquicia, garantizaban que las prohibiciones que existían sobre los disidentes no podían continuar.
Por los años de 1860 la batalla se ganó casi enteramente cuando una por una las discriminaciones radicales fueron o eliminadas o reducidas. Las injustas leyes penales fueron reemplazadas lentamente, y el trato y el alojamiento de prisioneros fue mejorado grandemente. La esclavitud fue abolida en 1833. La legislación reprimió los abusos en los sistemas fabriles, incluyendo las largas jornadas de mujeres y niños.
La nación aceptó la responsabilidad adicional de la educación de sus niños y jóvenes. Una nueva sensibilidad hacia el bien público produjo la legislación para varios tipos de ayuda al bienestar común: policía, franqueo postal barato, salud pública, comercio y navegación, etcétera. El siglo XX trajo la creciente conciencia de la responsabilidad gubernamental por los ciudadanos en los problemas más allá del nivel local.

ESCEPTICISMO Y MATERIALISMO.

El avivamiento wesleyano del período anterior volvió los corazones de las masas de la infidelidad y el escepticismo, pero un fuerte núcleo de anti sobrenaturalismo nunca fue tocado en este o en avivamientos posteriores. Varios factores del siglo XIX contribuyeron a aumentar las filas de este grupo. Uno fue el desarrollo de un movimiento sociniano articulado, que apelaba principalmente a las clases intelectuales y exaltaba la ética cristiana como la principal contribución de las Escrituras cristianas.
Tanto en Inglaterra como en América el desarrollo de una estructura organizacional produjo nuevos adherentes, particularmente en los estratos elevados de la sociedad. Además, en este período, los filósofos del Continente hicieron radicales ataques a las Escrituras. La tendencia a limpiar, negar, o modificar la revelación cristiana, evidente en la obra de hombres como David Strauss (1808-74) y Julio Nellhausen (1844-1918), socavó la fe de algunos que no estaban afianzados con firmeza.
Otro factor que inducía al escepticismo fue la hipótesis de la evolución propuesta por Carlos Darwin (1809-82) en 1859. Sus ideas, con frecuencia malinterpretadas y mal aplicadas, fueron ampliadas de una teoría basada en la observación de los fenómenos biológicos hasta abarcar declaraciones sociales, éticas y metafísicas. Tales proyecciones de su teoría estaban dirigidas a socavar la posibilidad de una revelación divina (particularmente de una trasmitida por un estado social menos avanzado) y a reducir la necesidad de actividad divina creativa y vigilancia providencial.
Otro factor subversivo más podía ser llamado “cientismo”. Los adelantos tecnológicos apoyaron el antiguo materialismo y llevaron a mucha gente a una especie de fe ciega en la naturaleza dinámica del progreso y el ingenio humanos.
Los penosos días de ajuste entre guerras, la severa depresión económica, la gran pérdida humana y la destrucción física de la guerra misma, los problemas sociales inmediatos incluidos en la moralidad de tiempos de guerra y de personas desplazadas, y un millar de otras presiones también separaron los pensamientos de Inglaterra de las cosas espirituales. Ha habido inequívocas evidencias de declinación espiritual en el presente siglo.
El apoyo financiero ha disminuido, la asistencia a los templos ha sido muy pobre, y excepto para los católicos romanos, ha sido difícil para las diversas denominaciones religiosas encontrar candidatos para el ministerio.

ECUMENISMO.

El cristianismo inglés como un todo ha entrado sinceramente en el movimiento ecumenista (universal). Hasta cierto punto el ecumenismo se originó en la explosión de entusiasmo por las misiones mundiales que siguió al principio del movimiento misionero moderno de Guillermo Carey. La Sociedad Misionera de Londres de 1795, fue formada de miembros de la Iglesia de Inglaterra, presbiterianos escoceses, metodistas e independientes.
La Sociedad Bíblica Británica y Foránea de 1804 era interdenominacional: también lo eran muchos otros esfuerzos cooperativos de Bretaña, América y de los campos misioneros durante ese siglo. Tal vez el principal antecedente del movimiento fue la formación de la Alianza Mundial Evangélica en Londres en 1846, después de una reunión preliminar en 1845. El propósito de este cuerpo era primordialmente promover la unidad en vez de ocuparse en alguna tarea inmediata común.
Las conferencias subsecuentes se tuvieron en Bretaña, en el Continente y en los Estados Unidos. Además, los movimientos interdenominacionales entre jóvenes cristianos aumentaron la influencia del movimiento, incluyendo organizaciones tales como la Asociación Cristiana de jóvenes, iniciada en Londres en 1884, y otros cuerpos, tanto de Bretaña como de Estados Unidos.
Los antecedentes inmediatos del movimiento moderno se encuentran en las conferencias misioneras interdenominacionales. Los misioneros foráneos, luchando con problemas mutuos, se reunían en conferencia, algunas veces oficial, algunas veces no oficial. Conferencias bien conocidas se tuvieron en Londres en 1854, en Liverpool en 1860, y en varias partes de Inglaterra intermitentemente hasta el fin del siglo. Casi todas las denominaciones, excepto los católicos romanos, tomaron alguna parte en este movimiento.
Un gran paso adelante en el movimiento fue la reunión de 1920 en Edimburgo, en la que por primera vez se tuvo una conferencia compuesta de representantes delegados oficialmente de juntas y sociedades misioneras. El motivo general fue el cristianismo unido, y un comité de continuación consiguió conferencias posteriores. Se tuvieron otras conferencias en Estocolmo (1925), Amsterdam (1948), y Evanston (1954). El Concilio Mundial de Iglesias se constituyó en la reunión de 1948.

EXAMEN DE LOS PRINCIPALES CUERPOS CRISTIANOS

El resto de este capítulo se dedicará a un breve examen de cada uno de los principales cuerpos cristianos de Inglaterra durante este período, a la luz del fondo general.

LA IGLESIA DE INGLATERRA.

La Iglesia de Inglaterra en el período moderno ha estado consistentemente inclinada a las misiones. Después que empezó el movimiento misionero moderno por los bautistas, la Sociedad Misionera de Londres, formada en 1795, incluía a muchos anglicanos, mientras que la Sociedad Misionera Eclesiástica de 1799 estaba compuesta solamente de anglicanos. Los anglicanos eran también una parte de la Sociedad Religiosa de Tratados de 1799 y de la Sociedad Bíblica Británica y Foránea de 1804.
Podía esperarse que los dirigentes anglicanos, particularmente los que favorecían el sacramentalismo heredado de la Iglesia Católica Romana, miraran con desagrado los desbordantes avivamientos evangélicos del siglo XVIII y la creciente fuerza de los evangélicos dentro de la iglesia establecida. El crecimiento progresivo de los disidentes y la remoción de las prohibiciones religiosas contra ellos, junto con el desarrollo de la cooperación entre evangélicos dentro de la Iglesia Anglicana y los disidentes, fue de grave preocupación para el antiguo partido.
Este fondo general, junto con las corrientes intelectuales y escépticas que se extendían por toda Inglaterra en el siglo XIX, llevaron al desarrollo de tres partidos distintos dentro de la Iglesia de Inglaterra.
Un grupo de clérigos de la Iglesia de Inglaterra favorecía las doctrinas de la Iglesia Católica Romana, pero permitía que el soberano inglés fuera la cabeza de la iglesia en vez del papa de Roma. Eran sacramentalistas estrictos, deseaban la retención de monjes y monjas, hacían hincapié en la naturaleza vital de la sucesión apostólica, e insistían en la unión de la iglesia con el estado inglés.
El éxito y el crecimiento de los disidentes los elevó a una actividad febril. En 1883 iniciaron la publicación de una serie de Tratados para los Tiempos, que cubría la historia eclesiástica y la doctrina. El tratado más importante fue el último, escrito en 1841 por Juan Enrique Newman (1801-90), que intentaba mostrar que los Treinta y un Artículos de la Iglesia de Inglaterra, hasta entonces considerados la porción más protestante del sistema anglicano, podían en realidad ser interpretados en un sentido católico romano.
Newman también favoreció otros elementos del sistema católico romano, y en 1845 fue recibido en la Iglesia Católica Romana. Muchos otros de este partido lo siguieron. Después de su defección la dirección del partido de la Alta Iglesia fue asumida por E. B. Pusey (1800-82). En general, el movimiento de la Alta Iglesia ha romanizado muchos aspectos de la vida devocional y litúrgica de la vida anglicana.
Se ha alentado la vida monástica para hombres y mujeres. Se ha introducido la confesión auricular. El partido de la Alta Iglesia recibió un golpe en 1896 cuando el obispo de Roma declaró que toda la sucesión episcopal anglicana no tenía validez. No obstante. El partido ha mantenido una fuerte posición en la Iglesia Anglicana.
Los evangélicos de la Iglesia de Inglaterra han sido llamados el grupo de la Baja Iglesia. Muchos evangélicos dejaron la Iglesia de Inglaterra con el movimiento metodista, pero el caso Gorham probó que los evangélicos todavía podían existir dentro de la Iglesia Anglicana. En 1847 un obispo de la Alta Iglesia se negó a instalar a G. C. Gorham, un evangélico en doctrina, por causa de los conceptos de Gorham. El caso fue llevado a la corte, donde la decisión final favoreció a Gorham, determinando que el evangelismo tenía apoyo legal dentro de la comunión anglicana.
El partido de la Iglesia Liberal favoreció la más amplia posibilidad de flexibilidad en las normas doctrinales y eclesiásticas del anglicanismo.
Este partido también ha conseguido apoyo legal en el anglicanismo. En 1860 una colección de siete ensayos algo radicales de clérigos anglicanos radicales exaltó a los vigilantes ortodoxos, y dos de los autores fueron procesados por herejía en las cortes eclesiásticas. Finalmente fueron absueltos. El caso reveló que se podía conceder la máxima libertad de pensamiento teológico y de escritura dentro de la Iglesia Anglicana, con el principal requisito de conformidad externa a los Treinta y Nueve Artículos y al libro de oración.
Se ha considerado a sí misma como la mitad del camino entre el catolicismo romano y el protestantismo, y ha pensado que en tal posición estaría el lugar ideal y la norma para la reunión de toda la cristiandad. Las conferencias de Lambeth, una reunión mundial de todos los obispos de la comunión anglicana que se ha reunido en Londres alrededor de cada diez años desde 1867, exploró las posibilidades de unión con otros.
En 1888 aprobó cuatro asuntos que consideraba mínimos para la unión, como sigue: el Antiguo y el Nuevo Testamentos como regla y norma de fe; el Credo de los Apóstoles y el Credo Niceno como las declaraciones doctrinales de fe; la observancia de los dos sacramentos del bautismo y la cena del Señor; y el episcopado histórico para preservar la continúa unidad de la iglesia. La Iglesia Anglicana ha esperado una unión más cercana con todos los grupos cristianos. Protestantes, la Iglesia Ortodoxa Oriental, y hasta con la Iglesia Católica Romana.
Que los cuatro asuntos aprobados en 1888, conocidos como el cuadrilátero de Lambeth, eran el puro mínimo es evidente del hecho de que cuando los grupos locales intentaron establecer la unión en África del Sur en 1913, en Canadá en 1925, y en el sur de India en 1947, la Iglesia de Inglaterra se mantuvo aparte porque no se aseguraba la adecuada ordenación episcopal.
La Iglesia de Inglaterra fue grandemente herida por las dos guerras mundiales que ocurrieron en la primera mitad del siglo XX, acompañadas como estuvieron de un período de secularismo y depresión económica.
Hubo una marcada disminución en la vitalidad y la influencia, el número de candidatos para el ministerio declinó radicalmente, la asistencia a los templos y el interés religioso se redujeron radicalmente por las actividades de guerra y por el cansancio, y hubo una continuación de la literatura escéptica y el pensamiento secular.
En alguna medida esta declinación, junto con los agotados recursos de la nación y la desaprobación parlamentaria del libro de oración revisado en 1927 y 1928 trajo demandas, tanto de dentro como de fuera de la Iglesia de Inglaterra, para que la iglesia fuera separada del estado. Los de dentro pensaban que las vastas subvenciones de la iglesia, acumuladas por más de cuatro siglos, probablemente podrían proveer para las necesidades financieras de una iglesia separada.
Sin embargo, otros pensaban que la separación pronto sería seguida por el retiro de la subvención. El partido de la Alta Iglesia, en particular, se oponía a cualquier plan de separación.
En Gales la Iglesia de Inglaterra se estableció al principio de este período, aunque una gran mayoría del pueblo eran disidentes. Una serie de avivamientos, particularmente entre el grupo disidente pero también recibida por las iglesias establecidas de Gales, contribuyó a disipar la situación de letargo y desinterés al principio del período. La unión de la Iglesia Anglicana con el estado terminó en Gales en 1920.
Hasta 1949 toda Irlanda era parte de Inglaterra. El Parlamento de Irlanda se deshizo en 1800, y los representantes recibieron asientos en el cuerpo inglés. La Iglesia de Inglaterra fue establecida como la iglesia del estado en Irlanda por una pequeña minoría, a pesar de las protestas de una gran mayoría católica romana y una vigorosa minoría presbiteriana en el condado de Ulster. Sin embargo el Acta de Emancipación Católica Romana de 1829 quitó muchas prohibiciones de la mayoría, y en 1868 la Iglesia Anglicana de Irlanda fue separada del estado.
Australia fue colonizada por vez primera cuando Gran Bretaña hizo de ella una colonia penal en 1787. El nombre sobresaliente en los años formativos fue el de Samuel Marsden, capellán de la Iglesia de Inglaterra desde 1793 hasta su muerte en 1838. Por sus esfuerzos el cristianismo avanzó no sólo en Australia sino en Nueva Zelandia y las otras islas del pacífico también. La gran inmigración británica empezó en los primeros veinticinco años del siglo X1X, formada en su mayoría de adherentes de la Iglesia de Inglaterra, aunque el resto estaba formado por católicos irlandeses, presbiterianos escoceses-irlandeses, y metodistas ingleses.
La colonización de Nueva Zelandia se inició diez años después de la de Australia. También aquí Samuel Marsden tomó la dirección al convocar un activo programa misionero. La inmigración inglesa ocurrió por 1840 y era principalmente anglicana.
La historia del Canadá, predominantemente francés hasta 1763, después inglés, se refleja en su cristianismo. Esa historia se esbozará brevemente en el capítulo del cristianismo americano.
La India y otras colonias de Inglaterra durante este período fueron las recipientes de mucho trabajo de muchas sociedades misioneras de Bretaña.

LA IGLESIA CATÓLICA ROMANA EN INGLATERRA.

Al principio de este período había varias prohibiciones contra los católicos romanos en Inglaterra. Estaban desorganizados en gran manera y no eran numerosos. En 1829, sin embargo, el Acta de Emancipación Católica Romana quitó muchas de las prohibiciones civiles. En 1850 el papa restauró la jerarquía en Inglaterra con el nombramiento de un arzobispo de Westminster. Esto creó gran furor entre los que temían el movimiento católico romano.
El fracaso de la cosecha de patatas en Irlanda poco antes de la mitad del siglo XIX hizo que muchos campesinos católicos romanos de Irlanda emigraran a Inglaterra, y engrosaran el número de ese grupo allí. Algunos se unieron a la Iglesia Romana del movimiento Tratadista, mientras que otros emigraron del Continente. Como resultado, las instituciones familiares del romanismo pronto aparecieron por toda Inglaterra, Escocia y Gales: iglesias, escuelas, y órdenes monásticas para hombres y mujeres.
La gran emigración irlandesa católica romana proporcionó un creciente número de los de esa fe en Inglaterra durante la primera mitad del siglo XX, aumentando la población católica romana hasta alrededor de dos y medio millones. Este grupo ha crecido más rápidamente y soportado la pérdida de vitalidad mejor que cualquier otra denominación inglesa. La nueva nación de Erín (Irlanda), arrancada del resto de Irlanda para convertirse en república en 1949, es predominantemente católica.

EL CALVINISMO INGLÉS.

El presbiterianismo, tan activo en Inglaterra durante el período de Cromwell y poco después, desapareció prácticamente después de la restauración; algunos cayeron en el unitarismo y otros se unieron al movimiento congregacional. El siguiente siglo los únicos presbiterianos de Inglaterra eran las pequeñas congregaciones de presbiterianos escoceses que mantenían lazos con su patria. Estas crecieron lentamente durante el siglo XIX y en 1876 organizaron la Iglesia Presbiteriana de Inglaterra. En los primeros veinticinco años del siglo XX este grupo sumaba casi 85,000.
Los presbiterianos irlandeses se establecieron en el norte de Irlanda en los primeros años del siglo XVII. Cuando los protestantes Guillermo y María llegaron al trono inglés en 1688, mejoró la mala condición de la minoría presbiteriana de Irlanda. Por 1691, mediante subsidios provistos por el gobierno inglés, grandes cantidades se establecieron en el condado de Ulster. Los inmigrantes de esos presbiterianos escoceses-irlandeses tuvieron una parte muy importante en el surgimiento del presbiterianismo americano.
En los primeros años de este período los presbiterianos irlandeses estuvieron luchando con los conceptos unitarios corrientes en Inglaterra en ese tiempo, y finalmente triunfaron. En 1860 se formó la Asamblea General de la Iglesia Presbiteriana en Inglaterra. La separación de la Iglesia Anglicana del estado en 1868 dio impulso a los presbiterianos de Irlanda, junto con el reciente avivamiento espiritual de ese tiempo. Las misiones y la educación avanzaron, y al principiar el siglo XX sumaban más de cíen mil, aunque sufrieron dos guerras mundiales y el escepticismo. En el siglo XX se han hecho esfuerzos por unir a los presbiterianos ingleses con los congregacionalistas ingleses.
El presbiterianismo fue la iglesia establecida en Escocia al principio del período. Los presbiterianos escoceses no fueron muy influidos por el avivamiento evangélico del siglo XVIII, tal vez como reacción contra las doctrinas arminianas de Wesley. Sin embargo, sí ocurrió un genuino avivamiento espiritual en los primeros años del siglo XIX, iniciado por los hermanos Haldane. Esta nueva vida espiritual agitó un antiguo problema, el asunto del control secular, como se vio en el patrocinio de los laicos.
¿Tienen los patrones nobles y ricos de una comunidad el derecho de nombrar el ministro de la iglesia local? Escoceses valientes se opusieron a esto dos veces, produciendo cisma en 1733 y 1760.
El movimiento del siglo XIX fue dirigido por Tomás Chalmers (1780-1847). La Asamblea General de la Iglesia de Escocia tomó la parte de las iglesias, declarando en 1834 que no se obligaría a una congregación, aceptar un pastor, contra el deseo general.
En 1842 el asunto llegó a la Casa de los Lores, en Inglaterra, que decidió que una iglesia debía aceptar un ministro nombrado por un patrón, le gustara o no. El año siguiente, en un acto dramático y de sacrificio, cerca de la mitad de los presbiterianos de Escocia dejaron los salarios y los edificios de la Iglesia de Escocia en protesta contra el patrocinio de los laicos y formaron la Iglesia Libre de Escocia. La mayoría de estos grupos separados por el patrocinio de los laicos se reunieron por 1900 bajo el nombre de la Iglesia Libre Unida de Escocia, y en 1929 este cuerpo se unió con la iglesia establecida otra vez, habiendo sido eliminado el principio del patrocinio de los laicos.
El presbiterianismo fue llevado a Australia y Nueva Zelandia con la ola de emigración de 1820. Aunque menores en número que los anglicanos y los católicos romanos, tienen considerable influencia. La historia de Canadá se relatará en conexión con el cristianismo americano.
El congregacionalismo inglés de este período estaba íntimamente relacionado al presbiterianismo, y recibía a muchos de sus miembros e influía en el pensamiento de los que no hacían el cambio. El movimiento congregacional fue grandemente bendecido por el avivamiento wesleyano del siglo XVIII, y también por el movimiento misionero moderno y por el breve avivamiento después de las guerras napoleónicas. Una evidencia de la aumentada vitalidad de los primeros años del siglo XIX, además del crecimiento en grupo de electores e iglesias, fue el desarrollo de un vigoroso compañerismo intereclesiástico.
Primero surgieron las uniones de condado, inspiradas principalmente por el desafío de las misiones domésticas. En 1832 se formó la Unión Congregacional de Inglaterra y Gales. En el presente siglo, el congregacionalismo inglés, galés, y escocés, contando tal vez con medio millón en 1928, llevó a cabo un vigoroso programa de educación y otras benevolencias, aunque dos guerras y la depresión les han costado caras.

METODISTAS INGLESES.

El metodismo inglés creció más rápidamente que cualquier otro de los grupos disidentes durante este período, al mismo tiempo que tenía considerables dificultades por el gran número de cismas. Después de la muerte de Juan Wesley en 1791, el metodismo se separó rápidamente de la Iglesia Anglicana. La rígida organización eclesiástica y la disciplina del metodismo inglés alzaron un número de protestas.
Los grandes dirigentes después de Wesley fueron Tomás Coke (1727-1814), Jabez Bunting (1779-1858), y el contemporáneo Juan Scott Lidgett. El movimiento, por supuesto, tuvo una divergencia original, y un grupo se volvió calvinista y el otro arminiano. El último resultó ser el grupo dominante. En este grupo surgieron cismas, en 1797 por la representación de laicos (los metodistas de la Nueva Conexión), en 1810 por los métodos de las reuniones de agrupaciones (metodistas de la Conexión Primitiva), en 1815 por el evangelismo celoso (cristianos bíblicos), y en 1828 por la música (metodistas wesleyanos protestantes).
Para 1907, sin embargo, la organización de la Iglesia Metodista Unida unió a varios de estos grupos, y en 1932 la mayoría de los metodistas ingleses, que sumaban más de un millón, se unieron en un cuerpo. Los metodistas de Nueva Zelandia, en la tercera década de este siglo, sumaban cerca de 30,000, y en Australia alrededor de 166,000. Los metodistas ingleses también recibieron severos golpes de las dos guerras y la consiguiente declinación espiritual.

BAUTISTAS INGLESES.

Este período final en la historia de la iglesia está caracterizado en parte por los bautistas ingleses al empezar el moderno movimiento misionero. El avivamiento wesleyano trajo nueva vida a los bautistas ingleses. Los bautistas generales se beneficiaron grandemente con el trabajo de Dan Taylor, fundador de la Nueva Conexión de Bautistas Generales. Los bautistas particulares fueron inspirados a iniciar el moderno movimiento misionero. Guillermo Carey, un jornalero zapatero remendón, se hizo bautista en 1783.
Aunque carecía de una educación escolar adecuada, pudo superarse por la propia iniciativa, llegando a dominar el hebreo, griego, latín y holandés en sus horas libres. Con la ayuda de Andrés Fuller, Juan Sutcliffe, Samuel Pearce, y Juan Ryland, hijo, Carey organizó una sociedad bautista misionera en Londres en 1792. El siguiente año Carey fue a la India como misionero, y con sus compañeros tradujo la Biblia a diecisiete idiomas y publicó tratados en veinte lenguajes, en diecinueve años. Además, más de setecientos convertidos fueron bautizados y una docena de nativos se entregaron para el ministerio cristiano.
La obra bautista, tanto en la patria como en el extranjero, creció rápidamente bajo la inspiración de este ejemplo. Se fundaron escuelas, y se iniciaron varias reformas sociales en cooperación con otros cristianos.
Predicadores como Roberto Hall (1764-1831), Carlos Haddon Spurgeon (1834-92), Alejandro Maclaren (1825-1910), Juan Clifford (1836-1923), y Juan H. Shakespeare (1857-1928) dieron nueva respetabilidad a la causa bautista. En 1891 se arregló la división que existía entre bautistas generales y particulares desde el principio de la vida bautista inglesa, principalmente por la obra de Juan Clifford.
En 1953 había 202, 361 bautistas en Inglaterra propiamente dicho, alrededor de 100,000 en Gales, 20,000 en Escocia, y 5,000 en Irlanda. El escepticismo y dos guerras han matado sus miles entre los bautistas ingleses en el siglo XX.
En los dominios, con la posible excepción de Canadá, la obra bautista ha sido alimentada principalmente desde Inglaterra. Los bautistas australianos suman más de 30,000, los bautistas de Nueva Zelandia suman alrededor de 11,000, mientras que los bautistas canadienses ascienden casi a 150,000.

OTROS GRUPOS

Hay en Inglaterra otros muchos grupos pequeños que no pueden ser discutidos, aunque algunos de ellos han hecho contribuciones vitales y perdurables por sus conceptos distintivos.

COMPENDIO FINAL

En los primeros años de este período los bautistas ingleses iniciaron lo que ha sido llamado el movimiento misionero moderno. Durante el siglo XIX, prácticamente todas las denominaciones de Inglaterra realizaron programas misioneros foráneos en casi todas partes del mundo. El escepticismo y el secularismo, sin embargo, se han acrecentado grandemente en Inglaterra en los últimos dos siglos, y el cuadro general es de decadencia religiosa y vitalidad atenuada.
Durante el último siglo el movimiento ecuménico ha ganado favor en una gran mayoría de denominaciones inglesas. La Iglesia de Inglaterra ha definido los cuatro puntos mínimos para la unión eclesiástica, y es evidente por el desarrollo en varias partes del mundo que cada uno de esos puntos se considera significativo.
Las iglesias y la fe cristiana en Inglaterra, junto con el resto de la nación, han sufrido grandemente por las dos guerras mundiales en que Inglaterra ha sido un contendiente principal.

EL CRISTIANISMO EN NORTE AMERICA

El cristianismo en los Estados Unidos durante el período moderno ha tenido un crecimiento fenomenal. La gran expansión del país en extensión y población en parte explica esto. En 1789 el territorio de los Estados Unidos se reducía al área de lo que ahora es el este de Mississippi y el norte de Florida (que incluía una franja de tierra a lo largo de la costa del Golfo hasta el Mississippi).
El resto fue adquirido por medio de compra, o tratados de anexión: en 1803 la vasta área del oeste del Mississippi conocida como Luisiana; Florida en 1819; Texas en 1847; el área de Oregon Washington en 1848; California, Arizona y Nuevo México por la cesión mexicana de 1848; Alaska en 1867; y en 1898 las áreas territoriales de las Islas Filipinas, Guam, Puerto Rico, Islas Hawái, Islas Samoa, y las Islas Wake. La población americana en 1790 era de alrededor de cuatro millones, en 1880 cerca de cincuenta millones, por 1915 se acercaba a los cien millones, y por 1957 alcanzó casi ciento setenta millones.
Durante este tiempo la agricultura y el comercio constituían la principal ocupación de la nación, tomando luego el primer puesto la industria.
Grandes ciudades y una sociedad altamente industrializada han alterado el carácter de la vida diaria. El increíble avance en la tecnología y en la producción masiva ha traído riqueza con sus consiguientes problemas sociales y económicos. La organización del trabajo y la amplia vigilancia gubernamental han contribuido a equilibrar las fuerzas entre el gigante industrial y la masa obrera. Las impresionantes contribuciones de los Estados Unidos a las dos Guerras Mundiales han llevado a la nación a un lugar de prominencia mundial.
Durante estos años el ambiente en América ha sido peculiarmente a propósito para el desarrollo religioso de la gente. Un número de factores importantes caracterizan la historia de este país desde 1789 hasta el presente: Están enumerados aproximadamente en el orden cronológico en que ocurrieron.

FACTORES EN LA HISTORIA RELIGIOSA DE AMÉRICA

RELACIÓN DE LA IGLESIA Y EL ESTADO EN LOS ESTADOS UNIDOS.
Algunos han opinado que la contribución más grande de los Estados Unidos emanada del poder gubernamental, ha sido la completa separación de la iglesia y el estado. Debe recordarse que a través de los siglos la Iglesia Católica Romana mantuvo el poder y modeló su sistema con la ayuda de las potencias seculares. Fue únicamente por la ayuda del estado que Roma pudo dar vigor a su uniformidad, reprimir la herejía, y extender su sistema.
El luteranismo, el calvinismo, el zwinglianismo, y el anglicanismo no se oponían a recibir ayuda del estado. En América parecía que tal vez el gobierno se encontraría en el mismo dilema de unión religiosa. Nueva Hampshire, Massachusetts, y Connecticut habían establecido el congregacionalismo por ley en el tiempo de la Revolución Americana, mientras que Maryland y Virginia habían establecido la Iglesia de Inglaterra.
La norma nacional en cuanto a la religión, sin embargo, no siguió a ninguno de estos estados, sino el sistema de Rhode Island, separación de la iglesia y el estado, muy menospreciado cuando se estableció, pero con un continuo aumento de adherentes. Entre otras cosas, la Revolución Americana socavó el establecimiento de la Iglesia Anglicana sobre bases patrióticas, porque en ese entonces no se sabía que los seguidores americanos del sistema instituirían un cuerpo episcopal nacional e independiente.
Además, en la misma área donde este establecimiento estaba entrañando, la fuerza de la disensión era considerable, especialmente entre los bautistas, los presbiterianos y los metodistas. La naturaleza democrática del Gran Avivamiento había impresionado profundamente a la población, y estos avivamientos todavía estaban sucediendo en Virginia y en los estados vecinos. El Nuevo Mundo había sido buscado como un refugio de la persecución religiosa, y el espíritu democrático de la colonización y los avivamientos religiosos resistieron un establecimiento nacional.
Además, al mismo tiempo las clases educadas estaban bebiendo profundamente de las copas de la filosofía y el liberalismo político de Francia. La democracia y la libertad eran grandes palabras. La dignidad del hombre común demandaba respeto y reconocimientos. La indudable corrupción y malignidad de la religión católica romana en Francia, que se había ligado al estado y estaba minando lentamente su vida, les dio razones adicionales para no tener unión religiosa entre iglesia y estado a los intelectuales americanos escépticos que estaban en lugares políticos claves.
La misma Revolución de 1776 estaba a la vanguardia de la libertad religiosa. El derrocamiento de la monarquía y el surgimiento de la democracia fue el triunfo de la teología de los disidentes, que en los avivamientos de la pasada generación habían visto el Espíritu de Dios moverse libremente entre toda la gente.
La victoria de la libertad religiosa empezó en Virginia. Aquí, en medio de estrictas prohibiciones impuestas por la establecida Iglesia de Inglaterra, los bautistas, fuertemente ayudados por los presbiterianos y los metodistas, empezaron un activo programa para quitar la unión de la iglesia y el estado. Esto se cumplió en 1787 por la ayuda política de Jaime Madison.
Además, la nueva constitución fue aprobada por virginianos, con el entendimiento de que se añadiría inmediatamente un acta de derechos garantizando la libertad religiosa. Esta promesa se cumplió, y el primero de los derechos protegió a la recién nacida nación de los males de una iglesia establecida. Era de cajón que los estados reflejaran este mismo espíritu al eliminar la unión de iglesia y estado.
Los últimos de estos, Nueva Hampshire, Connecticut, y Massachusetts, eliminaron el apoyo al congregacionalismo en 1817, 1818, y 1833, respectivamente, principalmente por los esfuerzos de Juan Leland, un bautista. Hasta el presente día todavía hay problemas entrañados en la separación de la iglesia y el estado, pero la misma estabilidad continua de la nación está envuelta en la preservación de este principio.

ESCEPTICISMO E INFIDELIDAD PRIMITIVOS.

Durante la Revolución Americana e inmediatamente después, la mayoría de las colonias experimentaron una oleada de infidelidad. Una parte de la razón fue la amargura y el cinismo que siempre trae la guerra. La Guerra Francesa e India (1756-63) y la Guerra de Revolución (1775-83) habían traído sufrimiento general y declinación moral. El íntimo contacto con las corrientes intelectuales antes de la Guerra de Revolución y con Francia durante la guerra trajo considerables cantidades de su escepticismo e infidelidad a las playas americanas. Los escritos anticristianos de Voltaire (1694-1778) en Francia y de Tomás Paine (1737-1809) en América, fueron ampliamente leídos y aceptados.
Al fin de la revolución se había estimado que menos del diez por ciento de la población americana era cristiano decidido. Las diversas escuelas “cristianas” estaban llenas de incrédulos y ateos. Sólo dos del cuerpo estudiantil de Princeton profesaban ser cristianos en 1782, y las otras escuelas eran igual de malas. Cundieron las sociedades racionalistas y ateas. Esto no era tan completamente cierto en el bajo sur, donde los avivamientos de la religión habían continuado desde los días del Gran Despertar (1739).
El segundo Gran Despertar en los primeros días del siglo XIX volvieron a América otra vez a la fe. Los cristianos empezaron a multiplicarse mucho más rápidamente que la población. Mientras que sólo alrededor de 275.000 de 3.929.214 eran cristianos en 1790, más de 83.000.000 profesaron ser cristianos de una población de más de 165.000.000 en 1956.

EL SEGUNDO GRAN DESPERTAR.

En Nueva Inglaterra, probablemente el área de mayor necesidad espiritual, ocurrió un segundo Gran Despertar en los primeros años del siglo XIX. Fue muy diferente del primer Despertar de medio siglo antes.
Hubo menos excitación emocional y menos controversia inmediata sobre los métodos de avivamiento. Los dirigentes sobresalientes particulares fueron pocos, y el poder del avivamiento fue canalizado hacia propósitos de benevolencia. Por causa de ello, prácticamente todas las denominaciones fueron despertadas a la importancia de extender el evangelio, tanto en la patria como más allá. Se hicieron esfuerzos crecientes por cristianizar a los indios, y se hicieron planes por enviar el evangelio a las lejanas fronteras del oeste.
Los congregacionalistas organizaron la Junta Americana de Comisionados en 1810 para hacer obra misionera foránea. Los bautistas establecieron la Convención Misionera General de la denominación Bautista de los Estados Unidos de América para Misiones Foráneas en 1814.
La Sociedad Bíblica Americana se formó en 1816 sobre una base interdenominacional, como también lo fueron la Unión Americana de Escuelas Dominicales en 1824 y la Sociedad Americana de Misiones Domésticas en 1826. Los bautistas formaron su Sociedad de Tratados en 1824, un año antes de la Sociedad Americana de Tratados interdenominacional.
Los bautistas también formaron su Sociedad de Misiones Domésticas en 1832. La inspiración para la fundación de estas diversas sociedades de benevolencia indudablemente se extendió principalmente por el avivamiento espiritual a fines del siglo. También es cierto que el creciente sentimiento, tanto en el norte como en el sur, en favor de la abolición de la esclavitud fue acelerado por estos avivamientos, especialmente los de Carlos C. Finney.
Mientras tanto, un avivamiento de diferente clase se estaba experimentando al oeste de los montes Alleghanys por el mismo tiempo.
Todas las denominaciones parecen haberse incluido en él, aunque el movimiento inicial se desarrolló bajo la dirección del presbiteriano Jaime McGready de Kentucky. En este avivamiento las reuniones en campamentos se hicieron populares. Los pobladores viajaban por millas a la redonda para hacer un campamento en una área central. Los ministros de diferentes denominaciones predicaban al mismo tiempo en varias partes de los terrenos del campamento a multitudes tan grandes como sus voces podían alcanzar.
En estas reuniones era evidente la gran excitación emocional y física. Los gritos y el llanto alternaban con los ladridos, los temblores, las carreras, el andar a gatas, y en algunos casos, la apariencia de completa pérdida de la conciencia. Como resultado directo de este avivamiento, los presbiterianos se rehusaron a apoyar la acción de uno de sus presbíteros al ordenar nuevos hombres para la obra evangelística sin los prerrequisitos apropiados, y ocurrió un cisma, del que surgió la Iglesia Presbiteriana de Cumberland.
En general, el avivamiento añadió grandes cantidades a las iglesias de Kentucky y Tennessee, y prácticamente todas las fronteras de las denominaciones se beneficiaron con la renovación del interés espiritual.

CORRIENTE DE EMIGRANTES.

Uno de los factores importantes en la historia religiosa de los Estados Unidos fue la gigantesca marea de inmigración que fluyó al país. Produjo repercusiones en muchas direcciones. Las características religiosas de los inmigrantes dieron colorido al cristianismo americano; la posesión de estos inmigrantes constituyó un gran desafío para las denominaciones religiosas a las que pertenecían; grandes comunidades de una sola nación influyeron grandemente a otras en el área inmediata; el gran aumento de las denominaciones en América a las que los inmigrantes pertenecían les trajo no sólo problemas inmediatos sino también un rápido aumento de poder y prestigio; y cuando las grandes cantidades de inmigrantes llegaron y se asentaron cerca de la costa, los colonos de las comunidades a lo largo de la costa se persuadieron a mudarse al oeste, donde había más espacio.
El número de inmigrantes se aceleró por muchos factores. La migración al oeste después de la compra de Luisiana en 1803 y el retorno de la paz en 1815, produjeron una demanda inmediata de trabajadores a lo largo de la costa, especialmente para el amplio programa de construir vías férreas, canales, y caminos. La inquietud, el hambre, y la crisis económica en varios países, sirvieron para llevar a muchos a las playas americanas.
La Revolución Americana y la guerra de 1812 desanimaron la inmigración en las primeras décadas del siglo XIX. Por 1820, sin embargo, los inmigrantes empezaron a llegar a razón de más de 9,000 por año; entre 1825 y 1835 el promedio llegó a 35,000 al año; en los siguientes diez años el promedio fue de 70,000 al año; mientras que entre 1845 y 1885 casi 12.000.000 inmigrantes llegaron al país, aproximadamente 25,000 al mes por cuarenta años.
En la primera mitad del siglo el número más grande de inmigrantes vino de Irlanda, donde el fracaso de la cosecha de patatas en los años de 1840 produjo hambre virtual a millones. Se ha estimado que cerca de dos millones de los irlandeses emigraron a América, prácticamente todos ellos ávidos católicos romanos. No tantos alemanes hicieron el viaje, mientras que un número más pequeño vino de prácticamente todos los países del sur de Europa, también fuertemente católico. Esta avalancha de inmigrantes influyó grandemente en la historia de las diversas denominaciones de América.

LA EXPANSIÓN AL OESTE Y LA GUERRA.

La “frontera” americana (la frontera americana debe interpretarse en el contexto histórico de la nación como los confines que estaban en proceso de ser ganados por el hombre a la naturaleza), resultado de un gran nuevo continente de tierra virgen colonizado lentamente, tuvo un lugar increíblemente significativo en la vida religiosa de la nación. Modeló la economía hasta hacerla de abundancia en vez de escasez en la propiedad de la tierra.
El espacio de tierra de Europa había sido agotado o vaciado antes de tiempo por siglos, y la tierra significaba estabilidad y riqueza. En un país virgen la presencia de un confín, en constante expansión daba a cada hombre un sentimiento de independencia financiera y de dignidad.
Proveía una sociedad fluente, porque una persona podía moverse hasta el confín por cualquier razón o sin razón. Estimulaba nueva emigración al atraer la fuerza humana, particularmente de los obreros marginales o trabajadores no especializados, con las oportunidades del país virgen.
Alentaba el espíritu democrático tanto como cada hombre podía soportar en su propio valer en las ásperas y rigurosas áreas de la vida colonial.
Alentaba a esas denominaciones de cristianos que exaltaban la democracia en la vida eclesiástica: los bautistas, metodistas, y otros cuerpos similares.
La ruda, y muchas veces inmoral, vida “fronteriza”, desafiaba a las denominaciones de las antiguas comunidades del este a enviar misioneros a las colonias a alentar a los cristianos a ganar a los perdidos. El avivamiento del tipo que se reunía en campamentos se desarrolló para la predicación del evangelio a grandes números.
Otro aspecto de la importancia de la colonización y del oeste concierne al efecto político de los nuevos estados. La avalancha de emigración al oeste que produjo una constante proyección de la línea fronteriza trajo como resultado el establecimiento de nuevos estados. Uno de los problemas abrumadores de la nueva nación tenía que ver con la esclavitud de los negros, introducida en 1619 a la colonia de Virginia, impuesta sobre ellos por Inglaterra pese a sus protestas, extendida por el sur por la importación y financiamiento del norte, y gradualmente abrazada por el sur por la asoladora elección de un sistema de una sola cosecha.
Un determinismo geográfico y climático limitó la esclavitud negra casi totalmente al sur, en un sistema feudal y anacrónico. Sin duda la institución se hubiera derrumbado por su propio peso, porque económicamente era errónea tanto como moralmente mala. El asunto se volvió político puesto que esos estados denominados como “estados esclavos” usualmente formaban una coalición unida.
Si los estados más antiguos hubieran quedado como miembros absolutos de la unión nacional, la cuestión de los esclavos no se hubiera vuelto políticamente explosiva, pero el asunto de los derechos estatales y los celos seccionales, combinados con las diferencias en la interpretación del significado de la constitución, se encendieron en un conflicto por la extensión de la esclavitud.
Muchas de las denominaciones se dividieron por el asunto de la esclavitud. La guerra sobrevino en 1861 y produjo dolor y pérdida a todas partes de la nación. El norte ganó en 1865 y aseguró políticamente la unidad de la nación y anunció la emancipación de la esclavitud americana de los negros. Las tropas estuvieron estacionadas por todo el sur hasta 1878, contribuyendo a la amargura engendrada por la guerra. Los cismas causados por este asunto en algunas denominaciones no han sanado hasta el presente.

NUEVAS DENOMINACIONES.

No es posible, por supuesto, esbozar toda la historia del cristianismo americano en un breve compendio de esta clase. La ola de libertad de elección en el área de la religión y produjo una rica y libre variación a las denominaciones de América. Varias de las más importantes se mencionan aquí.
Tomás Campbell y su hijo Alejandro eran parte de un extenso movimiento que deseaba restaurar el primitivo cristianismo eliminando todos los credos y organizaciones denominacionales. Indudablemente los dos recibieron fuertes impresiones en este sentido por sus contactos con el cristianismo escocés, y especialmente con Greville Ewing, Juan Glas, y Roberto Sandeman.
Prácticamente cada doctrina distintiva del movimiento estaba modelada por las prácticas escocesas. En América los dos Campbell dejaron las filas presbiterianas y en 1812 se unieron al compañerismo bautista. Por 1830 Alejandro Campbell y su grupo dejaron a los bautistas, difiriendo de ellos en varios particulares, y tomaron el nombre de “Discípulos de Cristo”. Campbell enseñaba que el bautismo completa la salvación, observaba la Cena cada semana, y miraba con disgusto cualquier distinción entre ministros y feligreses, como se ve en títulos tales como “clero” y “laicos”. Walter Scott de Ohio y Barton W.
Stone de Kentucky se unieron con Campbell en su movimiento de “restauración” y contribuyeron grandemente a su crecimiento. En lugar de eliminar los movimientos denominacionales, Campbell empezó uno nuevo, que lentamente desarrolló las características de otras denominaciones. Su feligresía total en 1956 era de 1.897.736 en 1951 iglesias. El movimiento conservador de las Iglesias de Cristo tuvo su origen también en Campbell. En 1956 la feligresía indicaba 1.600.000 en 16.500 iglesias.
La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días fue fundada en 1830 por José Smith, que informó haber visto visiones celestiales y recibido el Libro de Mormón en planchas de oro. La emigración al oeste en 1847 y la fundación de la ciudad de Salt Lake es un dramático episodio de la historia americana. La parte del movimiento que se estableció en Independence, Missouri, tomó el nombre de Iglesia Reorganizada de los Santos de los Últimos Días y ahora cuenta con 137,856 miembros en 808 iglesias.
La sección de Utah, se ha extendido y es muy activa en la propagación de sus creencias. Por causa de su creencia en la continuación de los dones proféticos mediante su presidente y en la naturaleza sagrada del Libro de Mormón, algunos han puesto en tela de juicio que el mormonismo deba ser considerado como parte del movimiento cristiano.
Ahora ellos informan de 1.230.021 comulgantes en 2.624 iglesias. Los alemanes que se establecieron en Pennsylvania y áreas adyacentes fueron influidos por fuertes personalidades para formar nuevos grupos denominacionales que combinaran las más antiguas tradiciones. Felipe Guillermo Otterbein (1726-1813) y Martín Boehm (1725-1812), el uno ministro reformado y el otro un menonita, se unieron para tener reuniones evangelísticas entre los alemanes de Pennsylvania y estados vecinos durante los días de la Guerra de Revolución.
En 1800 formaron los Hermanos Unidos en Cristo. Este grupo se unió en 1946 con la Iglesia Evangélica (organizada por Jacobo Albright sobre principios metodistas en 1816), y el cuerpo combinado se llamó Iglesia Evangélica de los hermanos Unidos. Ahora informa 737,489 miembros en 4,370 iglesias.
En 1831 Guillermo Miller (1782-1849), mediante una cuidadosa consideración de los números simbólicos del libro de Daniel, concluyó que Cristo regresaría dentro de los siguientes pocos años y reunió un grupo conocido como los adventistas. Pese al fracaso de su profecía principal, la denominación todavía persevera, y cuenta ahora con 277.162 constituyentes en 2.858 iglesias.
Un tipo de especulación apocalíptica deformada de Carlos Russell en el siglo XIX resultó en la Asociación Internacional de Estudiantes de la Biblia. Ahora dice tener 187,120 miembros en 3,484 iglesias. María Baker Eddy puso en marcha una especie de gnosticismo moderno y fundó la Iglesia de Cristo Científica (Ciencia Cristiana) en 1879, en Boston, y sus seguidores ahora operan 3,100 ramas de la iglesia madre.
Las iglesias nacionales de Oriente, que rompieron la comunión con Roma en 1054 fueron lentas en desarrollarse en los Estados Unidos, pero debido a la inmigración y nacimientos el número ha crecido firmemente. Los varios grupos nacionales formaron sus propias iglesias, tales como la Griega Ortodoxa, la Romana Ortodoxa, la Servia Ortodoxa, y otras. Ellas tienen tal vez un millón de constituyentes en América en el presente.
Hay en Estados Unidos otros grupos cristianos más pequeños, aunque importantes, pero no pueden discutirse en una obra como esta.
Además, el cristianismo americano se ha caracterizado por muchos movimientos benevolentes y semi-cristianos, tales como la Asociación Cristiana de Jóvenes, organizada primeramente en 1844 en Londres, y la Asociación Cristiana de Señoritas, también organizada en Londres en 1855. El Ejército de Salvación inglés, fundado por el metodista Guillermo Booth en 1878, se ha extendido ampliamente en los Estados Unidos, y ahora cuenta con 249,641 adherentes en 1,323 iglesias.

RESURGIMIENTO DEL RACIONALISMO.

Los antiguos sistemas europeos de racionalismo, ilustrados por la filosofía de hombres como Cristian Wolff en el siglo XVII, fueron condenados por hombres como Emanuel Kant, Schleiermacher, Ritschl, y otros, que mostraron que el hombre no es simplemente una criatura pensante sino también una persona moral, con sentimientos y con voluntad. La última mitad del siglo XIX, sin embargo, trajo un racionalismo de una nueva clase.
La ciencia física se sumó a la filosofía, la sociología y la psicología para elevar dudas respecto a la existencia de Dios o para oponerse firmemente a la idea de una revelación especial que incluye el sobrenaturalismo. El mundo material se volvió muy real. Cada filosofía empezó a clasificar los valores en términos de si podían obrar con éxito en un mundo cotidiano. Los asuntos religiosos y espirituales fueron considerados en términos humanitarios y canalizados hacia la superación social. En este medio ambiente es posible señalar varias actitudes en relación al cristianismo tradicional.
Estas son:
(1) Un partido definitivamente no teísta o agnóstico. A pesar de los fenomenales adelantos del cristianismo en América desde la Revolución, un fuerte núcleo de escepticismo e incredulidad nunca fue alcanzado. Niega la existencia de Dios y se mofa de cualquier idea de revelación.
(2) Un partido teísta, pero indistintivamente cristiano. Este grupo está en la sucesión del deísmo inglés, que afirma que hay Dios pero que no tiene revelación especial. De esta manera, el hinduismo es revelación tan válida como el cristianismo; cada profeta en cualquier religión ha sido inspirado y añade algo a la revelación total de Dios.
(3) El partido cristiano no sobre naturalista. Este grupo pretende seguir la tradición cristiana pero niega muchas de las creencias antiguas. La revelación se hace significativa sólo cuando es razonable.
Las Escrituras Cristianas principalmente, son indignas de confianza y deben ser escudriñadas muy cuidadosamente por la razón humana para encontrar la verdad y la significación. Lo que no es razonable en el marco humano de referencia es descartado. Una expiación vicaria es imposible porque Cristo era simplemente un buen hombre.
La inmediata confrontación de Dios puede ser sentida por el espíritu humano y constituye la única autoridad religiosa válida. Para este grupo el principal valor de la religión reside en ampliar los canales humanitarios. Tal vez el principal exponente de este partido en América ha sido Harry Emerson Fosdick (1878-1969).
(4) Un partido americano neo-ortodoxo. Este grupo, que difiere en algunos aspectos del pensamiento de Karl Barth pero que está de acuerdo con él en el enfoque básico, hace hincapié en la esencial pecaminosidad del hombre. Como Barth, sus seguidores son muy liberales con respecto a muchas doctrinas de sobrenaturalismo tradicional pero persisten en la antigua ortodoxia al punto del pecado del hombre y la soberanía trascendente de Dios. Tal vez la figura sobresaliente de esta escuela es Reinhold Niebuhr (1892-1971).
(5)El partido de sobrenaturalismo tradicional. Este grupo se esfuerza por hacer pertinente el mensaje tradicional cristiano en una era científica y materialista, sosteniendo las creencias básicas de la revelación del Nuevo Testamento y aceptando el sobrenaturalismo “irrazonable” del cristianismo como se ejemplifica en la regeneración espiritual del individuo por la obra del Espíritu divino.
Tal vez debe ser incluido un sexto grupo, comúnmente conocido como fundamentalismo, que en algunos casos va hasta el otro extremo del racionalismo; es decir, elimina completamente el elemento racional de la revelación cristiana y de la religión en general.

LA UNIÓN ECLESIÁSTICA Y EL ECUMENISMO.

En su mayor parte, el cristianismo americano ha ingresado de corazón en el movimiento hacia la unión eclesiástica y el ecumenismo. Las razones son muchas, e incluyen: un deseo básico de unidad; la influencia de los movimientos interdenominacionales ingleses, particularmente en misiones; la unidad de “denominaciones familiares”, los que creen en las mismas cosas y en la misma tradición y necesitan la unión para obtener fuerza y crecimiento en la obra; el desafío del campo misionero foráneo, donde había necesidad de colocar un cristianismo unido ante un mundo pagano; los vastos movimientos humanitarios, tal como el abolicionismo, que cruzó las líneas denominacionales; el clamor por eficiencia; los movimientos seculares hacia la unidad en el mundo, como se ve en las Naciones Unidas; la necesidad de un frente unido no católico para competir con la unidad organizacional de la Iglesia Católica Romana; y los efectos de la teología liberal, que al amortiguar o negar las convicciones cristianas tradicionales hace que las diferencias denominacionales menores parezcan relativamente académicas.
Los antecedentes específicos de los modernos movimientos ecuménicos en América pueden verse en las sociedades interdenominacionales misioneras, de tratados, y bíblicas, organizadas poco después del fin del siglo XIX. La rama americana de la Alianza Evangélica Mundial, una organización interdenominacional para la promoción de la unidad cristiana, se organizó en 1867, y por casi medio siglo promovió la causa de la unión eclesiástica y el ecumenismo, aunque en el contexto del evangelismo conservador.
Otras organizaciones importantes que procuraban la reducción o la eliminación de las líneas denominacionales fueron el Movimiento Voluntario Estudiantil (1886) y la Federación Mundial de Estudiantes Cristianos (1895). Las conferencias misioneras interdenominacionales que empezaron en 1854 en Nueva York, produjeron la Conferencia de Misiones Extranjeras de Norteamérica. El Concilio Federal de Iglesias de Cristo en América (desde 1950 el Concilio Nacional) fue organizado en 1908.
La mayoría de las denominaciones más importantes, con excepción de los bautistas del sur y los luteranos del sínodo de Missouri, han participado libremente en las conferencias mundiales de Edimburgo (1910), Estocolmo (1925), Lausana (1927), Jerusalén (1928), Oxford (1937), Edimburgo (1937), Madrás (1938), Utrecht (1938), Amsterdam (1948), y Evanston (1954).

DOS GUERRAS MUNDIALES.

Los dos conflictos mundiales del siglo XX en que América ha participado han tenido efectos significativos. El resultado de la primera fue el resurgimiento de la doctrina liberal y un humanitarismo optimista.
Muchos creyeron que la última guerra era la final y que pronto vendría el milenio universal de paz y prosperidad total. Difícilmente se dudaba de la capacidad del hombre para alcanzar esas cosas. La catastrófica depresión financiera y la asombrosa ascensión al poder de los dictadores europeos prepararon el escenario para un segundo conflicto mundial. Con él se extendió la evidencia del interés en las cosas espirituales.
Nadie puede saber si la historia verá esto como el primer avivamiento religioso de la era atómica, pero las adversidades del camino pueden considerarse bendiciones si profundizan la fe en Dios y alientan la dependencia de él.

UN RESUMEN DE LAS DENOMINACIONES MÁS ANTIGUAS

EPISCOPALISMO.

La revolución política americana representó también una revolución religiosa también para los miembros de la Iglesia de Inglaterra en América. No había obispo de esta iglesia en toda América, y el rompimiento político con Inglaterra dejó su condición incierta. Después de un período de indecisión, se tuvo una convención general en 1789 con representantes de todas las colonias, y se formó la Iglesia Protestante Episcopal de los Estados Unidos de América. Se basó en la doctrina, disciplina y culto antiguamente observados en la Iglesia de Inglaterra. La ordenación episcopal para los obispos americanos se recibió de Escocia e Inglaterra entre 1782 y 1790. La Convención General, que consistía de una Cámara de Obispos y una Cámara de Clérigos y Delegados Laicos, se constituyó en el cuerpo gobernante de la iglesia.
Muchos factores se combinaron para hacer las primeras cuatro décadas las más desalentadoras de la nueva iglesia. Sus lazos históricos y doctrinales con Inglaterra (otra vez en guerra con los Estados Unidos en 1812) le produjeron mala reputación. Su culto de tipo formal no era efectivo en la frontera de América, de manera que finalmente se limitó a las áreas más pobladas. El golpe de la separación del estado, junto con la falta de disciplina efectiva y de caudillaje nacional, le produjeron muchos tipos de problemas. El escepticismo general y la infidelidad que llenaron las colonias americanas inmediatamente después de la revolución, también baldaron grandemente esta iglesia.
Esta laxitud fue superada, sin embargo. Como regla, los miembros de esta iglesia eran de los grupos educados y económicamente superiores. Los diversos movimientos de avivamiento que incluían emocionalismo y excitación física no les interesaban a ellos. Organizaron seminarios y sociedades misioneras en la segunda y tercera década del siglo XIX.
Después de 1835 hubo un aumento de celo por los convertidos, y bajo la dirección de hombres como Guillermo A. Muhlenberg se inició un buen crecimiento. La emigración de Inglaterra trajo a muchos. De hecho, la Iglesia Episcopal Americana ha sido influida grandemente por las tendencias de la Iglesia de Inglaterra.
Los partidos de Alta Iglesia, Baja Iglesia, Iglesia Liberal, de Inglaterra, fueron reproducidos en América. El Movimiento Tractariano de Inglaterra también se sintió en América cuando el obispo Ives de la Iglesia Episcopal de Carolina del Norte se sometió a la Iglesia Católica Romana. No hubo cisma realmente en esta iglesia durante la Guerra Civil. Los obispos del sur eran sencillamente considerados ausentes de la reunión en la Convención General de 1862, y después de la guerra se les concedió lugar otra vez.
El despierto racionalismo que surgió en la última mitad del siglo XIX afectó la Iglesia Protestante Episcopal. La primera iglesia unitaria americana surgió de sus filas. Hubo un rápido crecimiento en el partido de la Iglesia Liberal, que daba considerable énfasis a las implicaciones sociales del evangelio y a la interpretación teológica liberal.
Esta iglesia ha sido activa en el movimiento ecuménico. Ha hecho negociaciones para unión eclesiástica con la iglesia rusa y otras iglesias ortodoxas del oriente, y también con los antiguos católicos que dejaron Roma después de la promulgación del decreto de infalibilidad, y otros. En 1886 la Convención General sugirió un plan para una reunión cristiana, que posteriormente se convirtió en el Cuadrilátero de Lambeth.
En la actualidad esta iglesia tiene 2.757.944 constituyentes en 7,271 congregaciones de América y lleva a cabo un fuerte programa de misiones, de educación teológica, y de servicio social.

CONGREGACIONALISMO.

El congregacionalismo surgió de la Guerra de Revolución con brillantes perspectivas. Sus dirigentes habían apoyado la Guerra de Independencia con entusiasmo, y su historia americana era larga y estable.
La manutención estatal de su clero en Massachusetts, Connecticut, y Nueva Hampshire, constituía una llaga para los de otras iglesias; sin embargo, particularmente por los esfuerzos de los bautistas (Isaac Backus y Juan Leland), por 1833 Massachusetts eliminó la última unión de iglesia y estado.
El antiguo escepticismo probablemente afectó al congregacionalismo más que a cualquiera otra denominación en América. El unitarismo (que negaba la esencial deidad de Cristo) se llevó grandes cantidades de sus iglesias. En algunos casos iglesias enteras se volvieron unitarias, incluyendo la primera Iglesia Congregacional en América, la Iglesia de los Antiguos Peregrinos de Plymouth. Mediante un tecnicismo legal, una minoría de unitarios podía conseguir la propiedad de la iglesia, en muchos casos contra una mayoría congregacional.
La Universidad de Harvard se hizo universidad unitaria en 1805. En veinte años el grupo unitario se organizó y se hizo oír. Al presente la Iglesia Unitaria informa de 96,715 constituyentes en 378 iglesias.
El congregacionalismo fue grandemente bendecido por el segundo Gran Despertar a principios del siglo XIX. Se fundaron muchas iglesias nuevas; se iniciaron escuelas y seminarios, y se formaron sociedades para misiones domésticas y extranjeras, para publicación de tratados y para el adelanto de la educación.
El movimiento hacia el oeste desafió a los congregacionalistas. Algunos pensaron que toda Nueva Inglaterra se estaba yendo al oeste en la primera mitad del siglo XIX. Sin embargo, el congregacionalismo perdió a muchos de sus constituyentes que se mudaron al oeste. En 1801 se hizo un acuerdo de cortesía con los presbiterianos, que planeaba esfuerzos cooperativos para fundar nuevas iglesias.
La mayoría debía decidir si la iglesia sería presbiteriana o congregacional, pero en práctica casi todas las iglesias de la Unión se volvieron presbiterianas. Muchos cientos de iglesias congregacionales se perdieron probablemente ante los presbiterianos antes que el plan se abandonara.
Como grupo el congregacionalismo se opuso fuertemente a la esclavitud, y contribuyó al movimiento abolicionista, particularmente en los primeros días del movimiento. La Guerra Civil no afectó la comunión de las iglesias, porque este grupo no tenía iglesias en el sur. El renovado racionalismo de post-guerra afectó profundamente el caudillaje congregacional. Muchos se volvieron teológicamente liberales y exaltaban el aspecto social del evangelio. El ecumenismo y la unión eclesiástica han sido muy atractivos.
El congregacionalismo se unió con las Iglesias Evangélicas Protestantes de Norteamérica en 1925, y con la Iglesia Cristiana en 1931, y ahora lleva el nombre de iglesias Cristianas Congregacionales. Su feligresía actual asciende a 1.342.045 miembros en 5.561 iglesias.

CALVINISMO.

El sistema religioso de Calvino, alterado en algunas maneras por los diversos grupos nacionales de Europa que lo adoptaron, está representado en América por los presbiterianos y las Iglesias Reformadas (y las Evangélicas). En un sentido, los congregacionalistas pertenecen a esta familia, pero su fondo independiente y su tipo de gobierno eclesiástico difiere de ellos bastante para discutirlos bajo encabezado separado.
Los presbiterianos se desempeñaron noblemente en el lado patriótico durante la Revolución Americana. El daño físico y el estallido general de la guerra fueron más que compensados por el elevado prestigio después de la fundación de la nueva nación. En 1790 había alrededor de dieciocho mil miembros, pero varios factores contribuyeron a un rápido aumento en feligresía. Ellos se beneficiaron considerablemente con los vastos avivamientos en Pennsylvania, Kentucky, y Tennessee en los primeros años del siglo XIX.
La inmigración contribuyó algo. El cumplimiento de la estructura organizacional indudablemente le dio impulso también al crecimiento. Al mismo fin del período anterior vino la organización de la Asamblea General, que fue el coronamiento de las organizaciones locales y territoriales. Desde entonces el crecimiento presbiteriano se aceleró.
Otro factor contribuyó sin intención al crecimiento de los presbiterianos. El Plan de Unión de 1801, aparentemente justo para ambas partes, añadió muchas iglesias presbiterianas en el oeste, a expensas de los congregacionalistas.
Varios cismas han dividido a los presbiterianos americanos. En 1810 un pequeño grupo de Kentucky se retiró por el asunto de los prerrequisitos para la ordenación ministerial, y organizó la Iglesia Presbiteriana de Cumberland. El cisma duró cien años, aunque en la reunión de 1906 una minoría se negó a regresar. La doctrina y las formas de organización produjeron separación en 1838 entre los antiguos y nuevos grupos escolares, mientras que la esclavitud también causó un cisma que no ha sido remediado todavía.
El presbiterianismo americano se ha caracterizado por su amplia obra de benevolencia. En la primera mitad del siglo XIX se organizaron sociedades misioneras domésticas y foráneas. Se han fundado muchas escuelas y seminarios. Hasta el presente hay alrededor de diez cuerpos de presbiterianos americanos, el más grande de los cuales es la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos de América, con 2.645.745 miembros en 8,282 iglesias, y la Iglesia Presbiteriana en los Estados Unidos (presbiterianos del sur) con 810,917 miembros en 3,852 iglesias.
Los primeros años del período moderno vieron el fin del cisma dentro de la Iglesia Reformada y la adopción en 1792 de una constitución. Dos años después se organizó el Sínodo General. Esta denominación es similar a la de los presbiterianos en organización, porque tienen una fuente común en Zwinglio y Calvino. La sesión que ellos llaman “consistorio” los presbiterianos la llaman junta directiva; al sínodo lo llaman “sínodo particular”, y a la Asamblea General la llaman “sínodo general”. En la actualidad tienen 804 iglesias con 205.323 miembros.
En 1934 la Iglesia Reformada de los Estados Unidos (Alemana Reformada) se unió con el Sínodo Evangélico de Norteamérica como Iglesia Evangélica y Reformada. Al presente el número de este cuerpo incluye 774,277 constituyentes en 2,732 iglesias.

LUTERANISMO.

Los luteranos fueron leales a las colonias y participaron activamente en la Revolución Americana. Aunque había apenas dieciocho ministros de esta denominación en América al fin de la Revolución, las siguientes décadas trajeron un rápido crecimiento, principalmente por inmigración. Tanto el crecimiento mismo como el tipo de crecimiento produjeron problemas de lenguaje, de organización y de doctrina. La fuerza del luteranismo continental estaba en Alemania y en las áreas escandinavas.
El sistema de organización semi-congregacional hacía difícil conseguir uniformidad. La inmigración del Continente trasplantó a América muchos de los problemas divisivos que se encontraban en Europa. En el siglo XIX surgieron controversias sobre puntos de vista confesionales y liberales, y también sobre diferencias de lenguaje, de distinciones raciales, y de formas de organización.
En general, el luteranismo americano ha hecho hincapié en la autoridad de cada congregación, aunque se ha cedido alguna autonomía a las organizaciones generales en desarrollo. La iglesia local es gobernada por un pastor y por un concilio eclesiástico. Las formas de organización más grandes son la conferencia y el sínodo. Antes de 1820 el luteranismo americano no tenía un cuerpo general. Ese año se organizó el Sínodo General, aunque no recibió apoyo general por muchos años. Por la inmigración y el desarrollo de la organización general, los luteranos americanos por 1833 podían contar más de trescientos ministros que servían a 680 congregaciones, con casi seiscientos mil comunicantes.
Las controversias del siglo XIX fueron seguidas en el presente siglo por un espíritu de creciente unidad entre los luteranos. La Conferencia Sinodal fue organizada en 1872 por luteranos conservadores o “estrictos” siendo su cuerpo constituyente más grande el Sínodo de Missouri, que ahora cuenta con 2,006,110 miembros en 4,805 iglesias. La Iglesia Luterana Unida de América fue organizada en 1918 y ahora cuenta con 2.175.726 miembros en 4,050 iglesias. La Iglesia Luterana Americana fue organizada en 1930 y ahora tiene 836,485 miembros en 1,919 iglesias.
Una Conferencia Luterana Americana fue vagamente organizada en 1930 para compañerismo y para asuntos de interés común, pero se deshizo en 1954. Los luteranos americanos están envueltos en toda clase de empresas de benevolencia, que incluyen más de tres docenas de seminarios teológicos y todos los niveles de educación cristiana y un extenso programa misionero. Las últimas estadísticas muestran que los luteranos americanos ahora suman más de siete millones de constituyentes en cerca de veinte cuerpos.

CATOLICISMO ROMANO.

Al principio del período moderno la Iglesia Católica Romana tenía alrededor de veinte mil constituyentes. Muchos de sus miembros desempeñaron valientes papeles en la Revolución. El estado desorganizado de la nueva nación ofreció gran oportunidad de crecimiento. El Gran Despertar de 1800 tuvo poca influencia sobre este cuerpo, pero la inmigración de países católicos de Europa proporcionó increíble crecimiento. En 1820 los católicos romanos de América se estimaban en casi 250,000; en 1830, más de 350,000; en 1840, 1.000.000; en 1860, 3.000.000; en 1890, más de 10.000.000; y en la actualidad, 33.396.647 en 21,086 iglesias. Prácticamente todo este crecimiento ha venido de la inmigración y de los nacimientos.
La Iglesia Católica Romana fue rápida para completar su organización en América, principalmente por la sagacidad de Juan Carroll, de Maryland, que se convirtió en el primer obispo americano en 1790 y en el primer arzobispo en 1808. Por una breve temporada esta iglesia se vio plagada por un movimiento llamado “sindiquismo”, que en efecto era la aplicación de autoridad congregacional. El lenguaje y los asuntos raciales también trasplantaron la tensión del Viejo Mundo. Durante el siglo XIX el catolicismo fue agobiado por acusación de antiamericanismo. En el presente siglo ha estado comparativamente libre de tales problemas.
Dos organizaciones distintivas se han desarrollado en suelo americano. Elizabeth Ann Seton (1774-1821) inició el sistema de escuelas parroquiales en Estados Unidos, que ha sido una institución sobresaliente para la Iglesia Romana. La segunda organización influyente fundada por católicos americanos fue la sociedad fraternal para hombres católicos conocida como los Caballeros de Colón, iniciada en 1882. Esta se ha convertido en un propagador agresivo y militante de la fe católica.
La organización de la Iglesia Católica Romana en América está directamente subordinada a Roma por un delegado apostólico en Washington, D. C., y también por los oficios de varios cardenales y la forma regular de organización de parroquias, diócesis, y más de una docena de arzobispados.

BAUTISTAS.

Los bautistas americanos fueron enérgicos patriotas durante la Revolución Americana, y muchos de sus ministros sirvieron como capellanes en el ejército. Esta denominación se puso a la cabeza en los movimientos de Virginia y Nueva Inglaterra que rompieron los hierros de la unión entre la iglesia y el estado, y desarrollaron un servicio similar para conseguir las garantías constitucionales de libertad religiosa en la nueva nación.
La organización y la doctrina bautistas fueron peculiarmente adecuadas para la extensa “frontera” americana (en la historia americana la frontera se refiere no a los límites del país, sino a las regiones agrestes que estaban en proceso de ser conquistadas a la naturaleza), y una gran parte de la historia bautista tiene que ver con los intrépidos hombres que fueron colonos (“pioneros”) con sus compatriotas durante ese tiempo, y que les predicaban en la noche y los fines de semana.
El gran avivamiento a lo largo de la “frontera” en los primeros años del siglo XIX agregó a muchos a las filas bautistas. Simplemente la mención del gran crecimiento numérico de los bautistas americanos en el periodo moderno da evidencia de su gran vitalidad y actividad. En 1789 ascendían a menos de 100,000; en la actualidad suman más de 18.000.000.
Puede haber varias razones principales de este gran aumento.
(1) Los bautistas predicaban un evangelio sencillo, reducían las fórmulas teológicas y hacían énfasis en la experiencia de una vida cambiada.
(2) Por lo general, los predicadores surgían de entre el pueblo común. Los problemas de ordenación, organización y autoridad eclesiástica eran eclipsados por la necesidad de pregonar la historia por mandato de Dios. Había fuego en los huesos de los sencillos granjeros y “pioneros” que los transformaba en predicadores. El fuego cundió.
(3) El aspecto económico del ministerio no ofrecía dificultad. La mayoría de los antiguos predicadores trabajaban durante la semana al lado de sus congregaciones y predicaban sin remuneración el fin de semana. Fuera haciendo tiendas o labrando la tierra, el evangelio era predicado.
(4) Cada iglesia bautista era completamente independiente. Esta clase de principio era atractivo a la democracia “fronteriza”. Daba oportunidad para la libre expresión de la disensión tanto como del asentimiento, y hacía pedazos la posibilidad de la inmunidad ministerial respecto a una vida y moralidad consistentes.
(5) Desde el principio, los bautistas americanos han sido muy inclinados a las misiones. Tanto obra misionera foránea (en Canadá) como doméstica, se habían hecho antes de la organización en 1814 de la primera sociedad misionera nacional para el extranjero, y de la primera sociedad misionera nacional doméstica en 1832. En 1824 se organizó una sociedad de publicaciones o de tratados, como auxiliar misionero.
Al recordar el principio bautista de que cada persona es sacerdote de Dios mediante la fe y la regeneración, y que tiene el derecho de interpretar las Escrituras por sí mismo, no debe sorprender el notar que la familia bautista americana haya tenido algunas divisiones. Ha habido divisiones por organización, por empresas misioneras, por la esclavitud y el abolicionismo, y por el modernismo. El último asunto, en particular, ha causado mucha controversia en el último medio siglo.
A pesar de estos problemas, los bautistas americanos se han comprometido en un activo programa de misiones, de educación, y obras de beneficencia. Su aumento en número y organización ha estado acompañado por una creciente sensibilidad a todas las necesidades de sus miembros y del mundo. Los cuerpos más grandes en la vida bautista americana son las dos organizaciones de los Bautistas Negros, la Convención Bautista Americana (bautistas del norte) y la Convención Bautista del Sur. La Alianza Mundial Bautista fue organizada en 1905.
Las cifras suministradas por la Alianza Mundial Bautista en enero de 1973, dan 29.013.168 bautistas en Norte América. Muchos bautistas del norte han estado activos en el movimiento ecumenista.

METODISMO.

La estrecha relación del metodismo con la vida inglesa, particularmente durante la vida de Juan Wesley (que murió en 1791), y el hecho de que muchos ministros metodistas de las colonias fueran leales a Inglaterra durante la Revolución Americana, hizo que la tarea de los metodistas americanos fuera muy difícil en los primeros años de este período. Varios factores alteraron pronto este cuadro, sin embargo.
La organización de la Iglesia Metodista Episcopal en América en 1784 produjo una nueva unidad. El gran caudillo de esos primeros años fue Francisco Asbury (1745-1816), que introdujo el oficio de obispo al metodismo. Por su ejemplo como incansable ministro itinerante y sus firmes demandas de que sus predicadores siguieran esta norma, Asbury tuvo una gran intervención en el crecimiento fenomenal del metodismo americano.
El sencillo tipo de organización y el canto, y la experiencia de salvación que se predicaba, estaban hechos para la extensa “frontera” americana. El vasto avivamiento en el oeste en los primeros años del siglo XIX trajo al metodismo una gran cosecha.
Ha habido varios cismas. Porque era una iglesia del pueblo, el metodismo fue de las primeras en sentir el impacto de la controversia esclavitud abolicionismo en la cuarta década del siglo XIX, y el cisma sobrevino en 1844-45. Otras importantes escisiones en la unidad organizacional vinieron por el desacuerdo en el gobierno de la iglesia y la doctrina de la santidad. El nuevo racionalismo prevalente en la segunda mitad del siglo XIX afectó al metodismo y produjo considerable controversia sobre el asunto del modernismo.
El cisma por la esclavitud terminó en 1939 con la reunión de las divisiones del norte y del sur. El metodismo americano ahora con 9.299.046 constituyentes en 39.854 iglesias, la mayoría de las cuales son miembros del nuevo cuerpo unido. Esta denominación siempre ha sido activa en las misiones, en la educación y en otras beneficencias, y ha tenido parte sobresaliente en el movimiento ecumenista.

EL CRISTIANISMO CANADIENSE Y LATINOAMERICANO

CANADÁ.

En los primeros años de este período el cristianismo canadiense era principalmente católico romano del tipo francés. Enseguida de la Guerra de los Siete Años (1756-63) Canadá fue cedido a la Gran Bretaña por Francia, acompañado de un inusitado establecimiento religioso. Por el Acta de Quebec de 1774 se garantizaba a la religión católica romana el libre ejercicio, y el Acta Constitucional de 1791 prácticamente daba al catolicismo el control de lo que llegó a ser el Bajo Canadá. Como resultado, el catolicismo romano está en posición dominante en la vida religiosa de Canadá.
La considerable inmigración protestante de los Estados Unidos e Inglaterra a Canadá, durante y después de la Guerra de Revolución, dio a la Iglesia de Inglaterra un punto de apoyo en Canadá. Después de un período de prueba y error con respecto al mantenimiento estatal y a la organización eclesiástica, la Iglesia de Inglaterra en Canadá fue organizada en 1861, aunque no estaba mantenida ni gobernada por el gobierno. En 1893 se formó un sínodo general para gobernar la Iglesia de Inglaterra en Canadá.
En el siglo XX esta denominación no ha mantenido numéricamente el paso con otros grupos, y parte de la razón es la menguante inmigración de Inglaterra. Aunque favorece la unión de una unión eclesiástica interdenominacional con el estado en Canadá, la Iglesia de Inglaterra se negó a ingresar a la Iglesia Unida de Canadá cuando ese cuerpo fue porque los otros partidos se negaron a continuar el episcopado histórico.
Aunque fue uno de los primeros grupos en empezar trabajo en Canadá, el congregacionalismo nunca se convirtió realmente en una parte prominente del cristianismo canadiense. Los bautistas y los presbiterianos se beneficiaron con las escisiones de esta denominación. A pesar de la valiente obra de una sociedad misionera doméstica unida organizada por congregacionalistas, bautistas, y presbiterianos en 1827, y a la obra de la Sociedad Misionera Colonial formada en Inglaterra en 1836, el congregacionalismo canadiense contaba apenas con 12,586 miembros cuando la Iglesia Unida de Canadá los absorbió en 1925.
La vida presbiteriana canadiense de antes de 1875 era increíblemente compleja, pues representaba una amalgama de pensamiento calvinista de varios grupos doctrinales y raciales. Peleas y problemas extranjeros fueron llevados allí de todas partes del mundo. La formación de la Iglesia Presbiteriana de Canadá en 1875, que representa una fusión de varios cuerpos, produjo creciente vitalidad en toda clase de beneficencia y educación. En 1925 esta denominación informó de más de 400,000 constituyentes al tiempo que la mayoría ingresó a la Iglesia Unida de Canadá. Sin embargo, alrededor de 180,000 de ellos rehusaron participar en la unión, y continuaron como la Iglesia Presbiteriana de Canadá.
También los metodistas tuvieron una casi infinita variedad de organización y pensamiento antes de 1884. A pesar de reunir todas las tensiones doctrinales, políticas y de organización del metodismo americano e inglés, y de contribuir con algunos problemas distintivamente propios, los metodistas canadienses lucieron sorprendentes progresos a pesar de la diversidad. Cuando en 1884 se formó la Iglesia Metodista de Canadá, su feligresía ascendía a más de 157.000. Esta denominación tomó la iniciativa de trabajar por la unión eclesiástica, y en 1925 cuando se convirtió en parte de la Iglesia Unida de Canadá, su feligresía ascendía a más de 415.000.
No mucho después de la promulgación del Cuadrilátero Lambeth (1888) se despertó el interés en Canadá por la posibilidad de la unión eclesiástica.
Los primeros esfuerzos no fueron alentadores, porque sólo la Iglesia de Inglaterra deseaba perpetuar el episcopado histórico. Al fin del siglo, sin embargo, los metodistas, congregacionalistas, y presbiterianos, pusieron los cimientos para la unión. Los bautistas declinaron una invitación para ser parte del movimiento. La organización final adoptó elementos de los tres tipos denominacionales, y en 1925 se completó la unión, sumando 609.729 constituyentes de las tres denominaciones fundidas. El crecimiento desde 1925 ha sido lento.
La Iglesia Católica Romana ha hecho los avances más grandes de los grupos canadienses del período moderno. Después de ser alrededor del 40 por ciento de la población en 1911 y más o menos lo mismo en 1931, la Iglesia Romana superó el índice de población la siguiente década y subió a cerca del 44 por ciento de la población en 1941, y dado el alto índice de nacimiento entre los predominantes miembros franceses y rurales, el promedio indudablemente se ha elevado aún más en la última década.
Además de los principales grupos de Canadá, las denominaciones pequeñas incluyen a los bautistas, luteranos, católicos griegos, menonitas, y otros.

LATINOAMÉRICA.

Al principio del período en 1789, el cristianismo de Latinoamérica, que incluía principalmente a México, Centroamérica, y América del Sur, era casi completamente católico romano, aunque el papado tenía menos control que los poderes de Europa que reclamaban las diferentes áreas. El cuadro se ha cambiado radicalmente en el último siglo. Ha sido un siglo de revolución y cambio.
El poder político francés, español, y portugués ha sido eliminado, y prácticamente todos los estados latinoamericanos se han hecho repúblicas independientes. Junto con la revolución política ha venido la agitación religiosa. Dado que la Iglesia Católica Romana estaba tan íntimamente relacionada con los poderes políticos, sufrió considerablemente con algunos movimientos anticlericales y patrióticos.
En la segunda mitad del siglo XIX, los evangélicos (principalmente los de los Estados Unidos) empezaron un activo programa misionero.
Prácticamente todas las denominaciones americanas han tomado parte en esta tarea misionera, que ha hecho grandes logros en una población nominalmente católica romana. Sin embargo, el catolicismo romano todavía hace de la libertad religiosa un ideal, en vez de una realidad.

COMPENDIO FINAL

El cristianismo en los Estados Unidos fue separado de la autoridad secular por la constitución. Después de 1833 fueron abolidas todas las uniones de iglesia con estados. El avivamiento de los primeros años del siglo XIX, conocido como el Segundo Gran Avivamiento, fortaleció grandemente el movimiento cristiano de la joven nación. Estableció la dinámica para el amplio desarrollo de la obra de beneficencia. Rápidamente surgieron sociedades para misiones, para publicaciones, y para distribución de la Biblia.
Hasta un grado considerable, la gran inmigración del extranjero y la embestida al oeste por la colonización dentro del mismo país, dieron forma a las características del cristianismo en los Estados Unidos. Se activó el celo misionero, se fundaron nuevas denominaciones, las denominaciones antiguas crecieron y en algunos casos se dividieron, la creciente estabilidad financiera proporcionó el sostén para las iglesias en cada comunidad, y en general tomó forma un tipo distintivo de cristianismo. Las denominaciones “nativas” crecieron muy rápidamente.
Durante este período nacional en los Estados Unidos, el cristianismo ha enfrentado problemas de industrialización, crecimiento de ciudades, gran inmigración, severas guerras mundiales, y tanto prosperidad como depresión financiera. Tal vez ninguna de estas cosas ha sido tan seria como las incursiones del racionalismo y el materialismo.

EL PERÍODO HISTÓRICO CRÍTICO Y SU INTERPRETACIÓN BÍBLICA

Aunque en el S. XVIII tenemos a hombres como Wesley y Whitefield, fue el movimiento Metodista que promovió el estudio personal y de grupo de la Biblia, pero fue insuficiente para detener la tormenta del liberalismo y el llamado criticismo alto de la Biblia, cuando Kant y Schleiermacher eficazmente removieron los fundamentos de la hermenéutica bíblica de la iglesia.
Kant quitó todo excepto los mandamientos explícitos y Schleiermacher enfatizó los sentimientos humanos de la divinidad quitando las definiciones ortodoxas y la fuente autoritativa de la Biblia. A estos dos siguieron Ritschl y von Harnack quienes enfatizaron la moralidad de la Biblia e idearon un Jesús que no era el de la Biblia (errando en afirmar que el Jesús de la Biblia no era el Jesús de la historia).
Las características dominantes de la Hermenéutica del liberalismo moderno son: El rechazo de la inspiración verbal de la Biblia y la opinión que la Biblia es un producto humano falible.